Los alcaldes son siempre los políticos mejor valorados, no importa la encuesta que se mire. Representan a la institución más cercana al ciudadano y a poco que se lo trabajen pueden tener una gran popularidad. Era el caso de Enrique Tierno Galván, el alcalde más querido por los madrileños. Hombre culto y de izquierdas, el Viejo Profesor se ganó el respeto y el afecto de sus vecinos. Esa conexión se daba también a 600 kilómetros de distancia, con los alcaldes de Barcelona Narcís Serra y Pasqual Maragall, con los que coincidió entre 1979 y 1986.
Pero Tierno, como cualquier figura pública, tuvo luces y sombras en su trayectoria personal y política. “Era muy cercano en el corto plano, con las personas que se acercaban a él, pero podía también ser displicente”, recordaba ayer el periodista Àlex Masllorens, en la presentación de su libro Els papers de Tierno Galván, editado por la Fundació Catalunya-Europa, que cuida el legado de Maragall. El libro analiza la figura de Tierno y la rivalidad Madrid-Barcelona en los primeros ayuntamientos democráticos, a partir de la documentación personal que su hijo depositó en la biblioteca pública Arús de Barcelona.
En el acto, celebrado en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, participaron también el alcalde de la ciudad, Jaume Collboni, y Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid de 2015 a 2019, en un diálogo moderado por la periodista Neus Tomàs. Ambos destacaron que en política es clave mantener el pulso de la calle para cuidar la democracia. Carmena recordó que iba en metro y la gente le contaba cosas que de no ser así no hubiera sabido, incluso les daba el teléfono si se lo pedían. Collboni admitió que en sus inicios como alcalde se obsesionó con mantener lo cotidiano, ir al supermercado, al cine con su pareja, que no le absorbiera el protocolo. “Es una de las formas de defender mejor la democracia”, dijo.

Collboni y Carmena, a su llegada, con Masllorens a la derecha