Paula Fernández tomara el relevo del televisivo ex presidente de Cantabria e histórico líder del Partido Regionalista de Cantabria, Miguel Ángel Revilla. Fernández fue elegida ayer por las bases en el primer proceso de primarias que celebra la formación en su historia.
Revilla pone fin así a 42 años siendo la voz y el rostro del partido con el que ha gobernado Cantabria durante cuatro legislaturas, apoyándose —o apoyando— en quien fuera conveniente según el momento.
Revilla gobernó Cantabria a pesar de que en pocas ocasiones su formación ganó las elecciones
Fuera de la región, a Miguel Ángel Revilla se le asocia a su colección de boutades. Desde su foto con el rey Juan Carlos para atarle los cordones a su incesante promoción de la gastronomía cántabra: érase un hombre a una anchoa pegado.
En Cantabria es otra cosa: Revilla es parlamentario desde la primera legislatura del gobierno autonómico, que arrancó en 1983. Doce años de pugna con Juan Hormaechea, factotum del PP cántabro, y de su propia formación cuando fue expulsado, fueron su particular escuela de oficios. En 1995, pactó con el PP para ser vicepresidente y acabar con Hormaechea. El acuerdo se reeditó en 1999. Y en 2003 se licenció con nota en habilidad parlamentaria: el 27 de junio fue elegido presidente de Cantabria con el apoyo del PSOE pese a que su partido solo fue la tercera fuerza más votada. Revilla se desveló entonces como un lobo de calculada llaneza. Mientras repartía anchoas y sobaos por los platós de España, contaba anécdotas de la boda real o de cómo perdió la virginidad —“pagando”, dijo—, logró que su pasado franquista quedase en mera anécdota y consolidó su segundo mandato en 2007.
Pactó otra vez con el PSOE, pero esta vez con más escaños que los socialistas: doce. Pero la crisis de deuda y propia gestión autonómica, con errores como sus fotos con Ali Syed, el empresario hindú buscado por la Interpol que compró el Racing de Santander, se cobraron un precio. Era el mejor presidente autonómico de España según el CIS, pero en las autonómicas de 2011 perdió el gobierno.
Aunque Revilla, siguió en sus 12 escaños, que repitió en 2015 para gobernar con el PSOE y con la abstención de Podemos. La constancia del voto regionalista, siempre en la frontera sur de las 100.000 papeletas, llevó a Revilla a concurrir en las elecciones generales. En 2019, el PRC logró que José María Mazón fuese su primer diputado en Madrid. Fue un pequeño fracaso, o una advertencia de la importancia de Revilla en el partido. En las generales, sin él en las listas, el PRC logró 52.000 votos. En las autonómicas, al mando de Revilla, el regionalismo sumó 122.000 papeletas, en la que fue su primera —y única— victoria electoral en Cantabria.
Pero una vez en la cumbre solo se puede bajar. Una gestión polémica de la pandemia, con el presidente saltándose vehementemente las restricciones, sumada a denuncias por corrupción a miembros del partido y el ridículo de los trenes que no cabían en los túneles rompieron la confianza en el PRC. En 2023, cerca de 50.000 cántabros retiraronel voto a Revilla y el partido se quedó en ocho escaños, el peor resultado en dos décadas. Revilla eligió la abstención para permitir el gobierno del PP. Y el regionalismo se preguntó por su futuro.
Como advirtió Rafael de la Sierra, fallecido regionalista y expresidente del Parlamento de Cantabria, “el sucesor de Revilla es el partido”. Y esa es precisamente la cuestión: si después de Revilla hay partido.