El 40% de los catalanes cuestiona el derecho al sufragio universal de “tanta gente que está mal informada”. Lo revela un sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió. ¿Significa eso que algunos catalanes sueñan con privar del derecho al voto a quienes lo ejercen en la ‘dirección equivocada’? De hecho, casi un 60% de los seguidores de la emergente Aliança Catalana comparte la necesidad de excluir del sufragio universal a la gente que no está bien informada. Y lo mismo opina el 40% de los simpatizantes de Junts o de ERC. El problema es que la voluntad de retirar ese derecho a la ciudadanía que ‘no vota correctamente’ no se ciñe solo a quienes aspiran a un país a su medida.
El 15% de los españoles identifica democracia con elecciones, pero apenas un 0,4% con el sufragio universal,
La encuesta del CEO revela que ese 40% de catalanes que cree que habría que cuestionar el derecho universal al sufragio incluye a seguidores de todos los partidos. Por ejemplo, hasta un 39% de los votantes socialistas se muestra también de acuerdo en limitar el voto, y ese punto de vista alcanza al 58% de los electores del Partit Popular y al 63% de los de Vox (otro grupo que aspira a un país en exclusiva).
El 53% de los jóvenes catalanes de entre 16 y 24 años son partidarios de retirar el voto a la gente “desinformada”
El problema, cuando se contemplan esas y otras variables, es que las lógicas inquietudes sobre la salud social de la democracia en Catalunya (aunque también en el conjunto de España) adquieren una dimensión casi existencial. En realidad, menos del 15% de los españoles considera las elecciones un rasgo “esencial” de la democracia, y apenas un 0,4% la asocia con el sufragio universal. Y el problema se agudiza si se introducen variables como la edad.
Más de la mitad de los ciudadanos opina que las decisiones políticas solo las deberían tomar los expertos
En este sentido, los partidarios de privar del voto a la “gente mal informada” alcanzan al 53% de los jóvenes catalanes de entre 16 y 24 años y superan el 45% entre los comprendidos entre 25 y 34 años. Es decir, se acentúa entre las generaciones emergentes. Y de ahí a no reconocer la legitimidad de los resultados electorales en el futuro (o a dificultar el voto de las minorías sospechosas de apoyar al adversario, como ocurre en EE.UU.) no hay más que un paso. La fragilidad de la democracia española se refleja también en el hecho de que solo el 4,5% la vincula al “respeto” entre diferentes, y un minúsculo 0,1% al diálogo (datos del CIS).
Uno de cada cinco catalanes se distancia o se enfada con las personas que piensan de manera distinta
La polarización antidemocrática se expresa en otro indicador: uno de cada cinco catalanes confiesa que se ha distanciado de alguna persona por sus opiniones políticas (lo mismo que uno de cada cuatro votantes del Partit Popular o de Vox). Además, cerca del 15% (y del 20% en el conjunto de España) admite que le incomoda la gente que no piensa como él, un porcentaje que ronda el 20% entre los votantes populares o de la izquierda radical (Comuns) y antisistema (CUP). Esos gérmenes de intolerancia hacia la pluralidad ideológica se acompañan de otros registros reveladores sobre las crecientes actitudes antipolíticas.
Por ejemplo, casi un 55% de los consultados en Catalunya (y más de un tercio en el conjunto de España) considera que las decisiones políticas las deberían adoptar “los expertos”. Y ese porcentaje se acerca al 60% entre los electores del PP catalán, Esquerra o Junts, y al 70% entre los de Vox o de Aliança Catalana. Paralelamente, un 43% de los catalanes (y el 48% entre los de sexo masculino) piensa que las decisiones que apruebe una mayoría deberían estar por encima de la ley (o de los derechos que esta preserva). Y ahí destaca el electorado nacionalista, con tasas de apoyo cercanas al 60%.
Por último, el 13% de los catalanes (y el doble entre el conjunto de los españoles) se muestra dispuesto a vivir en un país poco democrático si les “garantiza” un nivel de vida “adecuado”. Lo inquietante de esta posición, con vistas al porvenir, es que alcanza al 24% de los catalanes menores de 25 años y al 38% del conjunto de los españoles en esa franja de edad.
Conclusión: a la luz de estos indicadores, el apoyo social a la democracia presenta muchos flancos débiles frente al vendaval autoritario que zarandea el mundo.