¿Jóvenes ultras?

Opinión

En los últimos años han aparecido numerosos estudios relacionando el binomio hombre joven (europeo)-votante de ultraderecha. A partir de ellos, algunos académicos y no pocos columnistas auguran un retorno a los años treinta. Es cierto que la mayoría de los análisis indican que los jóvenes tienden a votar más a la ultraderecha que en el pasado. Pero no más que sus mayores. Así lo muestra, por ejemplo, el artículo The youth gender gap in support for the far right del que habló este diario el lunes. Todas las cohortes masculinas se movieron entorno al 21,4% en el voto de las europeas en el 2024.

Sin embargo, la diferencia significativa se da en las mujeres jóvenes, que votaron hasta un 4% menos a la ultraderecha que sus madres y abuelas. Y, por tanto, están más escoradas a la izquierda. Este factor lo han señalado también en The Guardian la periodista Gaby Hinsliff y el politólogo experto en populismos Cas Mudde. El foco se pone en los hombres jóvenes, pero la singularidad está en las mujeres.

Una joven depositando su voto en las recientes elecciones polacas

Una joven depositando su voto en las recientes elecciones polacas

MATEUSZ SLODKOWSKI /

Es aventurado inferir que un joven que hoy vota a la ultraderecha lo vaya a hacer siempre

Hoy la juventud no tiene, ni de lejos, la importancia que tuvo en Europa hace un siglo. Entonces los partidos políticos se peleaban por encuadrar a los jóvenes en secciones. En la actualidad, su interés en ellos se circunscribe a captar su voto a través de las redes, poco más. No es casual. El continente europeo envejece. Según el Eurostat, en el 2050, el grupo de 15 a 29 años representará apenas un 15% del total de la Unión Europea. España es uno de los países más afectados por la tendencia, según el Instituto Nacional de Estadística. Quien puede revertir esta situación es la inmigración. ¿Pero los jóvenes con raíces en África, Próximo Oriente o Sudamérica votarán a la ultraderecha? Está por ver.

En las elecciones europeas, la ultraderecha francesa captó a votantes desafectados, con pocos ingresos, con nivel educativo bajo y en las áreas con menos inmigrantes. En Nanterre, en las afueras de París, descendientes de norteafricanos se manifestaron por el Nuevo Frente Popular, la coalición de izquierdas. El economista Anthony Edo y otros investigadores han demostrado que en Francia aquello que decanta el voto hacia la ultraderecha es el nivel educativo (por lo que se puede revertir). Otra cuestión es qué apego a la democracia tendrán los hijos de esta nueva inmigración viniendo de países con, en general, escasa cultura democrática. E incluso si abrazarán otras ideologías igual de peligrosas que la ultraderecha.

El panorama no es halagüeño, pero es aventurado inferir a partir de los estudios realizados que un joven que hoy vota ultra atraído por Tik-Tok, lo vaya a hacer toda su vida. Sería tanto como considerar que la generación de jóvenes alemanes de los años del Reich o los de la Italia fascista mantuvieron masivamente sus posiciones. Y también es descorazonador porque con ello se asume que no hay margen para corregirlo. Somos los adultos quienes construimos el mundo. No los jóvenes, que navegan en nuestra obra. No les etiquetemos. Esto es mucho más complejo.

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