Últimamente empiezo a percibir que, ya sin pudor, algunos simpatizantes y afines a Junts per Catalunya consideran que la normalidad democrática que se vive en Catalunya no les va a favor en sus aspiraciones confrontativas.
Les escuece y les empieza a salir un cierto sarpullido ante la calma social y el consenso que el Govern del President Illa y el parangón en España con el del presidente Sánchez consiguen haciendo política sin aspavientos ni rencores y evitando la confrontación.
Dicen sin disimulo que “total por lo que han hecho“: ley de Amnistía, reconocimiento del catalán en el Congreso de los Diputados y en el Senado, reivindicación de la oficialidad del catalán en Europa por parte del Gobierno de España, finançament singular…, no se debe renunciar al enfrentamiento y empiezan a apuntar, con cierta ilusión velada, que un hipotético y futurible gobierno de PP y Vox les daría alas en su mala entendida necesidad de conseguir logros políticos prescindiendo de la Catalunya no independentista y del consenso imprescindible siempre para hacer política. El ya tan sabido cuánto peor mejor. Sin duda una pena.
Ilustración: Eulalia Duran”
En ese marco del cuánto peor mejor que ya sabemos a qué desgraciado callejón sin salida nos llevó a todos los ciudadanos de Catalunya en 2017, leo con estupefacción, cabreo e indignación la última entrevista que el genial, punzante. Listo e irreverente, Albert Soler le ha hecho al cantante, que fue el faro de muchas generaciones antifranquistas, Lluis Llach.
El aparentemente hombre de edad venerable en cuestión se apunta a la tesis anterior expuesta en este artículo y dice, en el marco de la entrevista, que si ganase el PP en Madrid “quien sabe si no sería una manera de alentarnos en la lucha” … Una perla de argumento sin duda.
Pero la auténtica enjundia de la entrevista se da cuando Soler le pregunta si estaría dispuesto a morir por la independencia de Catalunya y responde con esa voz de párroco aparentemente confortable: “Te tienes que ver en la situación, pero racionalmente, daría la vida por la independencia”. ¡Y se queda tan pancho!
Pero vamos a ver, ¿tras esa respuesta donde la palabra “racionalmente” no es gratuita, tenemos todos claro que este sujeto de tono monjil está a favor de la violencia?
Tratémonos como adultos y seres pensantes sin hacer trampas: cuando alguien dice en voz alta que racionalmente moriría por un ideal político, significa que, sin solución de continuidad, otros también deberían estar dispuestos a matar en contra de esa misma ambición, y eso, señor Llach, es el despropósito de defender la violencia (o cuánto menos aceptarla) como un mal menor para conseguir un objetivo.
Con esas palabras “racionales” de manera natural entendemos que el entrevistado visualiza un escenario en el que, para que Catalunya fuese independiente, hubiese ciudadanos y ciudadanas que muriesen y, por lo tanto, que también hubiese ciudadanos y ciudadanas que matasen.
¡Increíble! Vamos a no hacernos trampas dialécticas ni manipular con un “a morir sí, pero a matar no”. Llach nos ha dicho que por su idea mística, teórica y utópica que permanece, cuál cámara acorazada, en su acomodado cerebro de una Catalunya independiente de la que la mayoría de catalanes que han votado en las últimas elecciones han huido y no quieren saber nada, que está a favor de que se produzca una situación violenta porque solo se muere por un ideal político si se produce un escenario bélico.
Y tamaña barbaridad totalmente censurable la suelta con esa pinta de pacifista y de cura de pueblo apocado y sermoneador que, en cuánto pintan mal dadas, se larga corriendo al Senegal.
Al amigo Albert Soler le quedó precisamente la réplica por hacer: ”¿Y, en consecuencia, estaría usted dispuesto a matar?”
Conociendo lo oportunista del personaje entrevistado dudo mucho que la respuesta hubiese sido sincera.