En la mayoría de países, cuando la economía de un país crece, la riqueza de sus habitantes también crece, y, por lo tanto, viven mejor. Aquí no. En los últimos 25 años, el PIB de Catalunya ha crecido un 50%, pero en el mismo periodo la renta disponible per cápita se ha estancado. La economía catalana ha crecido, la demografía también, pero los catalanes y catalanas estamos estancados. Y eso es muy poco habitual. ¿Por qué nos pasa? Añado un elemento: en el último pleno monográfico de infraestructuras, el presidente Illa dijo que estaba trabajando para preparar la Catalunya de los 10 millones. Cada vez más escuchamos esta aspiración. Creo que antes de pensar en la de los 10, tendríamos que detenernos a entender cómo hemos llegado a la Catalunya de los 8 millones.
Hoy hay una brecha entre las cifras macro del país y el día a día de los catalanes y catalanas. Entre el triunfalismo de los políticos y el estancamiento de la gente. Nos hablan de récords de crecimiento económico, de empleo, de crecimiento demográfico. Y todo eso es cierto, pero la mayoría de catalanes nota en el día a día que comprar en el supermercado, tomar un café o ir a cenar fuera es más caro, o que las hipotecas y alquileres suben, muy por encima de los salarios. Y eso tiene una explicación.
Un crecimiento a partir de sueldos bajos es insostenible
Catalunya ha apostado por un modelo de crecimiento basado en generar más riqueza, no produciendo mejor o reforzando sectores de valor añadido, sino con sueldos bajos y haciendo crecer la población. El crecimiento de los últimos años, en lugar de subir salarios, lo que ha hecho es aumentar el número de personas asalariadas. Y así hemos llegado a la Catalunya de los 8 millones. Un crecimiento fundamentado, no en la mejora de la productividad, la promoción de sectores competitivos que generen puestos de trabajo cualificados o el aumento de los sueldos (y la riqueza) de los catalanes y catalanas, sino a partir de importar trabajadores con sueldos bajos. Evidentemente, en sectores con poco valor añadido.
Hemos llegado a la Catalunya de los 8 millones sin hablar de modelo económico. Y es evidente que antes de hablar de la Catalunya de los 10 millones tendríamos que dar respuesta a la Catalunya de los 8 millones. Hoy, los ingresos del 20% de catalanes que más ganan multiplican casi por cinco los del 20% que menos ganan. Hoy, el coste de la vida se ha disparado y la vivienda se lleva una tercera parte de los recursos de un hogar. Según el último CEO, 9 de cada 10 catalanes consideran muy difícil acceder a una vivienda adecuada. De hecho, 1 de cada 3 catalanes y catalanas ha recortado sus gastos para comer o el transporte para poder hacer frente al problema de la vivienda.
La vida es cada día un poco más difícil. Son síntomas de un modelo económico que no funciona. O funciona solo para unos pocos. El problema no son las personas que cobran sueldos bajos, sino crecer como país a partir de sectores económicos poco competitivos que generan puestos de trabajo poco cualificados y precarios. Porque un crecimiento sobre la base de sueldos bajos es insostenible. De hecho, es un crecimiento, inevitablemente, subvencionado por las instituciones públicas. Es decir, los subvencionamos entre todos. Porque los sueldos bajos, si apenas dan para vivir, es evidente que no sostienen pensiones, ni sus impuestos y contribuciones cubrirán los servicios públicos.
Resultado: hemos crecido según un modelo económico que ha servido, únicamente, para que unos pocos se enriquezcan gracias a puestos de trabajo con sueldos bajos en sectores de la economía nada competitivos. Por lo tanto, más que preparar la Catalunya de los 10 millones, nos toca renovar el modelo económico. Los últimos años hemos hecho cosas bien y Catalunya es un país puntero en muchos ámbitos. Ahora de lo que se trata es de seguir avanzando con sectores de alto valor añadido, diversificando la economía y reequilibrando el país, y crecer a partir de trabajos cualificados y sueldos justos.