Los representantes del capitalismo democrático no están asegurando ahora mismo un proyecto de certidumbres y seguridades a sus representados, que incluso teniendo trabajo o pagando religiosamente sus impuestos están viéndose descolgados de lo que se conocía como clase media, hasta el punto que ni cumpliendo con todo el contrato social se puede acceder a una vivienda, comprarse un coche o pagarse unas vacaciones. Esta conclusión convierte el campo democrático en un asidero resbaladizo que no aporta certidumbre alguna.
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