Un fantasma recorre Europa. Algunos aún le llaman camarada, pero la mayoría lo ve solo como un secular y sanguinario déspota oriental. De hecho, casi la mitad de los españoles temen incluso que la Rusia de Putin pueda atacar a su país, según un sondeo del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en otros países de Europa, la percepción de esa amenaza no ha modificado el rechazo al restablecimiento del servicio militar obligatorio en España. “La mili no mola”, una frase que resumía la experiencia personal de muchos jóvenes, sigue vigente en el estado español, aunque las actuales incertidumbres geopolíticas hayan suavizado la negativa a volver a un ejército de leva.
Las cifras hablan por sí solas. De entre los principales países europeos que suprimieron el reclutamiento obligatorio en las últimas décadas, España es, después de Hungría, el país que registra una mayor resistencia a la posibilidad de reintroducir el servicio militar. Una encuesta realizada en junio por el ECFR cifra el rechazo en el 56% de los consultados (tres puntos más que otro sondeo europeo, de marzo). Y el respaldo habría caído seis puntos, hasta el 36%, en apenas tres meses.
El gráfico adjunto refleja una opinión pública similar en Gran Bretaña (que suprimió la “mili” en 1963), mientras que las posiciones se equilibran algo más en Italia y se invierten (con mayoría de partidarios de volver al alistamiento obligatorio) en Portugal, Rumanía, Alemania –que ha iniciado un cambio gradual hacia el reclutamiento forzoso–, Polonia y, sobre todo, Francia (donde el apoyo al servicio militar obligatorio supera al 62% de los consultados y la oposición reúne solo a uno de cada cuatro franceses).
En España, solo el 36% apoya el retorno del ejército de leva, frente al 54% en Alemania o el 62% en Francia
Los registros de Hungría pueden parecer paradójicos para un país que fue invadido por la Unión Soviética en 1956, pero los de España son coherentes con su historia. A mediados de los ochenta, y ya con la democracia consolidada, solo uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años consideraba “beneficioso” el servicio militar. Ese porcentaje crecía hasta el 37% entre quienes aún no habían hecho la “mili” o la veían lejos (la cohorte de 16 y 17 años). Eso sí, entre los jóvenes de derecha y extrema derecha las opiniones se invertían y la mayoría consideraba la “mili” una experiencia beneficiosa.
El rechazo al ejército de leva se acentuó en las décadas siguientes y en 1997 –cuatro años antes de la supresión del reclutamiento obligatorio– la opinión pública española se inclinaba abrumadoramente por unas Fuerzas Armadas profesionales (74%). Esa mayoría alcanzaba incluso a los electores de la derecha más extrema (68%). Las razones de esa postura nacían de un pragmático sentido de la realidad. El 79% de los españoles (y un porcentaje similar entre los electores de derecha y ultraderecha) veía el ejército profesional como “la única opción” ante el rechazo masivo de los jóvenes a cumplir el servicio militar.
Paralelamente, un 77% (y una tasa casi idéntica entre el electorado más conservador) consideraba el ejército profesional la mejor solución posible para modernizar unas Fuerzas Armadas que pudiesen cumplir eficazmente su misión. La paradoja en este caso residió en que fue la derecha en el poder la que suprimió el reclutamiento obligatorio dentro de los pactos con CiU para hacer a Aznar presidente, aunque los centristas de Adolfo Suárez ya habían prometido antes “la mili en tres meses”. En cambio, el PSOE de Felipe González se mostró reticente a suprimir el ejército de leva. Los ecos de la Marsellesa (“A las armas, ciudadanos”) debían resonar en el subconsciente de los líderes socialistas, pero no en el de sus votantes, que eran los más refractarios al alistamiento y a su impacto vital.
Los jóvenes muestran mayor predisposición, pero el rechazo al servicio militar supera el 50% entre ellos
Este rechazo desde la izquierda se ha proyectado hasta la actualidad, de modo que son los votantes de ese signo los que repudian en mayor medida la posible reintroducción del servicio militar obligatorio. Por el contrario, los electores de derechas parecen exhibir una actitud más favorable al restablecimiento de la “mili”.
Aun así, y salvo una amenaza tangible a la integridad territorial, es muy improbable que ningún Gobierno –ni siquiera uno en el que Vox sea determinante– restablezca la “mili” en España. Para entenderlo, basta con mirar en el interior de alguna de las encuestas que han indagado sobre el tema. Por ejemplo, un sondeo del Instituto DYM, realizado en marzo pasado para ‘20minutos’, revelaba que solo entre los votantes de Vox (60%) son mayoría los partidarios del alistamiento forzoso. Entre los electores del Partido Popular, esa tasa cae al 37%, y entre los del PSOE, al 33%. Y aunque todos los estudios detectan una mayor predisposición entre los más jóvenes, el rechazo al servicio militar siempre supera al 50% entre ese grupo de edad. Una oposición demasiado transversal como para que ningún gobierno pueda plantearse un retorno a la obligatoriedad.
