Madrid dio el pistoletazo de salida el viernes a la quinta edición del Festival de la Hispanidad, la cita cultural que nació en el 2021 bajo el paraguas de la efímera Oficina del Español, entonces dirigida por el ya amortizado Toni Cantó. Lo que en un principio fue visto como una ocurrencia institucional de Isabel Díaz Ayuso para contrarrestar el revisionismo histórico que emergió en América contra el colonialismo de España –y que unos meses antes había derivado en gestos simbólicos como la retirada de estatuas de Cristóbal Colón en varias ciudades–, ha terminado por consolidarse en la agenda autonómica como la gran “celebración global de la cultura en español”.
Los conciertos, bailes, y espectáculos callejeros se han ido multiplicando desde entonces. De los 850.000 euros de presupuesto y 98 espectáculos de la primera edición se ha pasado, en apenas un quinquenio, a los 4 millones y más de 200 actividades. Según ha cifrado la consultora Llorente y Cuenca, el impacto económico global asciende a 43 millones de euros –30 de los cuales corresponderían a gasto directo en turismo y ocio–.
Se trata de un éxito difícil de discutir. Pero el equipo de Ayuso quiere más. Empezando por alcanzar el millón de asistentes totales al festival. Por eso ha decidido trasladar el escenario principal de la Puerta de Alcalá, donde ya actuaron en su día Carlos Vives o Manuel Turizo, a la plaza de Colón. Un enclave que permite multiplicar el aforo hasta las 150.000 personas y que este mediodía estrenará la artista cubana Gloria Estefan con un concierto gratuito por el que el gobierno regional va a desembolsar 484.000 euros.
La Comunidad presume de generar un impacto económico de 43 millones de euros con una inversión de 4
“Hablamos de cifras importantes, pero es mucho más que eso, También es alegría, hermanamiento, concordia... Y es esa joya de la que siempre hablo que nos une, que es nuestra palabra, nuestro idioma y nuestra forma de pensar”, defendía días atrás el consejero de Cultura de la Comunidad, Mariano de Paco, para acabar de empaquetar esta particular resignificación de la hispanidad ideada desde la Puerta del Sol.
Sin embargo, y aunque el festival se vende como celebración, en todas sus ediciones ha asomado también el uso político a modo de munición para la batalla abierta entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno central. En el 2023, en plena negociación del PSOE con las formaciones independentistas catalanas para la investidura de Pedro Sánchez, Ayuso aprovechó la Hispanidad para contraponer mestizaje y nacionalismo. “Madrid recibe con los brazos abiertos a escritores, músicos, empresarios o familias que llegan con las maletas cargadas de talento buscando la libertad y la prosperidad perdidas”, afirmó comparando la situación catalana tras el procés con la llegada de España a América en los siglos XV y XVI. “¿Qué habría sido de Grecia, de Roma, de España o de Europa si hubiera imperado la incultura de silenciar al que piensa diferente?”, remarcó recordando el éxodo de miles de empresas catalanas a la capital.
Y la edición del 2025 no ha sido distinta. 24 horas después de que Alberto Núñez Feijóo presentara su polémico visado por puntos para inmigrantes –un sistema diseñado para premiar a quienes “acrediten mejor conocimiento cultural y capacidad de integración” frente a “la política del Gobierno de que entre quien quiera”–, Ayuso aprovechó el lema de este año, “Todos los acentos caben en Madrid”, para puntualizar su propia visión. “La inmigración hispana no es inmigración”, sostuvo. “Los hispanos no son turistas ni inmigrantes en Madrid porque están en su casa”.
Más Madrid denuncia los contratos a medida del Gobierno regional para artistas próximos al Ejecutivo
Ese relato “sesgado” no convence ni a Más Madrid ni a PSOE que se preguntan “qué ocurre con el resto de inmigrantes”. Ambas formaciones sostienen que lo que aparenta ser una celebración musical funciona como un altavoz callejero con el que disfrazar la estrategia identitaria del PP.
“Es una apuesta política ideológicamente dura por parte de Ayuso”, sostiene Pablo Padilla, diputado regional de Más Madrid. A su juicio, el lema de “todos los acentos” encubre una visión restringida de la hispanidad que privilegia a comunidades como la venezolana o la argentina, “que son a quienes ella se dirige en realidad. No hay más que ver el vídeo de la campaña para comprobar que se proyectan individuos con un fenotipo muy similar al español dejando fuera la diversidad real de América Latina. Es un racismo selectivo que le permite diferenciar entre migrantes buenos y migrantes malos, un esquema que ahora ha adoptado el PP nacional de Feijóo para distanciarse un poco del racismo más generalizado de Vox”, denuncia.
En una línea similar se pronuncia la portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, Mar Espinar, quien reprocha a Ayuso “equiparar de manera irresponsable” inmigración y delincuencia. Desde su partido alertan de que, en su afán por no perder terreno frente a Vox, los populares han terminado por “comprar la hoja de ruta xenófoba de Santiago Abascal, aunque con palabras edulcoradas”.
El PSOE cree que, en su afán por asfixiar a Vox, el PP está “comprando la hoja de ruta xenófoba” de Abascal
Las críticas se extienden también al manejo de los recursos públicos. Padilla señala que el festival, con sus crecientes presupuestos, funciona como una plataforma con “contratos a medida y guiños a artistas próximos al Ejecutivo autonómico”. Y, sin mencionarlo, apunta a Nacho Cano, quien actuó en la edición de 2024 tras “semanas de elogios públicos a la presidenta en diversos medios de comunicación cuando nunca antes se había significado políticamente”.
Pero más allá de ese posible clientelismo, el diputado señala una contradicción de fondo: “Lo que hace Ayuso es ofrecer de manera puntual acceso a eventos culturales que el resto del año resultan inaccesibles para la mayoría. Algo especialmente hiriente para buena parte del colectivo de inmigrantes, que vive en condiciones precarias en Madrid”.
La batalla de relatos está servida: mientras el Gobierno regional exhibe el festival como un éxito de proyección internacional y cohesión cultural, la oposición lo retrata como un escaparate ideológico sostenido con dinero público y una narrativa excluyente.