Hay un libro fabuloso del periodista Justino Sinova sobre cómo en la campaña de 1993 fallaron todos los sondeos. Apuntaban a una victoria sólida del PP frente al PSOE y, sin embargo, acabaron perdiendo los populares, como dice su título, por Un millón de votos . Fue la primera vez en la que erraron todas las encuestas en España. En el año 2016 volvió a suceder un 26-J: no hubo el sorpasso anunciado entre PSOE y Unidas Podemos y además el samurái que meditaba en Sanxenxo, Mariano Rajoy, acabó sorpassando a todos con un resultado que –casi 10 años después– es donde sigue estancado el PP: 137 escaños. En 1993 tenía 12 años y tuve que aprender lo sucedido en los libros de historia; en el 2016, por el contrario, estaba ahí, en directo, en el plató de Antena 3 con Vicente Vallès y Susanna Griso. Pero aún ocurriría por tercera vez: ese 23-J del 2023 en el que Alberto Núñez Feijóo esperaba una victoria incontestable para gobernar en minoría sin depender de Vox. Y no solo no sucedió, sino que ni tan siquiera sumaron con los de Santiago Abascal. Faltó mucho oficio. Feijóo, un piloto correoso, cometió un error capital: no medir bien lo que significaba ser el líder de la oposición con las expectativas más altas de la historia: 150 escaños. Sigue sin hacerlo cada vez que se centra en las cuitas, certificando la caída del Gobierno a diario, y no en la demanda electoral.
Estos días se ha armado un gran revuelo por la encuesta de Opina 360 (hoy el equipo compartirá, con transparencia y generosidad, los microdatos, su propiedad intelectual, para que todos los españoles puedan hacer sus propios estudios). Y sinceramente, al hilo de ese ruido, ha sido inevitable recordar cómo mis maestros, algunos de ellos que organizaron la transición, me enseñaron que cuando un sondeo apunta una novedad, lo más inteligente es siempre anotar un signo de interrogación. Pues nuestra democracia tiene una relación amor-odio con las cifras. Más aún en la derecha. La propia UCD, partido de gobierno, se desplomó en 1982, dejando tiritando a Gallup. Y eso que entonces no había ni industria demoscópica como tal.
PSOE y PP, aunque rivales, libran conjuntamente una guerra cognitiva contra el autoritarismo
Esta encuesta explica muy bien el porqué de algunos temas, de repente, en agenda (carnet por puntos en inmigración o el regreso del aborto) y, sobre todo, las tendencias en este momento en cada bloque: el PSOE más de siete millones largos de votos siendo el voto útil gracias a esa vía Palestina por la que recibe 680.000 electores de su izquierda; el PP 6.800.000 votos, tercero en fidelidad, como el partido de la sospecha, el menos claro, enviando a Vox un máximo de 1.400.000 votos; Vox, con más de 5.000.000 de votos siendo un vaso comunicante con el PP: todo lo que sube Vox, lo baja el PP. Mientras recibe un apoyo creciente de todas partes como voto protesta, incluidos 316.000 de los socialistas; con Sumar y Podemos, con más de 2 millones conjuntamente (casi en un esquema 1-1), dando votos al hermano mayor socialista en una nueva ley de la relatividad al otro lado: todo lo que bajan, lo sube el PSOE. Y créanme: estos datos los tienen los partidos. Todos acabarán yendo al sitio. Las certidumbres de hoy están ahí: gobernaría la derecha PP-Vox con 185 diputados y eso es como las Tablas de Moisés, sea el PP segundo o primero; aunque el PSOE, eso sí, podría intentar hacerse un Feijóo siendo primera fuerza. Cayéndose lo de la lista más votada.
Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal
En un contexto en el que no hay reunificación de los electorados de la derecha en Europa. Con Donald Trump apostando por el reemplazo y la quiebra del viejo orden social y liberal, explicativo de la UE. PSOE y PP, aunque rivales, libran conjuntamente además una guerra cognitiva contra el autoritarismo. Así, la inmigración, la vivienda, la energía, los algoritmos de las infraestructuras digitales y la inversión ética y moral de las sociedades, que permite lo de Gaza o lo de Kirk, son las piezas en el nuevo tablero. Vox se convertirá por ello en un fenómeno cada vez más transversal conforme pasen los meses hasta llegar a elecciones si no se da con la tecla pronto. Nadie puede ser un chaleco amarillo al mismo tiempo que un representante de los altos funcionarios del Estado. Por tanto, quien espere un PP en la cota 35% nos tendrá que explicar cómo piensan reducir a Vox al 12%, cuando Abascal está más cerca del 20% que del 10% y Feijóo más cerca del 25% que del 35%. No se trata, por tanto, del sorpasso (error) sino del Gran Reemplazo. Y la encuesta de Opina 360 es la manzana de Newton para todos.
Next Week
Enfrente
Inmigración, energía y vivienda, la dichosa brecha generacional, está detrás de todo. Además de este malestar existe un cansancio notable con la política que se asemeja por momentos al año 2014, cuando Podemos se situó enfrente y no a la izquierda. Y eso rima claramente con lo de Vox en la actualidad, con ese situarse enfrente y no a la derecha del PP. Los populares tienen a su electorado completamente dividido en la indefinición entre una Groko con los socialistas o un pacto nítido con Vox. No fijar posición y marcar un rumbo les lastra demoscópicamente.
El ojo de halcón
Fernández Vara
Conoció la victoria y la derrota y era por ello, como diría Theodore Roosevelt, “un hombre en la arena”, que luchaba valientemente por grandes entusiasmos y devociones.
No era un alma ni fría ni tímida, sino un político atípico que tenía una conexión especial con la gente.
Como adversario y luego compañero, Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta Extremadura en tres legislaturas y líder del PSOE extremeño entre 2008 y 2024, era, ante todo, una persona que hacía mejor este deporte, ciencia, arte y servicio público que es la política.