Quizás dentro de un tiempo nos podamos mirar con más perspectiva la escena insólita de un Parlament parando su actividad por la detención de una flotilla en apoyo a Gaza. No por menospreciar la gravedad del conflicto o la sensibilidad humanitaria, sino por contraste: ninguna sesión se ha suspendido por los miles de víctimas en la zona. Quizás algún día esta desproporción nos haga reflexionar sobre los marcos mentales que dominan la política catalana. Y también sobre un ecosistema político-mediático a menudo capturado por el ruido y por los extremos.
Mientras tanto, un Parlament que ya arrastra la fama de estar demasiado parado ha vuelto a dar imagen de inmovilismo. En ese contexto, la política útil debería ser noticia. Y aquí es donde Junts tiene una oportunidad de oro: entrar a negociar los presupuestos del Govern del PSC no como sumisión, sino como afirmación.
Un acuerdo de carril central desafiaría un contexto dominado por el discurso de extremos
El debate de política general que este martes comienza y, sobre todo, el debate presupuestario que vendrá después son el momento para que Junts decida si quiere continuar en el papel de voz de protesta o si aspira a condicionar el rumbo del país. Hay mucha gente que espera esa alternativa. Una definición que, por cierto, también haría falta por el lado socialista.
 
            El Parlament, durante el Debate de Política General de 2024
Y negociar no es renunciar. Es marcar perfil y credibilidad. Junts, como ha trascendido que hará en el debate de política general, puede poner sobre la mesa un paquete coherente de condiciones, como rebajas fiscales selectivas, apoyo a los autónomos y la industria, inversión territorial equilibrada y claves que impulsen una agenda nacional activa, para hacer valer su peso político. Y esto, a partir de cómo los socialistas lo encajen, se puede hacer también de cara a sentarse a hablar sobre presupuestos. No para regalar las cuentas, sino para demostrar que sin pactos no hay gobierno real.
Porque, de nuevo sin presupuestos, la maquinaria quedará aún más varada. Y aquí es donde Junts puede recordar que gobernar también es saber negociar. Esto obligaría al PSC del president Illa a arremangarse. Tendría complicado no corresponder de entrada, dado su discurso y el posicionamiento de sus socios de investidura.
Apostar por un acuerdo de carril central puede parecer arriesgado para un contexto acostumbrado al dominio discursivo de los extremos, pero puede ser el movimiento que rescate a una parte de la acción política que el país real echa de menos.
Porque si algo ha quedado claro es que el gesto no sustituye al resultado. Que el paro simbólico del Parlament no tapa la parálisis de un país. Y que, como Sísifo empujando eternamente la piedra montaña arriba, la política catalana parece condenada a repetir esfuerzos estériles, pero no es necesario resignarse a ello. Quizás ha llegado el momento de que alguien deje la piedra en la cima, aunque sea solo por un presupuesto. Quizás Junts. Quizá el PSC. Quizás ambos. Nos darán alguna pista sobre si esto es posible o pura utopía, esta semana en un Parlament en teórica plena actividad.
