Y si todo va tan bien

Y si todo va tan bien, si todo es tan sencillo ¿por qué este vacío que siento por dentro? ¿Se puede empezar por escuchar a Salvador Illa y acabar escuchando a Los Planetas? Sí. Lo que no se puede es enamorarse de una buena persona. Quererlo, respetarlo, valorarlo, sí, por supuesto. Cabe enamorarse de alguien bueno, pero no de una buena persona. No es lo mismo. Y tampoco es lo mismo que Catalunya marche que sentir que pasa algo con el país, con nosotros aquí y ahora, una sociedad en ebullición, en definitiva. Dame gestión, amor mío pero de tanto en tanto véndeme el alma por unas piedras que brillen. Y es que no me es suficiente con que me quieras, necesito que vayamos al cine, elijas una película que quizás no me guste y luego volvamos a pie a casa porque ya no hay ni bus, hablando de que las cuencas fluviales están a un 75,11% de su capacidad e interviniendo el mercado de la vivienda si nos ponemos muy locos.

Siete de octubre, tarde primaveral. A la puerta del Parlament, chóferes, coches negros y policías. 16,30 horas: comienza Illa su debate de política general. Al rato, ya me suenan Los Planetas. A los 40 minutos el president bebe agua. Cada tanto rato hay políticos que aplauden. También los invitados pero Josep Rull los riñe sonriendo. Ellos no pueden ni aplaudir o abuchear. De tanto en tanto, una tos que nadie se cree. Siempre son toses para decirse a uno mismo que sigue vivo, subido a una atracción que gira y es Catalunya que marxa.

Debería encontrar una tercera vía entre ser patriota y el tipo que viene a mirarte el contador del gas

El avión del Tibidabo marcha desde 1928 y se calcula que ha dado más de veinticinco veces la vuelta al mundo. Es una atracción segura. Personas adultas, niños y niñas pueden subirse tranquilamente a él. Propulsado por su propia hélice –sigue la web–, es una réplica del primer avión que hizo el vuelo Barcelona-Madrid. Lo construyó el Doctor Andreu. Illa acaba de decir cofoisme. Ésta no me la sé. Lo miro en Google. Actitud satisfecha y vanidosa hacia una situación propia determinada. Bien, tampoco podemos eso, J.

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El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, en su intervención inicial en el debate de política general en el Parlament

Ana Jiménez

Trato de apagar el vacío que siento por dentro y me digo que todo lo que dice el president está bien, es sencillo pero uno le exigiría un fundamento ideológico mejor explicado, una fe, un cierto liderazgo comisionado en este mundo de fundamentalismos a golpes de reels y emotividad delirante. Encontrar una tercera vía entre ser patriota y ser el tipo que viene a mirarte el contador del gas cada tres meses. Y es cierto que deberíamos aprender a ser el país que somos y no el que nos gustaría ser, aunque eso sea más aburrido, pero en el Tibidabo hay más atracciones que el avión del Doctor Andreu. Una montaña rusa, un salón de espejos y hasta una Casa de los Horrores, por ejemplo. Lo del avión del Doctor Andreu a ritmo de gestión nos puede llegar a desesperar y pasar a ser como una de esas parejas sin amor que puedes ver, un sábado a la tarde, comprando en tallas grandes de El Corte Inglés.

Esperanza o miedo, nos emplaza el president. Esperanza sí pero con alguna nota desafinada, por favor, algún objetivo sin poder cumplir, una misión suicida contra la mentira –“explicar 40 veces un apuñalamiento no lo convierte en 40 apuñalamientos”, fue la única canción que sonó como single, el president, en casi dos horas–, un leitmotiv que podamos tararear a la salida del concierto. Porque si no, acabamos escuchando a Los Planetas, vacíos por dentro pensando que igual no tenemos que ir a Ítaca pero sí disfrutar de ir a algún lado.

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