El duelo de arcabuceros que periódicamente mantienen Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se repitió ayer en el Congreso. A base de repetir el número al dueto se le agota la creatividad. El espectáculo que ofrecen es ya grotesco por reiterativo. De nuevo la sonrisa corrosivamente cáustica del presidente del gobierno y la letanía hiperbólica del jefe de la oposición. La primera vez sorprende, la segunda entretiene y la tercera aburre. La enésima resulta ya insoportablemente tediosa.
Feijóo hace tiempo que no ahorra munición. La mujer y el hermano del presidente, el fiscal general del estado, Santos Cerdán y José Luís Ábalos conforman para el líder gallego el repóquer de corrupción sanchista. Un repóquer que ahora se corona con la sospecha de financiación ilegal del PSOE, una vez acreditados los pagos en efectivo a sus dos exsecretarios de organización. A todo ello, el PP añade abiertamente desde hace semanas la acusación a Sánchez de haber vivido del dinero de la prostitución gracias al negocio de las saunas de su suegro.
Podemos quería llevar la tensión al máximo para ganar protagonismo
Material más que suficiente para que Feijóo aproveche la mayoría absoluta de los populares en el senado para citar a Pedro Sánchez en la comisión de investigación de la corrupción que a modo de aquelarre se han montado en la cámara baja los conservadores españoles. Este fue el anunció de cara a la galería que ayer protagonizó el líder gallego. Al que Sánchez respondió displicente y engreído con un irrespetuoso: ¡Ánimo, Alberto!
En el caso de haber dispuesto de otro turno de réplica, Feijóo hubiera podido responderle de la misma manera al presidente del gobierno: ¡Ánimo, Pedro! Pues lo cierto es que ambos van a necesitarlo.
Alberto Núñez Feijóo
Dejando a un lado a los dos mayores gallos del Congreso, lo cierto es que lo verdaderamente importante ayer en el hemiciclo no fueron las puyas de ida y vuelta entre el líder socialista y el popular, sino a las votaciones que debían servir para medir de nuevo el estado de salud del gobierno y de la mayoría de investidura.
Y en este sentido ha sido una buena semana para el gobierno. Podemos convalidó finalmente el decreto ley de embargo de armas a Israel y también hizo posible que saliera adelante la ley de movilidad sostenible, cuestiones con las que el ejecutivo se jugaba el tipo. Los morados han sustituido a Junts en este tramo de la legislatura y, como los de Puigdemont, también han adoptado un estilo de negociación que los hace creíbles en sus amenazas hasta el final.
Pero también como los junteros, de un modo u otro calibran hasta donde pueden apretar sin ahogar. Y esta semana, según parece, tocaba salvar al ejecutivo, tras llegar a la conclusión de que quizás en el caso de pasarse de frenada tendrían mucho más que perder que ganar.
Ayer tocaba darle aire a Pedro Sánchez, Dos bombonas. Aprobaron primero un embargo de armas a Israel que, efectivamente, lo es a medias o directamente no lo es, como venían denunciando los propios podemitas cuando aseguraban todavía que votarían en contra. Llevaban razón en este punto, puesto que un embargo total resultaría perjudicial para el ministerio de Defensa y para las fuerzas armadas.
Pero no se acabó ahí la generosidad de Podemos con el PSOE. Su abstención en la votación de la ley de movilidad fue la que permitió la aprobación del texto. En este caso, el precio del apoyo podemita es un acuerdo borroso, sobre la campana y nada transparente con Óscar Puente que permite al ministro asegurar que la ampliación del Prat no se retrasa y a Ione Belarra, secretaria general de podemos, afirmar todo lo contrario.
Parece lo que es. Al igual que con el embargo de armas a Israel, con la ley de movilidad sostenible Podemos quería llevar la tensión al máximo para ganar protagonismo para acabar aflojando a cambio de nada en el primer caso y de casi nada en el segundo.