El CNI pasa del silencio a la acción

Nueva serie de ficción

‘El Centro’ constituye un cambio de estrategia para mostrar la realidad de los espias dejando atrás el tiempo de la política de la discreción a toda costa

EL CENTRO

Una imagen de la nueva serie 'El Centro', basada en las actividades del Centro Nacional de Inteligencia

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Hubo un tiempo, que no queda muy atrás en las hemerotecas de los periódicos, en el que difamar al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) era tan gratuito como la certeza de saber que nadie iba a salir a desmentir la información. El pequeño Nicolás asegurando ser un enviado del CNI, el excomisario José Manuel Villarejo afirmando haber sido utilizado por los espías españoles para operaciones encubiertas, o las teorías de la conspiración –sin base ninguna– que sitúan al organismo al corriente de los atentados del 11-M en Madrid o del 17-A en Catalunya. Una institución que no reaccionó, por eso de mantener el sigilo, ante titulares que desprestigiaban su imagen –y la de sus más de 3.000 hombres y mujeres que trabajan en ella–. Pero algo cambió con el escándalo de Pegasus, en el que, por momentos, el independentismo le ganó la batalla del relato. Su política de comunicación cambió para salir, siempre con discreción, a defenderse. O abrir nuevas ventanas para respaldar por primera vez una serie de ficción que se adentra en las entrañas de los servicios de inteligencia.

Con esta filosofía se concibió El Centro (Movistar Plus+), un thriller de seis capítulos protagonizado por un Juan Diego Botto que dirige a un equipo de espías que trata de desmantelar una operación de los servicios de inteligencia rusos. Cada minuto que pasa es cada vez más deducible que el CNI ha colaborado, sin revelar secretos, en las tramas que se cruzan en los capítulos. Como la CIA participó en Homeland.

La serie trata amenazas actuales para España, como la infiltración de espías rusos a través de Latinoamérica

El hilo que vertebra la ficción es una amenaza que se recoge cada año en el Informe de Seguridad Nacional, pero que apenas acapara espacio en los medios de comunicación –básicamente por la dificultad de acceder a fuentes fiables para armar un artículo de estas características–: la infiltración de espías rusos en España a través de países de Latinoamérica para perpetrar sobre el terreno sabotajes contra infraestructuras críticas. También se ha llevado a la pequeña pantalla, con las licencias narrativas que permite, la amenaza de la desinformación, uno de los grandes quebraderos de cabeza de los gobiernos occidentales. De hecho, en el último informe de Seguridad Nacional se insiste, en lo referente a amenazas híbridas, en el peligro de las campañas de propaganda y desinformación de la órbita del Kremlin encaminadas a incrementar las divisiones sociales o políticas del país. Rusia aprovechó la dana de Valencia para promocionar la desconfianza ciudadana en las instituciones.

Elisabet Casanovas en una imagen de la serie

Elisabet Casanovas en una imagen de la serie

Movistar Plus

El Centro, creada por David Moreno y dirigida por David Ulloa, también se adentra en temas tan sesudos como el espionaje industrial o tan intrigantes como la investigación para descubrir un topo entre sus filas. De nuevo, la serie remite a temas de total actualidad, como la detención de dos agentes del CNI por pasar presuntamente información clasificada a los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Aquí, de nuevo, existen concesiones a la ficción en beneficio de la trama –y del espectador–, como en las subtramas familiares y amorosas que envuelven a los personajes.

La tramas evidencian la implicación de los profesionales del CNI por primera vez en una ficción patria

El creador de la serie pensó que la trama rusa, con ecos de la guerra fría, sería una apuesta segura. Además, los agentes que la órbita del Kremlin pretende introducir en España provienen de países latinos: una oportunidad para poder exportar la serie de Movistar. El origen escogido es El Salvador, con el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la obra faraónica construida en mitad de la nada que simboliza la polémica política de seguridad del presidente salvadoreño, Nayib Bukele. De nuevo, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

También hay momentos para los chascarrillos, que se vuelven dardos para quien corresponda. Los protagonistas no “pinchan teléfonos”, sino, como dice uno de los agentes, “vamos al magistrado”, en referencia al encargado del Tribunal Supremo de autorizar las intervenciones telefónicas motivadas por parte del CNI, cuyas instalaciones se reproducen en la ficción de manera bastante fidedigna, pese a que solo se ha rodado en ellas un par de secuencias.

Tras el caso Pegasus hubo un cambio de rumbo en la política de comunicación para conocer su realidad

Los creadores han explicado estos días que los ciudadanos “realmente” no conocen el mundo de la inteligencia, por lo que su reto era el de contar algo verosímil, realista, para quitar perjuicios sobre el organismo que dirige Esperanza Casteleiro, quien cambió la estrategia de comunicación del centro, encargándosela a quien conoce las entrañas del CNI –y no a alguien ajeno–.

Aunque no está confirmada una segunda temporada aún, las amenazas a las que se enfrenta El Centro dan para muchos capítulos más.

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