Los microdatos del CIS son transparentes. Con 4.000 entrevistas largas sigue siendo la muestra más sólida y amplia de la demoscopia española. Y, por tanto, quien allí quiera hallar certidumbres para sus estimaciones privadas, a buen seguro que las encontrará. No conozco a ningún profesional mínimamente serio que no lo confiese, al menos, por lo bajini. Todo lo demás, cuando se es estratega en esta Fórmula 1 que es la política, no debe interesar nunca porque es ruido y entretenimiento, vieja consultoría promovida por una industria del relato que se ha emancipado sobre sí misma. Desde que Opina 360 publicó su primer sondeo, anticipando con sus microdatos una corriente de fondo en la prospectiva electoral en España, todas las encuestas están yendo al sitio en el reparto simbólico de posiciones, produciéndose incluso reportajes estos días –en medios de todo signo político– sobre las claves que arrojaban aquella encuesta.
Por ejemplo: uno, si no quieres que gobierne Vox, votas PSOE; dos, si no quieres que gobierne Sánchez, votas Vox. Dejando al PP sin una causa-espacio clara; dándose con ello todo el mundo cuenta ahora, eureka, que tres, si Vox sube mucho (a costa del PP), la derecha pierde escaños (hasta 16). Una certidumbre que está en la Loreg desde 1977. También que se pueden obtener casi 170 escaños en España con sólo el 36% de los votos como hizo dos veces la UCD. ¿Quién los cogiera, verdad?
El bipartidismo retrocede 2,5 millones de votos respecto al 23-J; la palabra del momento vuelve a ser 'antipolítica'
La vía Palestina ha servido a Pedro Sánchez para capear el temporal de las cuitas, pero ya se ha acabado. Llegando demoscópicamente hasta el apretón de manos con Donald Trump en Egipto. Hoy el PSOE ganaría las elecciones, sí, pero los números son crudos: no hay aritmética de izquierdas ni plurinacional para reeditar la actual coalición. Tomen nota por ello los zahoríes del Madrid DF que, a cada día, tratan de adivinar cuándo las convocará. De momento, el presidente no tiene los números. Y nunca se convoca para perder.
A Sánchez le continúa faltando un propósito mayor para convocar generales y movilizar ese millón de votos necesario para que su bloque iguale el resultado del 23-J. No ha sido Palestina, ni el miedo a Vox, ni el aborto, ni cualquier otro tema de valores y derechos que conecte con la vieja agenda progresista. No olviden nunca que hay un votante del lado izquierdo que hasta la última semana no decidirá su movilización y será entonces cuando tenga que estar armado el propósito. El PSOE tiene un grave problema: cede actualmente casi 600.000 votos del 23-J al PP y Vox, siendo el bloque de la izquierda quién cede votos al bloque de la derecha y no al revés.
El saludo de Sánchez y Trump en Sharm el Sheij (Egipto), hace una semana
Ese muro de cristal entre bloques se ha roto. Imagínense, de hecho, dónde estaría ahora mismo Alberto Núñez Feijóo si no tuviera cerca de 350.000 de aportación socialista. En concreto, podría ser peor incluso con ellos: pues, si agregamos los votos de SALF a Vox, Santiago Abascal estaría a sólo un millón de votos de Feijóo. ¿No les recuerda esto a junio del 2016 cuando Podemos estuvo a nada del sorpasso al PSOE? Con un matiz: esta lucha insomne no se trata del sorpasso político al PP, sino del reemplazo cultural.
El bipartidismo retrocede además 2,5 millones de votos respecto al 23-J. Menos de 6 de cada 10 votantes le dan su apoyo con una mayor participación. La palabra del momento vuelve a ser, otra vez, antipolítica. Sube la participación, sube Vox, suben los plurinacionales, suben los blancos y sube Otros, donde el Pacma y otros se convierten en refugio a la espera de aire nuevo. Que 600.000 votantes de Sánchez ahora engrosen la derecha –cuando no lo han hecho antes– no se debe a la amnistía ni al conflicto territorial ni a la financiación singular. Se trata de una corriente de fondo y quien sepa conectar con ella reuniendo contexto, técnica y prospectiva, tendrá un caballo de ventaja en esta carrera electoral agotadora. Es acertado estar en La Revuelta (nos encanta, ya sólo falta Gabriel Rufián y, por qué no, Feijóo, que debería), pero ahí no están esos votos. Tampoco en la vía Palestina, que no puede con todo. Esa transferencia entre bloques empieza a decantar hoy la balanza hacia el lado derecho de una manera irreversible con hegemonía Vox, que haría incluso inútil el acuerdo necesario entre Sumar, Podemos e IU. Lo dicho, quien quiera hallar certidumbres las encuentra en las cifras. Y como botón, esta muestra. Hubo un tiempo en el que “Hacer que pase” era más que un eslogan. En política lo inevitable puede no ser definitivo.
Next week
Doce millones de votos
Si sumamos la transferencia directa de PSOE a Vox, más los nuevos votantes de Vox, que son casi medio millón, más los abstencionistas que también rescatan, tendremos un millón de votos que permiten a la derecha, por primera vez desde el gran resultado del samurái de Sanxenxo, Mariano Rajoy, en 2011, superar los 12 millones de votos. Hoy, PP, Vox y SALF superarían ligeramente ese resultado en votos, situándose estos días en los 189 diputados. Una mayoría cómoda que rima mucho a los 191 diputados de 2011 con PP (186) y UPyD (5). Ojito.
El ojo de halcón
Transversalidad
La transversalidad de Vox nos recuerda a Aliança Catalana. Cuando Podemos entró en 2015 cambió todas las aritméticas. De hecho, el desenfoque estratégico del PSOE en 2016 permitió que la nueva aritmética, la plurinacional, no se virtualizara hasta la moción de censura. Algo parecido le empieza a suceder al PP, que pierde votos muy diversos, a excepción de la transferencia troncal que recibe del PSOE. El sistema, a izquierda y derecha, debiera de olvidarse del relato cuando analice las encuestas. Ahora mismo solo hay una aritmética: la de derechas.