No merece la pena discutir qué fue primero, si la conversión de los informativos en espectáculo, o de la política en un show. El resultado es el mismo: la política, convertida en gestos que se agotan en sí mismos. No intentan ir más allá, solo que quede el impacto de imágenes potentes, aunque lo sean cada vez menos. Los medios de comunicación se acercan a la política desde elementos que hace años se reservaban al entretenimiento, con lo que la discusión profunda, el análisis riguroso o el intercambio de opiniones no tienen cabida.
Pues para espectáculo, el que veremos el día 30. No hace falta ser muy audaz para vaticinar decenas de cámaras apuntando al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, entrando en el Senado, compareciendo ante la llamada comisión Koldo, que investiga la corrupción por el supuesto cobro de comisiones en contratos públicos de mascarillas durante la pandemia de la covid, caso en el que está imputado el exministro José Luis Ábalos. Pero ¿qué veremos aparte de los focos, las afirmaciones solemnes y las acusaciones, no sabremos si gratuitas o certeras, que llenarán horas y horas de programación? Pues poca cosa. Eso creo.
El PP no busca aclarar nada al citar a Sánchez en el Senado, solo ponerle en un brete
El caso se está instruyendo en el Tribunal Supremo. Es decir, es un caso judicializado. ¿Qué puede decir Pedro Sánchez ante una comisión del Senado, cuando cualquier dato que proporcione puede ser utilizado judicialmente? No digo que el presidente no contestará a las preguntas que le hagan, pero sería lo lógico. Está obligado a acudir a la Cámara Alta, pero no a declarar. Es lo que hizo hace tres meses en su comparecencia ante el juez Peinado, como testigo, en el caso que se sigue contra su esposa, Begoña Gómez. ¿Por qué iba a hacerlo ahora? Pero si decidiera responder, el espectáculo sería el mismo, o mayor, aunque dudo que aclarara algo.
Pero estoy convencida de que el PP, Alberto Núñez Feijóo, no pretende aclarar nada, solo poner al jefe del Ejecutivo en el brete de ser el primer presidente del Gobierno en ejercicio que tiene que comparecer en una comisión de investigación para dar cuenta de sucesos acaecidos durante su mandato. Solo José Luis Rodríguez Zapatero tuvo que sentarse, pero para hablar del 11-M, es decir, de algo que había pasado en época de Aznar.
Feijóo, en un acto del PP
Algo similar ocurriría si Pedro Sánchez concretara lo que insinuó hace una semana, de someter a referéndum la necesidad de que el aborto se convierta en un derecho reconocido en la Constitución. Un referéndum consultivo, previo a cualquier reforma constitucional, para la que los grupos que sostienen al Gobierno no tienen mayoría. Necesitan al PP para hacer cualquier modificación, aunque sea la que se indica desde el Ejecutivo, que no incluiría el aborto entre los derechos fundamentales, sino entre los principios rectores que inspiran la política social y económica. Es decir, sería un derecho como el contemplado en el artículo 47, el derecho de los españoles a una vivienda digna. Hacer que fuera un derecho fundamental implicaría un referéndum, pero también la disolución de las Cortes. De nuevo lo que se pretende es poner, en este caso a Feijóo, ante un problema interno de su partido, dividido sobre el aborto.
Y así podemos buscar, tan solo en la semana pasada, más anuncios que en realidad no supondrán nada en la práctica. Además de estos dos ejemplos expuestos anteriormente, el PP ya ha anunciado que llevará al Gobierno al Tribunal Constitucional por no presentar los presupuestos. Lo hará desde el Senado, donde tiene mayoría absoluta, con el argumento de que así se priva a la Cámara Alta de su derecho a debatir y aprobar las cuentas. Seguramente tendrá muy poco recorrido legal, pero ahí estarán las acusaciones políticas. Una acción demasiado solemne para el objetivo que se busca, mostrar la debilidad del Gobierno, pero que contribuirá al espectáculo.