La hora del cambio

La hora del cambio
Mar de fondo

Sonó ayer la música del tercio de banderillas en el Congreso. Y Miriam Nogueras, la líder de los junteros en Madrid, hizo una faena impecable. Clavó los tres pares con acierto en la joroba de Pedro Sánchez. Sabido es que esta es la suerte que en la lidia antecede a la última y definitiva: el de muleta y muerte del toro. Y hacia ese escenario metafórico nos dirigimos. Sin prisa, pero sin pausa. Y con una salvedad nada menor, pues es esta una corrida de lo más especial que no contempla estocada final. El morlaco, llegado el caso, deberá claudicar por sí mismo, rendirse por agotamiento.

Nogueras iluminó la estrategia en la que Junts ya se ha instalado con esta frase dirigida al presidente del Gobierno: quizás convenga hablar menos de cambios de horario y más de la hora del cambio. Se ganó, claro, los titulares de la jornada. Escuchándola era fácil imaginarse a Carles Puigdemont en Bélgica hablando consigo mismo: me encanta el olor de napalm por la mañana.

Junts trabaja para dejar de ser percibido como un partido del bloque de investidura

Para los junteros resulta evidente, a tenor de los hechos, que el sanchismo es cada vez más incompatible con la credibilidad del ideario que intentan reconstruir para proyectarse hacia el futuro. ¿Cómo permanecer al lado de un gobierno que saca pecho a diario de izquierdista a medida que tu electorado va derechizándose?

Sánchez representa ahora mismo lo contrario de lo que Junts aspira a convertir en la columna vertebral de su proyecto político alternativo a la izquierda en Catalunya. Los de Puigdemont pivotan con insistencia sobre la necesidad del control inmigratorio para frenar el número de llegadas de extranjeros, la urgencia de bajar impuestos, la defensa de la propiedad privada combatiendo la ocupación ilegal y la mano dura contra la multirreincidencia.

Pleno en el Congreso de los Diputados Jose Zaragoza Miriam Nogueras Gabriel rufián Junts

Míriam Nogueras

Dani Duch

Mientras tanto, el PSOE y Sumar mantienen varadas las iniciativas legislativas de Junts para combatir la ocupación y la multirreincidencia. Siguen subiendo los impuestos en frío, negándose por ejemplo a deflactar el IRPF para adecuarlo a la inflación. Y son claramente proinmigración, con el ánimo de seguir apuntalando el discurso de un crecimiento económico certificado por unas cifras macro que poco o nada dicen ya de la evolución del poder adquisitivo de muchos ciudadanos.

Agua y aceite. El desencuentro, ineludible, se agrava por el inevitable fracaso de las negociaciones que en Bélgica han ido manteniendo socialistas y junteros para atender a las cuestiones de matriz identitaria que justificaron la investidura. Con o sin mediador, con o sin Cerdán, con o sin Zapatero, no tienen estos males remedio. Y con esta pata quebrada no hay manera de mantener en pie el taburete.

Nada tiene de casual el discurso de ayer de Nogueras que, por otro lado, podrían rubricar Alberto Núñez Feijóo o Santiago Abascal. Junts trabaja para dejar de ser percibido como un partido del bloque de investidura para pasar a ser únicamente un partido de oposición. No son pocos los junteros que a estas alturas consideran a Sánchez material tóxico del que uno ha de protegerse. Endurecer el tono de esta guisa equivale a vestirse con un traje de protección biológica.

A esta estrategia le falta únicamente el momentum. El anuncio formal en el que, utilizando la terminología de Junts, se solemnice que el crédito del PSOE no es que esté en duda o sea escaso, sino que está, sin vuelta atrás, irremediablemente agotado.

Ya en agosto, Carles Puigdemont enseño las cartas que tenía guardadas para el futuro más inmediato. Quizás en otoño ocurran cosas que hasta ahora no han pasado, advirtió el expresidente de la Generalitat. Pues bien, estamos en otoño. Y la frase de ayer de Miriam Nogueras, abriendo la puerta a la hora del cambio, es el sonido de las cornetas. Estemos atentos a nuestras pantallas.

¡Ojo! En lo que se trabaja es en un punto y aparte. No en un punto final. El matiz es relevante. No se trata de hacer caer al Gobierno ni de fantasear con mociones de censura. Sino de dejar meridianamente claro que no estás a su lado, sino muy lejos. Tomar distancia para cuando sea que se produzca el derrumbe o se acepte la realidad de que ya no existe algo parecido a una mayoría de investidura y se convoquen elecciones. De ahí lo especial de esta corrida: banderillas sí, estocadas no. Con sangre, cada vez más, pero sin muerte.

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