Detectives parlamentarios

Comisiones de investigación

Tras la supuesta voluntad de aclarar incidentes o gestiones dudosas, las comisiones de investigación son un arma política

MADRID, 23/10/2025.- Ana María Fuentes Pacheco (i), integrante de la Secretaría de Organización del PSOE, comparece en la Comisión Koldo del Senado, este jueves en Madrid. EFE/ Víctor Lerena

Una sesión, esta semana, de la comisión del caso Koldo en el Senado, en la que comparecerá Pedro Sánchez el próximo día 30

Víctor Lerena / EFE

Nunca como en esta legislatura se había visto un afán detectivesco tan notable en el Congreso y el Senado: nueve comisiones de investigación han creado entre ambas cámaras en solo dos años. Sería una productividad encomiable si todas estas comisiones tuvieran actividad y se dedicaran a la finalidad para la que se instituyeron, que es buscar esclarecer unos hechos o una gestión, y no como arma política y electoralista. Sin embargo, la realidad es que a menudo los grupos parlamentarios las crean y luego las activan o las dejan en reserva según les convenga.

Esta semana el bloque progresista en el Congreso ha dado nuevo oxígeno a dos comisiones de investigación que afectan al PP: una sobre la gestión de la dana, que ha citado al presidente valenciano Carlos Mazón, y otra sobre la operación Catalunya y el uso del programa Pegasus para espiar al independentismo. En paralelo, la comisión del caso Koldo, impulsada por los populares, trabaja a todo gas en el Senado –ya supera las ochenta sesiones– y ha citado para el próximo jueves, 30 de octubre, al presidente Pedro Sánchez.

El PP tiene grandes esperanzas en ese interrogatorio al jefe del Ejecutivo. No tanto por lo que pueda aportar al caso, que por otra parte ya se investiga en sede judicial, sino por el logro político de sentar a Sánchez ante una comisión de investigación, una cita a la que está obligado a acudir –para no incurrir en desobediencia– y en la que los grupos le plantearán por turnos sus preguntas. Será una oportunidad para que algunos senadores busquen el minuto de gloria. El pasado jueves, en esta comisión, un senador del PP le espetó varias veces un dramático “míreme a los ojos” al exgerente del PSOE que se acogía a su derecho a no declarar, alegando que está citado como testigo en la causa judicial y lo que dijera podría perjudicarle.

En realidad, nadie que sea citado ante una comisión de investigación está obligado a declarar, pero faltar “a la verdad” puede tener consecuencias, que recoge el Código Penal. A la vez, otra ley prescribe que si en una comparecencia hubiera “indicios racionales de criminalidad”, estas manifestaciones deberían ser puestas en conocimiento de la Fiscalía.

Además de las Cortes Generales, también los legislativos autonómicos pueden crear comisiones de investigación sobre cualquier asunto de interés público dentro de sus competencias. Pero, como sucede en los plenos, son las mayorías las que imponen qué asuntos se investigan y hasta dónde, y a quién se llama a comparecer. En este sentido suelen ser poco útiles para dirimir responsabilidades y en cambio crean un terreno en el que se prolongan luchas políticas a menudo ajenas a los intereses de los ciudadanos.

Jesús Palomar, profesor de Ciencia Política en la UB

“Hay que replantearse estas comisiones si solo buscan el desgaste del adversario político”

La primera comisión de investigación, en 1981, fue mixta Congreso-Senado, sobre la intoxicación masiva con aceite de colza. En los años siguientes, ambas cámaras por separado han creado cerca de medio centenar de comisiones para investigar desde escándalos financieros a accidentes aéreos y ferroviarios y catástrofes naturales, y por supuesto presunta corrupción y gestión dudosa de gobiernos, también los anteriores. Y en muchos casos estas comisiones se han utilizado como herramienta política y electoralista. Es habitual que los parlamentarios, más que hacer preguntas al compareciente –sea un político o técnico– que puedan ir al fondo del asunto, se centren en buscar un titular.

Siendo así, ¿tiene sentido crear estas comisiones? “Tiene todo el sentido. Son un espacio en el que la oposición puede investigar asuntos que le parezcan sospechosos y los gobiernos pueden defenderse y establecer un nuevo relato, y han sido de utilidad en algunos casos, aunque el impacto principal es en términos de comunicación estratégica”, afirma Xavier Peytibí, consultor de comunicación política en Ideograma.

Xavier Peytibí, consultor de comunicación política en Ideograma

“Veremos si el senador del PP se luce ante Sánchez o se limita al argumentario habitual”

Como instrumento de comunicación política, Peytibí augura que la comparecencia de Sánchez en el Senado se va a preparar como si fuera un debate electoral. “Para el PP, si el senador se luce y no basa su interrogatorio en el argumentario habitual, es una oportunidad de promocionar una cara nueva, y Sánchez tiene que vigilar no generar ningún error”, añade.

Más crítico, el profesor de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona (UB) Jesús Palomar defiende la necesidad de replantear el funcionamiento de las comisiones de investigación. “Los partidos están en campaña electoral permanente y con las redes sociales se incrementa el uso pervertido y perverso de estos instrumentos parlamentarios. No hay más que ver que solo difunden en redes sus propias intervenciones, solo la pregunta que ellos plantean, que a veces es más un mitin, y pasan de la respuesta”, subraya.

Y va más lejos al apuntar los riesgos de mantener estas comisiones si favorecen la estrategia de desgaste político. “No tiene sentido incrementar el odio político o los ataques personales. Lo que está en juego no son los partidos, sino la confianza en las instituciones, en la democracia o en ir a votar y eso es peligroso”, subraya.

Será difícil que los partidos prescindan de estos instrumentos que les permiten desgastar al adversario. El PP reclamó el martes al Congreso que active ya la comisión para investigar el apagón del 28 de abril, y Sumar intenta poner en marcha otra sobre las actividades de la pareja de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.

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