La inseguridad se ha colado entre las preocupaciones de los vascos, hasta el punto de que en algunos entornos urbanos se sitúa ya como el principal problema a ojos de la ciudadanía. El caso de Bilbao es paradigmático. En un reciente estudio elaborado por el Ayuntamiento, la mitad de los encuestados citaron la ‘falta de seguridad’ como el principal problema de la ciudad. Los datos coinciden con los de una encuesta de ETB, la radiotelevisión pública vasca, en la que, además, la seguridad aparece como la segunda preocupación en San Sebastián y Vitoria. En el conjunto de Euskadi, mientras, ha escalado hasta situarse como la cuarta preocupación, según el Sociómetro vasco.
La coincidencia de estos estudios con el crecimiento de algunos delitos (especialmente, robos con fuerza y agresiones sexuales) ofrece poco margen a la complacencia. La cuestión está en la calle, en el bar y en las familias. Se da la circunstancia, además, de que esta preocupación se ha disparado en poco tiempo. Y el PNV, que siempre ha presumido de saber leer a la sociedad vasca, ha optado por moverse.
En los últimos días, la portavoz del PNV en el Congreso, Maribel Vaquero, ha interpelado a Pedro Sánchez ante la “falta de medios” para combatir la multirreincidencia y le ha instado a dar cauce a la iniciativa de Junts para combatirla: “La seguridad inquieta en nuestras calles. Es mejor encontrar soluciones juntos y cuanto antes con medidas razonables”. No deja de ser elocuente que el PNV dedique su pregunta mensual en el Congreso a esta cuestión.
En paralelo, en el País Vasco, el portavoz parlamentario jeltzale, Joseba Díez Antxustegi, es claro al sintetizar la posición de su partido: “Ni el populismo y la exageración de la ultraderecha, ni el buenismo y la negación de los problemas de la izquierda. El PNV pisa la calle, los bares y las fábricas. Tenemos un problema enorme con la multirreincidencia, y lo que debemos hacer es resolverlo”.
Los nacionalistas vascos creen que la incomparecencia no es una opción, y apuestan por ocupar un espacio, que consideran centrado, como el mejor blindaje ante tentaciones populistas que puedan romper el tablero político vasco. La cuestión, en cualquier caso, es sensible, ya que se entrecruza a menudo con el debate sobre la inmigración. Y ahí el terreno se vuelve más resbaladizo.
El PNV ha sido claro al señalar que la principal correlación de la delincuencia se da con respecto a la situación socioeconómica. Los jeltzales, no obstante, creen necesario reconocer que algunos problemas de seguridad están relacionados con determinados perfiles. “Tenemos en Euskadi personas acostumbradas a utilizar armas blancas; muchas son de origen extranjero y no están arraigadas en nuestra sociedad”, señaló Bingen Zupiria, consejero de Seguridad del Gobierno vasco. En términos similares se expresó el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto: “Tenemos un problema con el uso de las armas blancas en culturas donde muchas veces el valor de la vida es diferente al que tenemos nosotros”.
Estas declaraciones han generado reacciones críticas y algunos aspavientos en el ámbito político o entre los sindicatos, aunque de menor intensidad de la esperada. Lo mismo ha ocurrido con las reacciones a la decisión de que la Ertzaintza comunique el origen de los detenidos, más templadas de lo esperado. Y es que en este punto conviene hacer un ejercicio de honestidad: los dirigentes del PNV no son los únicos que reconocen en privado una preocupación creciente entre sus bases y un abismo entre lo que se dice en el Parlamento vasco y en la calle.
¿Corre el PNV el riesgo de escorarse en exceso en esta cuestión? De momento, los jeltzales están cómodos en un espacio que, entienden, les sitúa entre “la exageración del problema y su negación”. Es la misma opción discursiva, por cierto, que han fijado en materia de inmigración. El lehendakari, Imanol Pradales, lo expuso en el Open Arms, cuando retó a “los populistas y cobardes que hablan de hundir la nave” -en alusión a Santiago Abascal- a acercarse “al drama humanitario de la inmigración”, matizando que se debe abordar huyendo tanto de los discursos “populistas como de los buenistas”.
El PNV, no obstante, necesita más que palabras, y en seguridad apuesta por medidas como la iniciativa de Junts o el impulso a los juicios rápidos. El debate se volverá más áspero a medida que se acerquen las municipales, y es uno de los temas en los que se la juega.

