Las victorias de Ernest Lluch

Opinión

Anna Pávlovna organizaba veladas en su casa para la alta sociedad de San Petersburgo. Según la describe Tolstói en Guerra y Paz, la dama de honor de la emperatriz María Fiódorovna, esposa del zar Alejandro III, se afanaba para que los grupos de invitados mantuviesen una conversación constante. Como Pávlovna, Ernest Lluch pasó buena parte de su vida uniendo a gente para que hablara e impulsara proyectos que todavía perviven. Lo hizo en Barcelona, en València, en Madrid, en Santander, en San Sebastián, en Zaragoza, en Maià de Montcal y en otras geo­grafías.

A partir de los años sesenta participó con Ramon Trias Fargas en trabajos sobre la relación entre economía y territorio, balanzas comerciales que, a la larga, a través de estudios de otros economistas, plantearían la necesidad de una financiación adecuada para los distintos territorios del Estado.

Lee también

Un sabio apasionado por la política

Lluís Foix
ENTREVISTA A ERNEST LLUCH

Lluch planteó que dialogar, aunque sea con las tinieblas, no es perder

Como investigador de pensamiento económico, Lluch abrió una brecha en los estudios sobre el austriacismo durante el siglo XVIII, perdida ya para los Austria la guerra de Sucesión. Desde entonces, Joaquim Albareda y otros historiadores han profundizado en el período. Y también Ernest, con Miguel Herrero de Miñón y demás colegas, planteó propuestas para unas Españas diversas, múltiples, no uniformes.

En el Ministerio de Sanidad y Consumo, entre 19 82 y 1986, Lluch impulsó la ley general de Sanidad, un logro del que hoy se benefician millones de ciudadanos que ignoran el nombre de su promotor. Recibir atención sanitaria presentando una tarjeta es un logro mayúsculo que solamente aquellos que han nacido contando con él pueden menospreciar.

El ministro de Sanidad, Ernest Lluch, presenta, ante la Cámara Alta, el Plan Nacional sobre Drogas, durante la celebración de un pleno monográfico en el que los grupos parlamentarios hicieron un llamamiento a ala población para que se conciencien sobre la gravedad del problema

El entonces ministro de Sanidad, Ernest Lluch, presenta el Plan Nacional sobre Drogas en 1985

EFE

Lluch planteó que dialogar, aunque sea con las tinieblas, no es perder. Hoy la desaparición de ETA y la participación de la izquierda abertzale en la democracia parlamentaria es una victoria como pocas, que solo desmerecen quienes no han vivido los años de plomo.

En su faceta de articulista, Lluch planteó la complejidad de afrontar la identidad propia y de conjugar identidades. También la necesidad de integrar a los recién llegados. Y de proporcionar a sus hijos ascensores sociales para evitar excluirlos de la estructura política y que, resentidos, impulsen partidos que nieguen incluso a las propias instituciones de autogobierno. Reflexiones de gran utilidad para el fenómeno migratorio actual.

Desde la pasión y el optimismo, Lluch contribuyó a cambiar la cultura perdedora del barcelonismo, y su Barça consiguió triunfos futbolísticos inimaginables para una afición resignada a salvar la temporada con trofeos menores o con victorias ligueras ante el eterno rival.

Lluch no era santo, ni lo pretendía. Perdió muchas batallas. Y, por supuesto, populares, independentistas e incluso sus propios socialistas pueden criticar algunas de sus posiciones políticas. Sin embargo, todos ellos serían necios si hoy, cuando se cumplen 25 años de su asesinato, no supieran ver en su figura ideas que obligan a repensarnos. Algo que tan solo los intelectuales de calado pueden lograr.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...