La central atómica Josep Pla

ENERGÍA Y POLÍTICA

La producción de electricidad tiene una muy desigual base territorial en España

PENINSULAS JULIANA CENTRAL ATOMICA JOSEP PLA

Josep Pla fue defensor de la energía nuclear 

Josep Pla, periodista, escritor, gran figura de la literatura catalana, fue un firme defensor de la energía nuclear. Tanto es así que en 1965 puso en marcha una discreta campaña en favor de la construcción de una central atómica cerca de la playa de Pals, en la Costa Brava. Hoy nos puede parecer una locura, pero la propuesta llegó a la mesa del subsecretario de la presidencia, almirante Luis Carrero Blanco. Escribí en Guyana Guardian sobre este singular episodio hace quince años y quizás sea interesante recordarlo hoy, cuando la energía atómica vuelve a tener firmes apoyos en los grandes despachos de todo el mundo y el debate sobre la continuidad de las centrales nucleares adquiere una especial significación en Catalunya.

Pla vivía en una masía de Llofriu (Palafrugell), vestía como un payés, fumaba como un payés, hablaba a veces como un payés, describía como nadie los magníficos paisajes payeses del Empordà, interpretaba el papel de un sardónico payés distanciado del mundanal ruido (véase la célebre entrevista con Joaquín Soler Serrano en el programa A Fondo de TVE), pero era un defensor a ultranza de la industria. Y era también un gran admirador del general De Gaulle. Por ello se entusiasmó cuando supo que la República Francesa proponía al gobierno de Franco la instalación de una segunda central nuclear en España, con tecnología francesa, ubicada en un lugar no muy lejano de la frontera. La primera central nuclear española se estaba construyendo en el municipio de Almonacid de Zorita (Guadalajara) con tecnología norteamericana —reactor Westinghouse—, en el marco de los acuerdos de cooperación con Estados Unidos.

De Gaulle, que había puesto en marcha un ambicioso proyecto nuclear con tecnología propia, quería poner pie en España. Estaba dispuesto a comprar parte de la energía que produjese esa central, por ello pedía una ubicación cercana a la frontera. Pla se entusiasmó. Con un grupo de amigos inició una silente campaña para que la oferta gaullista se materializase en unos terrenos situados cerca de la desembocadura del río Ter, junto a la playa de Pals. Añado un imprescindible dato de contexto: la obtención de energía eléctrica mediante la fisión del átomo no tenía adversarios en 1965. En plena Guerra Fría, norteamericanos y soviéticos estaban de acuerdo en ensalzar el “uso del átomo para fines pacíficos”. El movimiento antinuclear empezó a tomar fuerza en los años setenta a raíz de la continua detonación de bombas atómicas en el subsuelo o en atolones del Pacífico, espoleado también por los primeros accidentes en centrales norteamericanas (Browns Ferry y Harrisburg).

Pals ya era un lugar estratégico. Desde 1959, en aquella zona de matorrales mediterráneos operaba Radio Free Europe, más tarde fusionada con Radio Liberty, emisora de la CIA que transmitía propaganda anticomunista a los países del este y a la Unión Soviética. Escogieron aquel lugar por hallarse lejos de una gran ciudad, en un paraje tranquilo y poco frecuentado. Era la emisora más potente de la CIA en Europa. Sus antenas eran enormes. Josep Pla tenía ojo clínico: puesto que la extensa playa de Pals ya se destinaba a usos duros, también podía tener una central nuclear en sus inmediaciones. Átomos y ondas.

A los pioneros del turismo en la Costa Brava, por el contrario, no les pareció una buena idea. En 1965 el turismo ya despuntaba y la Costa Brava, nombre acuñado en 1908 por el diario nacionalista La Veu de Catalunya, era percibida como un lugar selecto. El almirante Carrero Blanco, que pasaba algunos días de vacaciones en Begur, no muy lejos de Pals, tuvo noticia de la idea de Pla y también escuchó a los empresarios. Y bajó el pulgar.

La segunda central nuclear española acabaría construyéndose sobre una sólida superficie rocosa del término municipal de Vandellòs i l’Hospitalet de l’Infant, en el litoral de la provincia de Tarragona, zona muy poco frecuentada por los turistas. El 5 de enero de 1972, víspera del día de Reyes, Pla fue invitado a visitar la central Vandellòs I, a punto de ser inaugurada. Esa historia, relativamente poco conocida, inspiró un texto teatral escrito a cuatro manos por el novelista Julià de Jòdar y un servidor en 2011. Se titula Radiacions y versa sobre el encuentro de dos viejos amigos con cuentas pendientes, que se citan en un lugar desangelado del litoral de Badalona, el Pont del Petroli, para hablar de un proyecto aparentemente descabellado. La cineasta Judith Colell dirigió una adaptación de Radiacions para TV3. 

Cuando escribimos ese texto acababa de producirse el grave accidente de la central Fukushima (Japón) y el relanzamiento de la energía nuclear parecía imposible. Aún estábamos inmersos en la crisis económica. No así en Alemania, donde la canciller Angela Merkel ya maduraba la decisión de cerrar las centrales nucleares para salir en búsqueda de las energías renovables utilizando el puente de plata del gas ruso. Un puente con tarifas razonables. Un puente que en Washington tenían marcado con un círculo rojo. Venía un tiempo llamado Transición Ecológica. Ese tiempo está colapsando. Si aún no lo tienen claro, lean el documento de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos publicada el pasado viernes. Vuelve la presión en favor de la energía nuclear y Josep Pla debe estar liando un cigarrillo de picadura allá en los cielos.

Catalunya es nuclear. Catalunya es nuclear desde la discusión sobre Pals, que hoy provocaría un ruido insoportable en las redes sociales. Lo digo para que entendamos mejor la textura de aquella época, que era un tiempo de silencios. Es interesante ver la distribución territorial de la producción de energía en España. Penínsulas ha buscado los datos con la inestimable colaboración de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid.

Son datos significativos. Catalunya cuenta en estos momentos con tres centrales nucleares (Vandellòs II, Ascó I y Ascó II) y lidera la producción de energía eléctrica en España con un porcentaje del 14,3%. Le siguen Extremadura (11,9%), Castilla-La Mancha (11,7%), Andalucía (11,6%), Castilla y León (10,3%), Galicia (8,8%) y Aragón (8,3%). Estas siete comunidades generan el 77% del total de la energía eléctrica consumida en España. Hay territorios claramente exportadores de energía y entre ellos destacan Extremadura (central nuclear de Almaraz), las dos Castillas, Aragón y Galicia. Por su parte, las grandes importadoras son la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana y el País Vasco. Andalucía y Catalunya también producen menos energía de la que consumen, pero sus balances son más equilibrados. En el caso catalán se trata de un equilibrio precario, puesto que depende de la continuidad de sus tres centrales nucleares, que generan el 60% de la electricidad consumida.

Más datos. La energía de origen nuclear se genera en siete centrales ubicadas en cuatro comunidades (Catalunya, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Extremadura), pero se concentra especialmente en los tres reactores Vandellòs y Ascó, cuyas turbinas produjeron en el año pasado el 55% del total de la energía nuclear española, seguidos de los dos reactores de Almaraz. Nos vamos situando.

El 82% de la producción renovable se acumula en Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura y Galicia (datos de 2024). Estas seis comunidades, todas ellas con territorios en la España interior, con zonas de baja demografía, han apostado claramente por las renovables. Observen a continuación dos mapas sobre la distribución de los parques fotovoltaicos (en rojo) y de los parques eólicos (en verde).

Distribución de las plantas de energía solar (rojo) y de los parques de energía eólica (verde)

Distribución de las plantas de energía solar (rojo) y de los parques de energía eólica (verde)

REE

Queda claro que la apuesta por las renovables no es compartida por todos los territorios. Entre las cinco comunidades con mayor demanda eléctrica, cuatro tienen una escasa producción de renovables: Catalunya, Comunidad Valenciana, Madrid y País Vasco. En todas ellas el crecimiento de la energía solar y eólica ha sido muy inferior a la media. Catalunya tiene, con diferencia, la mayor demanda eléctrica de España, resultado del mayor peso de la industria y del tamaño y densidad de su población. Produce el 14,3% de la energía y consume el 17,7%. Es levemente deficitaria. Sin embargo, apenas el 19% de su electricidad es renovable. La mitad de su energía verde se origina en las históricas centrales hidroeléctricas del Pirineo y del Ebro. En toda la provincia de Girona no se produce ni un solo GWh de energía eólica y solo 29 GWh de energía de solar, que representa el 0,06% del total. La provincia de Barcelona presenta una situación similar: produce 133 GWh de solar (el 0,3% del total español) y 386 de eólica, el 0,0006%.

Durante los diez largos años del procés y su denso epílogo en Catalunya se gobernó poco. Los asuntos problemáticos eran sistemáticamente orillados en beneficio de la utopía disponible. Todo se arreglaría con la independencia. Muchos hablaban de soberanía y algunos ignoraban que la soberanía energética de Catalunya se halla depositada en la mesa del Consejo de Ministros de la República Italiana, puesto que las tres centrales nucleares catalanas son italianas desde el 2009. Su principal accionista es Endesa, filial de la empresa estatal italiana de electricidad, Enel, controlada por el Tesoro. Llegados aquí, Pla quizás se quedaría un poco perplejo, pese a su sutil simpatía por las ciudades italianas.

En Madrid no hay centrales nucleares, pero la turbo-comunidad que todo lo atrapa apenas produce el 0,4% del total de la energía renovable del país; no genera ni un solo GWh de energía eólica y apenas 227 de solar, el 1% del total. Isabel Díaz Ayuso anunció recientemente un plan para limitar la implantación de plantas fotovoltaicas “para proteger la agricultura”. Vox apoya esta posición y califica de “campos llenos de chatarra” las plantas fotovoltaicas.

Las grandes regiones urbanas, las más ricas, las que hoy concentran las mejores expectativas de futuro, han decidido proteger sus territorios ante las protestas de quienes se sienten afectados por las incómodas instalaciones de energía renovable. En consecuencia, estas se han concentrado más en la España interior, donde la despoblación reduce la resistencia social. Hay más espacio y menos protestas. Las plantas fotovoltaicas están más presentes en la mitad sur del país, y los parques eólicos se hallan más concentrados en el centro-norte y en Galicia. Cualquiera que recorra España puede ver como los molinos eólicos y las placas solares se extienden en corredores en el entorno de las líneas de alta tensión y son ya los elementos que definen el carácter de muchos paisajes. Cada vez más grandes, los aerogeneradores forman bosques extensos en La Mancha, en el valle del Ebro, en las costas gallegas y gaditanas, en el corredor Valladolid – Burgos… Las placas fotovoltaicas se multiplican en la campiña sevillana, en Extremadura y en los Monegros.

La España interior produce la mayor parte de la energía renovable y en las provincias de Gipuzkoa, Madrid y Girona, que figuran entre las más ricas, no se genera ni un solo gigavatio de energía eólica. Entre susurros, en Catalunya se empieza a discutir sobre la continuidad de las centrales nucleares, asunto que hace diez años era tabú. Y en el Madrid DF demandan más electricidad para construir grandes centros de datos que les den línea directa con los oligarcas de la industria tecnológica norteamericana.

Pals no produce electricidad, pero pronto escucharemos emisiones en onda corta de Radio Free Europe llamando a destruir la Unión Europea.

(Este nuevo capítulo de 'Penínsulas' ha contado con la colaboración de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid, socio de SILO y antiguo jefe de proyectos de la división de Evaluación de Políticas Públicas de la AIReF.)

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