La moral de PSOE y PP

La de PP y PSOE es una batalla por el poder, pero no es tan solo por la alternancia en el poder. La oposición decibélica de los populares embosca una necesidad, si cabe, mayor: la de regresar al plano de igualdad moral con los socialistas del que los apeó el discurso de Pedro Sánchez durante la moción de censura a Mariano Rajoy en mayo del 2018. José Luis Ábalos, en nombre del partido y a continuación el futuro presidente, plantearon su alternativa en términos éticos. Sánchez habló de “higiene democrática”, de “ejemplaridad”, de “una época de la que hay que pasar página”, de “la incuestionable fuerza moral” de la moción y de “un tiempo para rearmar moralmente al Estado social y democrático de derecho”.

La Audiencia Nacional había argumentado sobre el caso
Gürtel que el PP contaba con una estructura de contabilidad y financiación ilegal paralela que ayudaba a establecer “un sistema genuino y efectivo de corrupción institucional a través de la manipulación de la contratación pública central, autonómica y local”. La sentencia permitió a Sánchez señalar “más de 900 cargos públicos imputados por corrupción, incluyendo presidentes de diputación, diputados, senadores, consejeros autonómicos y alcaldes”, a quince exministros y a nueve expresidentes autonómicos, “investigados, procesados o encarcelados”.

Muchos ciudadanos han llegado a la conclusión de que unos y otros son iguales

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El líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, interviene desde su escaño en una sesión de control al Gobierno, en el Congreso

Dani Duch

Ábalos y Sánchez, contraponiendo estas prácticas de corrupción -reales y supuestas- a “un pequeño gran ejército” de servidores públicos y al resto de diputados, situaron a los populares, en su conjunto, en un plano diferente. Más allá de la polarización partidista y del no reconocimiento de la geometría parlamentaria de las generales del 2023 que posibilitó al PSOE, pese a no ganar, continuar en el gobierno, desde entonces el PP ha mantenido una carrera desaforada para resarcirse de la imagen de un presidente descabalgado.

El Congreso lo echó porque, en palabras de Sánchez, Rajoy era alguien que prefería “refugiarse en la trinchera de un cargo” que ocupaba “desde la soledad del grupo parlamentario que lo sostenía”. Y que no se daba “por aludido, pese a la censura más o menos explícita que todos los grupos políticos de la cámara, excepto uno”. Casi ocho años después, los populares han conseguido que estas palabras hoy bien se puedan aplicar al presidente actual. Pero con el tiempo han dejado de contraponer políticas, para gritar cada vez más alto. Porque su objetivo último no acaba con regresar a la Moncloa, sino que incluye superar el discurso ético.

En la última sesión de control al Ejecutivo, Alberto Núñez
Feijóo espetó a Pedro Sánchez con relación a las denuncias de acoso sexual de cargos socialistas: “Usted no es mejor que ellos, usted es uno de ellos”. El líder popular estuvo a punto de cerrar el círculo. Le faltó decir: “Ustedes no son mejores que nosotros, son como nosotros”. Una conclusión a la que muchos ciudadanos hace tiempo que han llegado. Cuando unos y otros dejen de asumirse mejores, la moral cederá espacio a la política.

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