“Mal, muy mal, sin sorpresas”, se han resignado en la dirección del PSOE, ante el batacazo electoral que han sufrido este domingo en Extremadura. El primero del nuevo ciclo electoral autonómico, con próximas paradas en Aragón, Castilla y León y Andalucía. A las 21.30 h. De esta noche, ya con el 60% del escrutinio de los comicios, la dimensión de la tragedia socialista lo han certificado los apenas 18 escaños logrados por su candidato, Miguel Ángel Gallardo. Su cargo como secretario general del PSOE de Extremadura, pese a haber sido elegido hasta en dos ocasiones en primarias por la militancia, queda así en el aire.
El 28 de mayo del 2023, en las últimas elecciones autonómicas, el recientemente fallecido Guillermo Fernández Vara aún quedó en primera posición, pero perdió la Junta al registrar el suelo electoral histórico del PSOE en Extremadura, con apenas 26 escaños. “No hemos logrado movilizar, y el candidato lo tenía muy complicado”, han asumido en Ferraz. Su único consuelo es que Guardiola no ha superado su ansiado listón de los 33 escaños que le habrían dado la mayoría absoluta y, solo con 29 diputados, vuelve a quedar en manos de la ultraderecha de Vox. El discurso de Pedro Sánchez para el nuevo ciclo electoral autonómico queda así definido, ante el miedo de que el PP y Vox arrasen en toda España.
Si en política, y máxime en unas elecciones, todo es cuestión de expectativas, en las elecciones autonómicas adelantadas en Extremadura de este 21-D el PSOE ha concurrido sin ninguna expectativa más allá de que la presidenta María Guardiola no lograra la mayoría absoluta y volviera a quedar en manos de la ultraderecha de Vox. Triste consuelo para un partido que ha gobernado este territorio durante 36 años de democracia –con Juan Carlos Rodríguez Ibarra y el recientemente fallecido Guillermo Fernández Vara-, frente a los apenas 6 años en los que el PP –primero con José Antonio Monago y desde el 2023 con María Guardiola- consiguió situarse al frente de la Junta.
Quedan muy lejos ya las contundentes mayorías absolutas que alcanzaban Ibarra y Fernández Vara –con registros de hasta el 54% de los votos en sus mejores momentos-, y que mantuvieron durante muchos años a Extremadura como un bastión inexpugnable del PSOE. En la dirección de Ferraz asumieron que no tenían nada que hacer desde el instante en que Guardiola optó por precipitar la cita con las urnas, y abrir así el nuevo ciclo electoral autonómico en España, con el argumento de que Vox no le apoyó los presupuestos regionales para el 2026.
El candidato del PSOE, Miguel Ángel Gallardo, no era una pieza colocada por Pedro Sánchez para recomponer el mapa autonómico socialista, como sí lo fueron los ministros María Jesús Montero en Andalucía, Óscar López en Madrid, Diana Morant en la Comunidad Valenciana o Pilar Alegría en Aragón. Pero, pese a los infructuosos intentos de plantear una alternativa en Extremadura tras los mandatos de Fernández Vara, Gallardo logró el respaldo de la militancia extremeña en primarias hasta en dos ocasiones. Nadie en la Moncloa ni en Ferraz daba un céntimo por Gallardo, pero optaron por la resignación: “Lo han elegido dos veces los militantes”, alegaban.
Gallardo fue alcalde de Villanueva de la Serena (Badajoz) durante más de veinte años (2003-2024), presidente de la diputación de Badajoz durante diez (2015-2025), y en marzo del 2024 sucedió a Fernández Vara como secretario general del PSOE de Extremadura. Pero a estas elecciones del 21-D ha concurrido con plomo en las alas, ante su procesamiento judicial por el supuesto enchufe en el 2017 del hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez. El propio Gallardo ha defendido siempre, no obstante, que esta causa parte de una “denuncia falsa”, de la organización ultra Manos Limpias, basada en una “gran mentira”. Pero lejos de apartarle de esta carrera electoral, su procesamiento y el próximo juicio que afrontará le acabaron blindando como candidato del PSOE. Su nefasto resultado en estas elecciones dejan ahora su futuro político en el aire.
