Seguro que has oído o utilizado más de una vez la expresión “montar un pollo”, o quizá incluso has sido protagonista de más de uno en tu vida. Pero, ¿te ha parado a pensar alguna vez de dónde viene esta expresión? Esta curiosa frase, que hoy en día asociamos con un escándalo o un conflicto, tiene una historia curiosa, ya que, aunque la expresión esté admitida para escribirse con elle, la forma correcta debería ser “montar un poyo”, porque no hace referencia al pollo con alas ni debe traducirse al inglés como “to ride a chicken”.
Según diversas fuentes, la expresión tiene diferentes teorías sobre su origen. Una de las más aceptadas se vincula a las antiguas costumbres de los mercados, donde los pollos, por su naturaleza nerviosa y ruidosa, eran protagonistas de escenas de caos. En esos entornos, cuando se trataba de intercambiar pollos, los animales hacían mucho ruido, lo que podía generar desorden o disputas entre los compradores.
Montar un poyo
Diversos orígenes
Otra hipótesis hace referencia a la figura del animal, ya que el ser humano puede volverse impredecible y ruidoso en medio de un conflicto. En este sentido, montar un pollo sería acción de “montar un escándalo”, similar a la forma en la que lo hacen los pollos.
Montar un pollo
Sin embargo, aunque se han dado diferentes teorías, el verdadero origen de la expresión se encuentra en la palabra “poyo”, que hace referencia a un banco o una pequeña plataforma portátil. Antiguamente, los oradores utilizaban estos “poyos” para dar discursos sobre política, religión o acontecimientos públicos en plazas o parques. Llegaban, colocaban su “poyo” y se subían a él para elevarse por encima de la gente y captar mejor la atención de los oyentes. Con el tiempo, la expresión fue adquiriendo el sentido de “subirse al poyo” como una forma de ganar visibilidad o protagonismo en una situación pública.
Independientemente de su origen exacto, lo cierto es que la expresión “montar un pollo” es una frase muy utilizada en España para referirse a situaciones en las que se desata una disputa, una pelea o un conflicto ruidoso. Es un claro reflejo de cómo las expresiones del lenguaje, muchas veces, nacen de los actos cotidianos y de la interacción de los humanos con el entorno.
