Corea del Sur parece haber sido diseñada por alguien que jamás duerme. Entre calles iluminadas por neones y barrios que laten al ritmo de la noche, es posible toparse con auténticas rarezas, como una sala de ping pong abierta las veinticuatro horas en plena zona de fiesta. No es solo el concepto lo que sorprende, sino la forma en que todo funciona con una precisión casi futurista.
La historia la cuenta Yose, un español que no daba crédito por lo que se encontró en la cuarta planta de un edificio aparentemente normal: “Literalmente, tú entras por aquí y tienes un huevo de mesas de ping pong que pagas como si fuera una recreativa y te pones a jugar“. También se puede ir solo. ”Incluso hay una sala donde juegas contra la máquina”, explicó.
Sin vigilancia
Se fían en una zona que puede ser conflictiva
¿Y los empleados? No hay. Absolutamente todo se basa en la confianza y en un sistema de cámaras que vigilan cada rincón de forma muy discreta. “Se fían de la gente para que no robe las mierdas y tal”, comenta Yose, claramente impresionado por esta confianza casi utópica.
Todo está automatizado: desde las mesas que se alquilan como en una recreativa hasta las máquinas expendedoras de bebidas que funcionan a la perfección. Incluso hay un sistema para prestar zapatos especiales, al más puro estilo de una bolera, para que los jugadores se pongan más cómodos mientras juegan.
A este español también le impresionó el contexto en el que se encontró esta sala. En medio del barrio más fiestero y con una clientela posiblemente alcoholizada, alguien decidió que también era buena idea ofrecer ping pong a cualquier hora. “Esta gente está enferma de la cabeza. Esto está en un barrio de salir de fiesta, no tiene sentido. Literalmente, ahora son las dos de la mañana y nos vamos a echar aquí unos ping pongs como si nada. Es una locura”, señaló.
Al final, lo que más le impactó no es solo la tecnología, sino cómo esta se integra de forma natural en la vida diaria. Yose lo resume perfectamente: “Te lo juro que cada día este país me sorprende más”. Y es que, para quienes llegan desde fuera, Corea del Sur siempre parece estar un paso adelante, aunque sea en una partida de ping pong.