Treinta años muerto y, aun así, volvió a morir. Miguel desapareció en 1984, su rastro se esfumó y, tras una década sin señales de vida, un juez lo declaró oficialmente fallecido. Pero el pasado octubre de 2024, su nombre apareció de nuevo en una lista trágica: entre las 227 víctimas de la DANA en Valencia. Esta vez sí había un cuerpo, esta vez sí era real.
Las hijas de Miguel crecieron con la sombra de la duda. Aunque la ley dictaminó su muerte en 1994, la incertidumbre nunca se disipó del todo. “Se declara el fallecimiento el 1 de agosto de 1994. Le dio un juez por muerto, pero siempre te queda el gusanillo de decir... ¿Estará vivo?”, confesó una de ellas en El Programa de Ana Rosa.
Fin a la incertidumbre
Las huellas dactilares lo confirmaron: esta vez sí era Miguel
El hombre había dejado de existir en los papeles mucho antes de que su cuerpo fuera encontrado. No renovó su DNI, no tuvo historia clínica, jamás cobró una pensión y su cuenta bancaria quedó inactiva desde los años 80. Para la burocracia, Miguel no estaba en este mundo desde hacía tres décadas.
Su hallazgo fue casi un accidente. Tras la devastadora DANA que arrasó Valencia, un cadáver apareció en un campo de naranjos en Quart de Poblet. Las huellas dactilares disiparon cualquier duda: era él. “Claro, ese pequeño alivio de decir, ya por fin lo hemos encontrado. De la otra forma dices, sí, está muerto’ pero quién te dice que no aparezca un día por la puerta”, expresó su hija con una mezcla de resignación y desahogo.

Miguel fue una víctima más de la DANA de Valencia
Miguel había salido de Granada sin despedirse, sin mirar atrás, sin dar explicaciones. Sus antecedentes de problemas de salud mental pudieron influir en su marcha, según recoge Telecinco en su web.
Pero lo cierto es que nadie supo nada más de él hasta que su nombre volvió a aparecer en un informe forense. “Nosotros pensábamos que había sido una equivocación. La última vez que se fue, ya no volvió más. Claro, es que como desde esa fecha no se supo nada de él...”, relató su hija.

Encontraron el cuerpo en un campo de naranjos después de haber sido arrastrado por el agua
Y estaba en Valencia, muy lejos de su antigua vida, pero al mismo tiempo no a una distancia insalvable. “Afortunadamente, el nuestro sí tenía las huellas dactilares para poder identificarlo, que si no, ni nos enterábamos.
Lo encontraron en Quart de Poblet, venía arrastrado de otro sitio. Estaba a cuatro horas y media de camino y no ha venido ni siquiera a saber de sus hijas, pues estamos un poquito reacias hacia él”, admitió la mujer en el mismo programa. Una historia que empezó con una desaparición y terminó con un cuerpo identificado, pero sin respuestas.