¿Puede el cine enseñar historia mejor que un libro de texto? Para Alejandro Amenábar, uno de los cineastas españoles más reconocidos, la respuesta tiene mucho que ver con la emoción y lo que te genere. No habla tanto como un sustituto en cuanto al rigor académico, pero sí como una vía de acceso distinta al pasado. “El cine tiene algo muy importante, y es la conexión por la vía de la emoción”, explica el director en una charla de Aprendemos Juntos, convencido de que esa conexión es clave para despertar la curiosidad histórica en el espectador.
Ha hecho bastantes películas históricas a lo largo de su carrera
Alejandro Amenábar ha abordado distintas épocas en su filmografía, desde la Alejandría del siglo IV en 'Ágora' hasta la Guerra Civil española en 'Mientras dure la guerra', o el cautiverio de Miguel de Cervantes en 'El Cautivo'. En todas ellas, el reto es el mismo: convertir hechos históricos en una experiencia viva. “Cuando haces una película estás ficcionando desde el minuto uno”, señala. Aunque existan datos probados, fechas y personajes documentados, hay un espacio inevitable para la imaginación, especialmente cuando se trata de reconstruir diálogos, emociones o motivaciones internas.
Julio Peña en una escena de la película 'El cautivo'
Ese ejercicio creativo es lo que marca la diferencia. Según el director, es precisamente lo que permite generar un vínculo emocional con el público. Un acontecimiento histórico puede aparecer perfectamente descrito en un ensayo o un libro, pero el cine tiene la capacidad de “transportar” al espectador a un lugar y a un tiempo concretos, y hacerle “vivir o sentir lo que los personajes sentían”. Ahí es donde Amenábar presume de su oficio cuando se trata de transmitir hecho pasados con esa mezcla de divulgación e imaginación plasmado en imágenes.
Hacer cine histórico es una responsabilidad muy grande
La recreación histórica, sin embargo, exige un compromiso serio con el contexto. El director reconoce que rodar cine histórico implica una enorme responsabilidad y un esfuerzo de documentación constante. “A mí me gusta, cuando hago cine basado en hechos reales o basado en hechos históricos, moverme entre el nivel que va de lo probable a lo probado. Me gusta más eso. Pero sobre todo te ayuda a aprender. Aprendo muchísimo haciendo películas porque muchas de las cosas son historia, y a mí me gustaba mucho la historia, la asignatura de niño”. En su caso, películas como 'Mientras dure la guerra' le obligaron a profundizar en episodios que, según admite, quedaron tratados “de puntillas” en su educación. “Hacer cine histórico te ayuda a aprender”, afirma, subrayando que ese aprendizaje personal como director forma parte del proceso creativo que él lleva a cabo.
Fotograma de 'Mientras dure la guerra', de Alejandro Amenábar
No obstante Amenábar también establece límites claros, y tiene claro que el cine no debe sustituir al estudio académico ni ofrecer una versión definitiva del pasado. “Hay que establecer una barrera”, y asumir que, a partir de cierto punto, “quien quiera profundizar deberá acudir a libros o ensayos”. El objetivo, insiste, es “sembrar la semilla de la curiosidad”, no cerrar el debate histórico.
Esta visión coincide con lo que Rosentone en su libro Historia en cine/Cine en historia, donde destaca el valor del producto audiovisual como herramienta para comprender el pasado desde una perspectiva más emocional y simbólica, por encima de lo que pasó tal cual. Y es que en cierta manera podríamos decir que el cine histórico no solo informa, sino que también interpela, incomoda y obliga a mirar el pasado con otros ojos.
Para Amenábar, ahí reside su potencia. El cine histórico no es solo reconstrucción, sino una invitación a pensar y a sentir la historia desde dentro, con todas sus luces, sombras y contradicciones.

