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Marc, feriante en la Fira de Santa Llúcia: “Realmente, estás trabajando 18 o 20 horas al día. Son semanas muy duras, de pasar frío, dormir poco y comer mal”

Una tradición centenaria

Hablamos con uno de los artesanos de la feria más emblemática de la ciudad, que da forma a la magia de Navidad en Barcelona

Marc delante de su parada en la Fira de Santa Llúcia

Marc delante de su parada en la Fira de Santa Llúcia

Jara Bravo

La Navidad ya está aquí. Las calles se iluminan, las criaturas escriben la carta a los Reyes Magos y las familias empiezan a preparar las comidas que reunirán a todo el mundo alrededor de la mesa. En Barcelona, este tiempo del año tiene un punto de partida muy claro: la Fira de Santa Llúcia, una tradición muy arraigada y querida por los ciudadanos. Nacida hace más de dos siglos a la sombra de la Catedral, esta cita imprescindible en el calendario navideño ha sido testigo tanto de los momentos más brillantes como de los más difíciles de la historia barcelonesa.

A pesar del paso del tiempo, el vínculo emocional entre la feria y la gente se mantiene intacto. Año tras año, familias enteras se acercan para admirar el trabajo de un oficio antiguo y artesanal que continúa vivo. Detrás de cada figura y árbol, se esconden meses de trabajo silencioso y meticuloso. Feriantes que viven estas semanas como el momento más intenso y especial del año.  Marc es uno de ellos.

Tiene 46 años, una mirada tranquila y unas manos acostumbradas a dar forma a los elementos más esenciales del pesebre. “Hago las cuevas, los pozos y las cosas de corcho del pesebre”, nos explica con naturalidad. A diferencia de otras paradas con una larga tradición familiar, en su caso fue la pasión por la artesanía la que lo llevó hasta aquí. “Hace 15 años decidí ponerme a hacer esto. Lo empecé yo”, afirma.

El puesto de figuras de Marc
El puesto de figuras de MarcJara Bravo

Desde entonces, no ha faltado ni un solo año a la Fira de Santa Llúcia, que prepara con dedicación durante meses. “No es solo el mes que estamos trabajando aquí, sino que es todo el año. La Feria siempre es desde el último viernes de noviembre hasta el 23 de diciembre. Entonces, cuando desmontamos, celebramos Navidad, nos comemos los turrones... Y volvemos a contar todo lo que tenemos, planificar todo lo que hay que hacer y durante todo el año lo hacemos. Marcamos los precios, lo ponemos en cajas, preparamos las paradas y volvemos a empezar”, relata.

Este esfuerzo concentrado se refleja en la facturación. “Realmente, son las 3 o 4 semanas que nosotros hacemos dinero. Lo cobramos todo de golpe. No es que ahora hagas más. Es que es ahora”, dice el artesano. El resto del año, Marc compagina este oficio con otras responsabilidades. “Yo combino mi trabajo con esta”, desvela.

Jornadas maratonianas en la Fira de Santa Llúcia

Pasear por los pasillos de la Fira de Santa Llúcia es adentrarse en un universo de creatividad, tradición y luz. Pero, detrás de la belleza de las paradas, se esconde un trabajo titánico. Muchos de los feriantes no viven en Barcelona ciudad y tienen que desplazarse diariamente durante un mes, combinando los trayectos con largas jornadas de venta y reposición.

“Nosotros somos de Mataró. Vamos y volvemos de Mataró. Esto se queda puesto y cuando acaba el día, miras el inventario de lo que tienes y lo que te falta. Cuando llegamos a casa, lo ponemos. De forma que, realmente, estás trabajando 18 o 20 horas al día”, afirma. Un ritmo exigente que convierte estas fechas en una prueba de resistencia. “La parte más compleja son estas 3 o 4 semanas. Son muy duras, de pasar frío o calor, de dormir poco, de comer mal en la calle, algunos personajes que vienen a comprar no son muy agradecidos...”, enumera.

Aun así, la magia de la feria acaba compensando el esfuerzo. “Lo mejor es que es algo cultural, bonito. Hay gente muy simpática que viene a comprar. También, la familia de la feria”, manifiesta Marc. Una red de apoyo y complicidad que va más allá de diciembre. “Durante el año, algunos nos vamos viendo y es muy bonito. Esta es la magia que tiene. Por una parte es muy duro y por otro lado, es muy agradecido”, resume.

Lo mejor es que es una cosa cultural, bonita. Hay gente muy simpática

Marc destaca los puntos positivos de la Fira de Santa Llúcia

Este espíritu, sumado al valor económico, es lo que hace que Marc vuelva año tras año. “Es la feria más emblemática de Barcelona y la más antigua de Europa. Te hace venir este espíritu que te decía de la familia de la feria. Y a mí me gusta vender, ver a los niños mirando las figuras, explicarles las cosas... Además, es un lugar especial. Yo conocí a mi mujer aquí”, manifiesta con una sonrisa.

Tan especial es esta sensación que Marc no descarta que sus hijos continúen el legado. “A mi hija le gusta. Hoy tenía que venir, pero ha tenido un imprevisto. Mi hijo no muestra interés. Al final, serán ellos los que decidan si quieren seguir”, explica.

¿Cómo ha cambiado la Fira de Santa Llúcia?

Cada año, miles de personas (familias, parejas, turistas y curiosos) pasan por la feria. Según Marc, la esencia de público se mantiene, pero lo que sí que ha variado es la diversificación de los productos: desde los personajes clásicos del pesebre hasta decoraciones de Navidad, flores de Pascua o nuevas propuestas artesanales que responden a los hábitos de consumo y las tendencias actuales.

De hecho, Marc y su pareja tienen otra parada, Viridis Verd, dedicada a velas aromáticas y ramos florales. “Cambiamos el producto: antes vendíamos árboles y ahora vendemos ramilletes porque a la gente le costaba más comprar el árbol. Cada vez van saliendo cosas nuevas”, comenta. De este modo, entre tradición y adaptación, la Fira de Santa Llúcia continúa siendo un punto de encuentro donde Navidad toma forma, año tras año, gracias a manos como las de Marc.