La Cuba que retrató la cineasta Sara Gómez, en la Virreina Centre de la Imatge
Exposición
La institución museográfica reúne por primera vez la filmografía completa de Sara Gómez, una de las principales representantes del documentalismo cubano de los 60 y 70, en ‘Mi aporte’
Uno de los espacios de la muestra de Sara Gómez en La Virreina
Sara Gómez (Guanabacoa, 1942 - La Habana, 1974) vivió solo 32 años, pero tuvo tiempo de desarrollar una trayectoria excepcional –en el amplio sentido de la palabra– y de convertirse en una figura avant la lettre del documentalismo cubano de los años sesenta y setenta. Triplemente conflictiva (mujer, joven, negra) para su época y entorno, del cine le interesó siempre la parte política del testimonio: los demás.
La Virreina Centre de la Imatge abrió las puertas hace una semana de Mi aporte, una exposición en la que se reúne por primera vez su filmografía completa, restaurada, contextualizada y confrontada. Bajo el comisariado de Valentín Roma, la muestra podrá visitarse gratuitamente hasta el 29 de septiembre.
Triplemente conflictiva
(mujer, joven, negra) para su época
y entorno, del cine le interesó siempre
la parte política del testimonio
La exposición parte del filme que le da nombre, Mi aporte... (1972), uno de los largometrajes más relevantes de la cineasta cubana. En él muestra un relato colectivo tejido desde el margen, explorando los lugares construidos por las mujeres en la esfera pública, el ámbito laboral y el territorio doméstico. Pero también indaga en las ideologías que ellas desplegaron, según sus niveles económicos y sus sistemas de valores, contra un machismo totalitario.
Las películas de Gómez muestran las tensiones gestadas durante los primeros años del triunfo de la revolución
Desarrolló su carrera en el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (Icaic), institución que dirigió inicialmente Alfredo Guevara –compañero de universidad de Fidel Castro– y que fue una gran difusora del entusiasmo revolucionario del momento. Las películas de Gómez, junto a las de otros autores coetáneos como Agnès Varda, Chris Marker, Fernando y Miñuca Villaverde o Tomás Gutiérrez Alea –algunas de las cuales también se exponen para contextualizar su obra– funcionan como un sismógrafo de las tensiones que fueron gestándose en la realidad cubana durante los primeros años del triunfo de la revolución.
Un fotograma del filme 'Mi aporte', de la cineasta cubana
Así pues, títulos como Guanabacoa, crónica de mi familia (1966), una pieza autobiográfica en la que rastrea los orígenes de su familia; De bateyes (1971), en la que ahonda en las heridas coloniales y la memoria de los descendientes de esclavos en los ingenios azucareros del siglo XIX, la mayoría propiedad de empresarios catalanes, o Iré a Santiago (1964), que parte del poema Son dos negros en Cuba de Lorca, permiten descubrir una filmografía basada en el testimonio, preocupada esencialmente por los procesos de marginalización y los antagonismos de clase, y son un reflejo de la realidad económica y cultural de la Cuba de los sesenta y los primeros años de los setenta.
Paralelamente, se ha reunido una selección de piezas que ilustran la llamada “década prodigiosa” del cartelismo cubano de mediados del siglo XX, con diseñadores como Bachs, Rostgaard, Ñiko o Azcuy, entre otros.
Con esta exposición dedicada a Gómez, junto a otras tres que repasan la vida y la obra de Eugenio Barba, Cathy Berberian y Álvaro Perdices, respectivamente, la Virreina centra la temporada en aquellas trayectorias creativas que han transitado la frontera entre el compromiso radical y la experimentación formal.