Las bibliotecas de hoy en día se asemejan cada vez más a esa idea de universo fabulada por Jorge Luis Borges, si bien los libros que lo conformaban en el célebre relato La biblioteca de Babel del maestro argentino son una pieza más dentro de la ingente oferta de ocio y conocimiento al servicio del usuario. Además del préstamo de música, películas, juegos de mesa, videojuegos..., abundan los actos, clubs de lectura, talleres y cursos, es decir, un cúmulo de experiencias, posibilidades de formación y articulaciones de saber compartido que rompen con la asociación de estos espacios al individualismo y al silencio. Si a esto le sumamos que se desdoblan como refugios climáticos cuando la subida de las temperaturas traslada la distopía climática del papel (o la pantalla) a las calles, el apunte de Marco Tulio Cicerón de que todo cuanto uno necesita en esta vida es un jardín y una biblioteca adquiere más verdad que nunca (puesto que en ocasiones ambos colindan, la felicidad se concentra).
A quien le exalte lo nuevo, tiene una cita obligada con la biblioteca Sarrià-J.V. Foix
A quien le exalte lo nuevo en más de un sentido tiene una cita obligada con la biblioteca Sarrià-J.V. Foix (plaza de Sarrià, 1), recién desprecintada, como aquel que dice, ya que se inauguró el pasado febrero, y que se especializa en cultura digital. Esto se traduce en despliegue de tecnología avanzada –zonas de creación interactiva para niños, zona de videojuegos y un estudio de grabación y edición audiovisual–, así como charlas con epígrafes como Experimenta con la inteligencia artificial y sácale partido en tu día a día o Planifica tu viaje a través de internet. Para compensar tanto énfasis en nuestro presente virtual, el centro busca también preservar y difundir la historia y la cultura del barrio, con un amplio fondo ad hoc, en el que destaca la presencia de obras y documentos varios sobre el poeta vanguardista que lo bautiza.

La biblioteca Gabriel García Márquez fue escogida la mejor biblioteca del mundo
En un parejo concepto de equilibrar modernidad y tradición se mueve la biblioteca Gabriel García Márquez (plaza de Carmen Balcells Sagalà, 1), una maravilla arquitectónica con un diseño interior tan cuidado que incluye un “espacio sensorial” –salas que recurren a materiales y dispositivos electrónicos que fomentan la atención y el bienestar a base de jugar con el sonido, la luz o la vibración–, pero que a su vez es un repositorio de fuentes sobre el barrio de Sant Martí, dispone del fondo Francisco Ibáñez, añorado vecino, y realiza programas culturales y educativos a través de Radio Maconda, cuyo estudio de grabación se halla en las mismas instalaciones. En breve –del 16 al 20 de junio–, acogerá la cuarta edición del festival de KM Amèrica, consagrado a la literatura latinoamericana, donde a las conversaciones y mesas de rigor con los autores se añadirán iniciativas tan sugerentes como talleres de traducción, espectáculos de literatura oral, música en directo y una fiesta con playlists que recogen bandas sonoras de títulos.

Vista general de la biblioteca de les Corts, Montserrat Abelló
En innumerables cuentos y películas, las bibliotecas han ejercido de portales a otras dimensiones, o entre sus ruinas se ha buscado alguna pista salvífica tras un apocalipsis nuclear, de modo que no podía faltar una volcada en la ciencia ficción. Es el caso de la biblioteca Montserrat Abelló ( Comtes de Bell-lloc, 192), cuyo Fons Fundació Assimov la ha convertido en el primer centro público especializado en el género de toda Europa con la friolera de 2.287 documentos. Y no forma parte del imaginario especulativo, pero la cultura maker –traducible por “cultura del hagámoslo” y promovida en la biblioteca– puede sonar muy marciana a buena parte de los no nativos digitales. Se trata de un conjunto de espacios que aúnan ciencia, tecnología e ingeniería, invitando a los usuarios a crear materiales físicos e intelectuales echando mano de ordenadores, impresoras 3D, capturas de vídeo y audio, y herramientas tradicionales de edición y artesanía. En Les Corts tanto se colonizan otros planetas como se resignifica el concepto de manualidad.
Llegados a este punto, las almas más nostálgicas, o quienes lleven mucho tiempo sin entrar en esos edificios que asociaban con una muy generosa oferta libresca, quizá estarán preguntándose si todas las bibliotecas están hoy más cerca de encajar en un cuento de... sí, Isaac Assimov. Con el fin de ahuyentar sus temores bien pueden acercarse a la biblioteca Agustí Centelles ( Comte d’Urgell, 175), cuya especialización en fotografía los devolverá a un terreno más familiar. Un completísimo catálogo de obras dedicadas al fotoperiodismo, los fotolibros, la fotografía artística, arquitectónica, alimentaria, de moda, las técnicas digitales... convive con un extenso fondo dedicado al cuidado de la salud mental y con un espacio provisto de recursos pedagógicos. Para huella pedagógica, eso sí, la de la biblioteca Francesca Bonnemaison ( Sant Pere Més Baix, 7), llamada así en honor a la impulsora de un proyecto innovador para el desarrollo, formación y educación de las mujeres de Barcelona a principios del siglo XX –el edificio data de 1909–, lo que explica su compromiso con el feminismo, tanto a nivel documental como en forma de actividades diversas. El colectivo LGTBI, la moda y la cocina amplían la oferta de contenidos especializados, pero basta con pasearse por sus laberínticos pasillos en penumbra o tomar asiento en la sala de lectura original para conectar con lo que nuestros ancestros sentían al buscar refugio en una de estas cunas de la civilización, como las definió Ray Bradbury.

Uno de los espacios de lectura de la biblioteca Agustí Centelles
En tanto que lugar de acogida de un elevado número de migrantes, el Raval tiene en la biblioteca Sant Pau-Santa Creu (Carme, 47) un reflejo de su diversidad lingüístico-cultural con una sección consagrada al mundo árabe, un centro de interés del subcontinente indio, abundante material lectivo para aprender idiomas y novelas en urdú, hindú, bengalí, árabe, ruso, ucraniano, nepalés, inglés, francés, italiano, alemán, portugués, vasco y gallego. La citada biblioteca de Babel borgiana hecha realidad.
Hace poco más de un mes, reabría la biblioteca Sant Antoni-Joan Oliver (Comte Borrell, 44) tras un largo periodo enfrascada en obras de mantenimiento y mejora de sus instalaciones. Una antigua fábrica de caramelos que, en el 2007, el estudio catalán RCR (premio Pritzker 2017) transformó en una virguería arquitectónica, integrándola además con una residencia de ancianos y un jardín interior tomado por niños, epítome pues de fraternidad intergeneracional. Los aficionados al género negro y policíaco están de enhorabuena ya que su fondo y oferta de actividades al respecto son para morirse. Entre estas últimas, un club de lectura noir que forma parte del ingente menú de estos neosalones literarios que ofrece la Xarxa de Biblioteques de Barcelona (por cierto, anoten en la agenda el martes 9 de septiembre como fecha de inicio de las preinscripciones para el curso 2025/2026).

La biblioteca Sant Pau - Santa Clara, en el Raval
Este artículo ha contado con la colaboración desinteresada de un entregado empleado de la biblioteca Guinardó-Mercè Rodoreda (Camèlies, 76) –cuyo nombre mantendré en el anonimato so pena de perder la amistad–, excusa perfecta para recomendar el impresionante fondo de poesía de la misma, consistente en siete mil revistas, audiolibros, poesía musi- cal y poemarios de todos los tiempos.
Quizá haya otros mundos, pero todos están en alguna de estas bibliotecas.