La calle del Paradís comunica la plaza de Sant Jaume con el ábside de la catedral. El número 10 es el templo de Augusto, que marca la cima del monte Táber, la elevación sobre la cual los romanos edificaron la colonia de Barcino. Sin embargo, Barcelona, como decía Josep Pla, es pobre en románico. Porque, al contrario que el algarrobo –que para vivir bien debe ver el mar–, el románico tiende a vivir un poco hacia el interior, más retirado. El gótico en Barcelona, en cambio, es “esplendoroso, magnífico, inolvidable”. Nuestra historia entra por los ojos y señala un hecho de importancia a escala de toda el área mediterránea.
El proyecto Aparadors Artístics, impulsado por la publicación cultural Hänsel y Gretel y la federación de asociaciones de comerciantes Barna Centre, con la colaboración del Ayuntamiento de Barcelona y la financiación proveniente de la recaudación del impuesto sobre estancias en establecimientos turísticos (IEET), propone cuarenta intervenciones de artistas contemporáneos –provenientes de las artes visuales, escénicas, del cine y la literatura– en cuarenta escaparates de negocios del Barrio Gótico. De esta manera, del 27 de septiembre al 27 de octubre, a través de las construcciones góticas, se importa a los negocios la idiosincrasia de las galerías o los museos –superando así la vieja dialéctica entre el comerciante y el artista–, al tiempo que se pone de manifiesto la trascendencia del país, en general, y de Barcelona, en particular, en una etapa de la historia europea. Conviene conocer ocho negocios y ocho artistas en el artículo de hoy. Intentaré darles forma.
Calpa Bosses, Carrer de Ferran, nº 53 / artista Jaime Pitarch
De la plaza de Sant Jaume emana también la calle del Call. En el número 2, la Sombrereria Obach y, en el número 17, la Ganiveteria Artero, ambas con más de un siglo de historia. En el primer escaparate se expone un brazo mecánico bañado en oro de la artista Lúa Coderch. De la plaza de Sant Jaume emana también la calle del Call. En el número 2, la Sombrereria Obach y, en el número 17, la Ganiveteria Artero, ambas con más de un siglo de historia. En el primer escaparate se expone un brazo mecánico bañado en oro de la artista Lúa Coderch. Coderch explica que este brazo pendular saluda a los humanos e invita a la suerte, la cual –lejos de ser una entidad mágica– se presenta como una disposición, como una elección. Solo quien está atento recibe el don, podría decir. Por su parte, la Ganiveteria Artero acoge un óleo sobre lino de Marc Badia que interroga la hermenéutica de la imagen con vocación crítica. Badia alude a un totalitarismo impuesto sin fricción, a través de una educación estandarizada y, recientemente –porque ha engullido todos los demás detonantes–, de un algoritmo.
Con la calle del Call ya a la espalda, a la izquierda queda la calle Avinyó. La Manual Espardenyera, en el número 7, diseña y fabrica en Barcelona alpargatas desde 1940. Al calzado de la tierra seca –por costumbre de usarse al dejar atrás los zuecos, más aptos para los días de barro y lluvia– lo acompaña una instalación de Irma Marco titulada Keep Scrolling, que incita irónicamente al consumo digital de fotos, vídeos o tuits obscenos y por ello adictivos.
Coderch explica que este brazo pendular saluda a los humanos e invita a la suerte, la cual –lejos de ser una entidad mágica– se presenta como una disposición, como una elección
En contraste, enfrente de la calle del Call –en realidad, prolongándola–, la de la Boqueria. En el número 30, el Atelier de Ballerinas y, en el número 43, los Magatzems del Pilar. Este primer negocio de calzado ampara una obra de Daniel Garcia Andújar. El artista expresa que su intención es “este proyecto no me interesa tanto comprobar la autenticidad de un objeto, sino activar las tensiones entre mito y historia, entre archivo y deseo”. En los Magatzems del Pilar –que no han cambiado de emplazamiento desde 1886 ni de familia regente desde 1913–, Marcel Rubio coloca un óleo sobre tabla estilo arte pop más cinematográfico que pictórico.
Y cubierto ya el cruce por las tres calles mencionadas, el último vector es el de la calle Banys Nous, con el comercio Calçats Obach –primo hermano de la sombrerería–, en el número 2, y el Espai Povo, en el número 7. Por un lado, Calzados Obach alberga un grafiti de Xavier Ceerre que evoca a Basquiat o Miró. Por otro lado, en Espai Povo, que es una tienda esencialmente de ropa sostenible, Francesc Ruiz y su carrusel de azulejos de cerámica ponen de manifiesto la intención última de Aparadors Artístics –superar la vieja dialéctica entre el comerciante y el artista–, pero con el añadido de la del artista y el artesano.
Calzados Obach alberga un grafiti de Xavier Ceerre que evoca a Basquiat o Miró. Por otro lado, en Espai Povo, que es una tienda esencialmente de ropa sostenible, Francesc Ruiz y su carrusel de azulejos de cerámica ponen de manifiesto la intención última de Aparadors Artístics
También y por último, la calle Ferran, contigua a la del Call y que cruza con la de Avinyó. El número 53 es Calpa Bosses y acoge un barco que navega dentro de una pecera en un mar de cáscaras de pipas. Pitarch manipula de forma brossiana y surrealista los objetos, otorgando así a fragmentos de la realidad cotidiana un nuevo emplazamiento.
Volviendo a Pla –porque todo en esta vida es esférico y el sol en Catalunya sale por Cadaqués–, el gótico en Barcelona es esplendoroso, magnífico e inolvidable porque los hombres que levantaron sus piedras –“hombres verdaderos, importantes, de una humanidad absolutamente respetable”– hablaban una lengua clara y precisa, reflejo de un espíritu de autenticidad y de una inconfundible personalidad. Es la lengua que aún se habla y el espíritu que protegen en paño de oro los Aparadors Artístics.
