Cuarenta vitrinas, artistas y obras que, de estar una junto a la otra, crearían la galería de arte contemporáneo más sustancial de Barcelona. En condicional, sí. Porque cumplen la función de vitrinas, pero son escaparates de tiendas del Barri Gòtic. Se trata, pues, de un casi museo. O de un museo a cielo abierto. Lleva el nombre de Aparadors Artístics y es una iniciativa de la revista y plataforma cultural Hänsel y Gretel, junto con la federación de asociaciones de comerciantes Barna Centre. El proyecto, que solamente durará el mes de octubre, señala algunas de las carencias de la museografía con el afán de revisar, inclusiva y emancipadoramente, los espacios conquistados u ocupados por el objeto creativo. Asimismo –y siendo esta la cuarta edición–, Aparadors Artístics se perfila como una genealogía del arte contemporáneo catalán.
La escena actual del arte contemporáneo es el resultado de varias grandes transformaciones. De dos, en realidad. Por un lado, de la democratización más absoluta del arte –como profesión accesible y bien público. Por otro, de su revalorización económica, fruto del capitalismo y de haberse convertido en una mercancía global. Y es esta evolución –o involución– concreta la que también ha cambiado la territorialización del artista.
Calpa Bosses, Carrer de Ferran, n 53 / artista Jaime Pitarch
A William Faulkner, en una entrevista, le preguntaron qué tendría que decir la literatura americana, hacia dónde debería ir la literatura americana. “Tendrá que decir –respondió– las mismas cosas que la gente ha tenido que decir y ha dicho desde que el primer hombre encontró la manera de pintar las paredes de una cueva [...] Que nada tienen que ver con las bombas atómicas, ni con los problemas sindicales, ni con el precio de los coches, ni con la segregación racial. La literatura es el hombre luchando con las verdades eternas del alma. El joven escritor de hoy [...] Escribirá sobre las mismas pasiones, esperanzas, aspiraciones y sufrimientos sobre los que se ha escrito desde que alguien escribió el Antiguo Testamento”.
En otras palabras, que los artistas de Faulkner no son los artistas de los escaparates del Gòtic. Pues el artista clásico –el primero– capta lo que tiene de atemporal el tiempo y persigue, obstinadamente, sustraerse de la muerte, devenir inmortal. Sófocles, Dante, Tiziano, Renoir, están ahora tan vivos como hace siglos. Sin embargo, al artista contemporáneo –el segundo, el de Aparadors Artístics– no le interesa la eternidad, ni el futuro, sino el presente.
Lleva el nombre de Aparadors Artístics y es una iniciativa de la revista y plataforma cultural Hänsel y Gretel, junto con la federación de asociaciones de comerciantes Barna Centre
El joven artista de hoy aceptará la continuidad del olvido y, de este modo, se librará de la impersonalidad de la posteridad, componiendo así su obra de manera mucho más abierta. (Y un salto al vacío es un salto de fe).
Las técnicas, el lenguaje visual, la dimensión conceptual o el tono: todo es discordante en las cuarenta vitrinas. Lúa Coderch expone un brazo pendular de oro que invita a la suerte; Joan Fontcuberta, unas fotografías de las Islas Galápagos que replican la expedición de Darwin; Carlos Forns, un óleo sobre tela; Núria Güell, un videoensayo, Daniel G. Andújar, las bailarinas de Picasso y Brigitte Bardot; y Jaime Pitarch, un barco que navega en un mar de pipas –por mencionar algunos pocos.
Las técnicas, el lenguaje visual, la dimensión conceptual o el tono: todo es discordante en las cuarenta vitrinas
La selección de obras en función de los establecimientos, y a la inversa, es producto de una curaduría severa que aboga, también, por el comercio local, pues la musealización de los escaparates viene, paradójicamente, de la asistencia a su cierre. En este sentido, se concluye que rehuir la posteridad para el artista –por fin– desterritorializado puede significar solamente legarla a través de Aparadors Artístics.
