El universo de Star Wars está en horas bajas. The Acolyte, a pesar de haber sido concebida como una serie de múltiples temporadas, fue cancelada tras producir solamente los ocho episodios iniciales. Tripulación Perdida, que ha recibido buenas críticas por emular el cine de entretenimiento de los 80, tampoco está teniendo las cifras de audiencia esperadas. Pero es un artículo de Forbes el que está iniciando la siguiente conversación: ¿están siendo las series de Star Wars, en líneas generales, un proyecto fallido para Disney?
Esto, dejémoslo claro, no tiene que ver con la creatividad. No es una vendetta contra Andor: entró en la lista de la mejor ficción televisiva de 2022 de esta web. Es una cuestión comercial: en total, las dos temporadas producidas de Andor, han tenido un coste de 645 millones de dólares para Disney+. Mientras que las plataformas suelen aprovechar la opacidad del streaming para dejar siempre los presupuestos en rumores, las leyes británicas han permitido que Forbes haya dado con la cifra exacta.
Las dos temporadas han tenido un coste de 645 millones, con la segunda siendo la más barata con 290 millones
De estos 645 millones, que convierten de facto Andor en una de las series más caras de la historia de la televisión, 290 pertenecen a la producción de la segunda temporada. Al igual que la primera, la nueva temporada tendrá 12 episodios, que llegarán al catálogo a partir del 22 de abril. Si habrá tardado dos años y medio en volver es porque, aunque su preproducción se inició con la primera temporada, la huelga de guionistas y de actores de Hollywood alteró el calendario de rodaje.
En el medio estadounidense, de hecho, se plantean hasta qué punto Tony Gilroy, creador de Andor, tuvo suerte al poder negociar la producción de una historia estructurada en dos temporadas y recibir luz verde para la producción de ambas. Cuando se estrenó, tuvo peores audiencias que The Mandalorian, Obi-Wan Kenobi y El libro de Boba Fett, con estas últimas no recibiendo encargos adicionales tras ver el rendimiento a nivel de audiencia de las series.

Obi-Wan Kenobi, de momento, está pausada.
Un servidor había escrito en otras ocasiones sobre la amortización del universo de ficción de George Lucas en el plano creativo. The Mandalorian fue un simpático western espacial heredero de la trilogía original (y pensado para vender muñecos), pero spin-offs como Obi-Wan Kenobi y El libro de Boba Fett obligaron a cuestionar qué aportaba esta obsesión por exprimir personajes reconocibles para la audiencia sin desarrollar una mirada propia sobre el material ya conocido.
Gilroy es el único que, utilizando la historia de la galaxia muy, muy lejana, consiguió ofrecer una historia con una identidad propia. No solo era el tono más adulto sino que, sin edulcorantes para toda la familia, radiografió las penurias de un miembro de la resistencia y los costes humanos que se deben asumir cuando se entra en la lucha armada. A partir de arcos episódicos definidos, además, exploró un aspecto inesperado: la burocracia del mal a partir de Dedra Meero, el personaje interpretado por Denise Gough.

Dedra Meero no es una villana: es una heroína laboral en una administración de Palpatine llena de lameculos inútiles.
¿Pero una obra de 645 millones, desde la perspectiva capitalista de Disney, se justifica a base de buenas críticas y estar nominada al Emmy al mejor drama? ¿Y cuántas series con presupuestos superiores a los 200 millones de dólares y con audiencias mediocres se pueden producir hasta que se cierre el grifo a la división televisiva de Star Wars?