La maldición de Chuck Lorre, el creador de 'The Big Bang Theory'
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Cuando prueba cosas distintas, humor de fumetas o adulto, las plataformas de contenidos no lo compran

Jim Parsons cobra un millón de dólares por cada episodio de 'The big bang theory'.

El nombre de Chuck Lorre tiene peso. Se formó en comedias como Fraggle Rock y Roseanne, pero desde la década de los 90 ha pasado a amasar una fortuna de 600 millones de dólares a base de crear series de éxito. Grace al rojo vivo, Cybill y Dharma y Greg fueron las primeras, con las que le empezaron a tomar en serio como creador, pero fue con la llegada del nuevo milenio que se convirtió en el Rey Midas de la comedia. Dos hombres y medio, creada en 2003, era la comedia más vista de la televisión. La sucedió The Big Bang Theory, también suya. Y, entre medias o después, ha firmado El joven Sheldon, Mom o Mike y Molly. Los episodios escritos y/o producidos por este guionista de Long Island superan el millar.
Su trayectoria, sin lugar a dudas, es una historia de éxito. El único problema que tiene es que, cuando se sale del molde más reconocible por el que lo conoce el público, casi siempre se da de bruces con el fracaso. Recordemos el caso de Descolocados, donde ponía a Kathy Bates como la reina de la marihuana, propietaria de un dispensario en California. Quiso pasar del humor masculino de Dos hombres y medio o del frikismo de chiste fácil de The Big Bang Theory para meterse en un terreno más políticamente incorrecto, el humor de fumetas, y Netflix no le compró la propuesta. Le produjeron las dos primeras temporadas acordadas y fuera.

Esta semana le ha sucedido otra vez. Mientras tiene en la televisión en abierto la serie nueva más exitosa de la temporada, una Georgie and Mandy’s First Marriage que funciona como spin-off de El joven Sheldon (que a su vez era una precuela del personaje de Jim Parsons en Big Bang), acaba de fracasar en el streaming con Apostando (Bookie). El 30 de enero se estrenaba la segunda temporada en Max, plataforma de Warner Bros Discovery, que posee el estudio de Warner Bros desde el que siempre trabaja. ¿Qué probó? Un sentido del humor más adulto: un corredor de apuestas ilegales interpretado por Sebastian Maniscalco que se movía como pez en el agua entre ludópatas, matones y carreras de caballos.
Ocho episodios después, hay comunicado por parte de Max: “No seguiremos adelante con una tercera temporada, pero estamos agradecidos por haber trabajado con un equipo tan brillante en esta comedia de carcajada”. Las críticas, como le suele suceder a Lorre, no estaban a su lado de forma incondicional pero con su primera temporada había logrado llamar la atención. En parte, por el papel como invitado con Charlie Sheen, el actor de Dos hombres y medio con el que se había enemistado públicamente y al que había echado de la sitcom (y al que hasta había matado en la serie como venganza). Cuando Lorre hace exactamente lo que quiere, desde una mirada más adulta, no funciona.

Bueno, mentira. Le funcionó en Netflix con El método Kominsky con Michael Douglas y Alan Arkin, una obra improbable por su parte por el tono y la temática. Los actores ganadores del Oscar interpretaban a un actor de prestigio reconvertido en profesor de interpretación y su viejo agente: ambos, como Jane Fonda y Lily Tomlin hacían en la misma plataforma con Grace and Frankie, se enfrentaban a los desafíos de la vejez. De paso, parodiaba la industria en la que llevaba metido cuatro décadas.
En ese caso, por lo menos llegó a producir tres temporadas y un total de 24 episodios, posiblemente también debido al prestigio asociado a la producción: El método Kominsky ganó el Globo de Oro a la mejor comedia y al mejor actor para Douglas, y tanto Douglas como Arkin se convirtieron en habituales de los premios Emmy y de los SAG, las estatuillas entregadas por el gremio de actores.