'Severance' es la serie del momento
Crítica
El libertinaje narrativo es de lo más estimulante cuando los directores cuidan tanto la planificación de sus episodios

Dichen Lachman en una de las escenas más frustrantes del episodio (no por mal ejecutada sino por la ansiedad de lo que le pasa a Gemma).

Este texto no se puede escribir sin spoilers y sin elucubraciones. Tampoco está pensado para que el lector encuentre respuestas a la cada vez más desconcertante mitología de la obra en cuestión. Su único propósito es repetir el siguiente mantra como si fuéramos trabajadores de Lumon Industries: “Severance es la serie del momento”.
Lo decimos por el final de la primera temporada, que hizo que su público recomendase este thriller psicológico de ciencia ficción de forma compulsiva durante los tres años que estuvo ausente pero nunca olvidada. Lo decimos por el numerito promocional de Grand Central Station, tan bien pensado que encapsulaba a la perfección la alienación del individuo en el trabajo. Lo dejamos entrever, de hecho, al publicar la crítica de los primeros seis capítulos de la segunda temporada, los que Apple TV+ dejó ver a la prensa para formarse una opinión. Y lo decimos, claro, por el séptimo capítulo que respondía a la omnipresente pregunta: “¿...y Gemma?”.

Es comprensible que Chikhai Bardo, que es como se llama el capítulo, haya recibido comparaciones con The Constant, el tan preciado capítulo de Perdidos en el que Desmond contactaba por teléfono con Penny, su verdadero amor. Sería interesante discutir si Lumon Industries existiría sin Dharma Initiative pero aquí lo importante es el plano emocional: tanto el innie como el outie de Mark (Adam Scott) descubrieron que Gemma (Dichen Lachman), su esposa, estaba viva y la prodigiosa cámara de Jessica Lee Gagné nos ha revelado cómo era su relación como marido y mujer. Cómo se conocieron, cómo tuvieron problemas para tener hijos, cómo se le comunicó a Mark que su mujer estaba muerta.
En este viaje inconexo como la mente de Mark (cada vez más lúcida y cada vez más dañada), que también se puede comparar con The Eternal Sunshine of the Spotless Mind (o se simplista Olvídate de mí en castellano), Severance intercaló una pesadilla: cómo Gemma (y no esa Mrs Casey manipulada por el implante) es una rata de laboratorio.

No soy la persona indicada, lo reconozco, para analizar las distintas habitaciones de Lumon Industries donde Gemma entró. Sí entiendo, creo, que Gemma mantiene su identidad personal en las instalaciones aunque tiene una conciencia específica para cada habitación en la que entra, como si la empresa quisiera aislar las distintas experiencias. Cada labor tiene menos sentido que la anterior: en una habitación tiene que escribir felicitaciones de Navidad hasta que le duele la mano y la tiene manchada de tinta, en otra se sienta en la silla de un dentista diabólico.
Aparte de presentar un doctor (Robby Benson) con una de las sonrisas más tétricas de la televisión, obliga a replantearse Lumon en su totalidad. Hasta el momento, pese a desconfiar de la empresa, podíamos pensar que todos los empleados separados eran hormigas dentro del propósito global. Ahora, mediante las imágenes de Gemma y Mark dando sangre o haciéndose pruebas de fertilidad, podemos concluir que sobre todo Gemma está en el centro de las investigaciones (sean cuales sean) y que se les reclutó precisamente por sus cualidades genéticas. Como se insinúa, ambos personajes podrían morir en breve si se completa el experimento.

A estas alturas, las posibilidades de Severance son infinitas por esta reestructuración que implica Chikhai Bardo. Más allá del rol central de Gemma, la idea de que los implantes de Lumon pueden compartimentar de forma todavía más específica al ser humano (hasta tener ocho o nueve versiones aisladas de sí mismo) nos obliga a replantear nuestra percepción de los innies y outies vistos hasta el momento. Cada vez parece más plausible que el outie, de hecho, no necesariamente es la manifestación inicial del yo sino que ya puede ser una deformación causada por la empresa, con el fin de estudiar a los trabajadores en otros contextos.
Si Gemma es víctima de la compartimentación para estudiar sus comportamientos y sentimientos en los despachos de Lumon, quién no nos dice que Mark tiene un contexto personalizado y exterior para comprobar sus actuaciones. Que viva en un vecindario sin habitantes, y que casi siempre le vemos rodeado de las mismas personas, no ayuda a borrar esta hipótesis de la mente. Con unas conductas cada vez más marcianas en lo que se refiere a los supervisores de Lumon, el cielo es el límite al pensar qué puede ser este organismo (o, mejor dicho, quizá el universo es el límite).

Pero, más allá de cuál es el sentido de todo lo que vemos (en un discurso cada vez más alejado de la explotación del individuo por parte del sistema capitalista), lo estimulante es ver cómo Severance se emancipa de cualquier idea preconcebida de cómo debe desarrollarse la serie. Si antes hablaba sobre cómo Dan Erickson y Mark Friedman se habían inspirado en The Constant, el episodio de Perdidos escrito por Damon Lindelof y Carlton Cuse, en su totalidad transmite la esencia de The leftovers, de Lindelof, al llegar a su segunda temporada.
Se reformula en cada episodio, con sus aciertos y fallos (reconozcámoslo: esa excursión de los innies al exterior fue un rollo hasta que llegamos al clímax), con la libertad artística de quien se despoja de cualquier idea preconcebida sobre cómo debe presentarse y desarrollarse su serie. Es interesante ver cómo los directores también buscan su propio planteamiento audiovisual a partir del guion, encontrando nuevas formas de inquietar al espectador (y nuevos prodigios técnicos) sin perder de vista los pilares impuestos por Ben Stiller como director principal.

Severance quizá no es para todos los gustos. Teniendo en cuenta que, según Apple, se trata de su producción más vista (incluso por delante de Ted Lasso), está claro que no faltan voluntarios para someterse al experimento. Pero, precisamente por este libertinaje, por esta imposibilidad de predecir qué veremos a continuación (¡las cabras!) y por este acabado tan particular y cuidado que tienen todas las entregas, Severance es la serie que hay que ver.