Las mejores miniseries que Netflix tiene en su catálogo
Las imperdibles
‘La asistencia’, ‘Godless’ o ‘Intimidad’ son historias ideales para sacar el máximo rendimiento al catálogo de la plataforma

Quien quiera ver a Michelle Dockery en un rol muy distinto de 'Downton Abbey', aquí tiene 'Godless'.

Cuántas veces entras en el catálogo de Netflix y te preguntas qué ver. Y te molesta ver que la plataforma te intenta vender la nueva temporada de un programa de citas que te importa un rábano. Y te cansa ver que, sintiendo un máximo respeto por los culebrones, no quieren caer en el enésimo drama de saldo o en otro misterio abominable basado en una serie de Harlan Coben. Lo que quieres es algo de calidad. Y, si de paso tampoco quieres comprometerte demasiado tiempo, he aquí doce de las mejores series que (hasta la fecha) Netflix ha producido.
Dahmer

A Ryan Murphy se le acababa el contrato de exclusividad con Netflix. Solo había estrenado producciones que habían pasado sin pena ni gloria (The Politician, Prom), tanto a nivel comercial como de crítica. Y, al anunciarse el estreno Dahmer, sorprendió la poca promoción que le dedicó la plataforma. ¿No creía en la producción? Unos días después resultó que había suficiente con colocar el título en la portada del catálogo y los amantes del true crime se acercaron como moscas ante un cadáver putrefacto. Y encima era buena, siempre que se asuma lo sórdido de ver al carnicero de Milwaukee con sus pulsiones necrófagas.
Murphy con Ian Brennan, uno de sus colaboradores habituales, estructuraron la historia para contar tanto cómo se había formado el monstruo (y asumiendo que el mal a veces puede habitar por defecto en un cuerpo) como situar el psicópata en serie en su contexto. El motivo por el que pudo operar sin problemas en la sociedad era por su apariencia caucásica y atractiva, y por su búsqueda de víctimas de minorías discriminadas por las autoridades, como eran las personas negras y homosexuales.
La asistenta

Stephanie Land abandonó a su pareja y, con una niña de nueve meses en brazos, se instaló en un refugio para personas sin hogar. Entonces descubrió lo que era vivir por debajo del umbral de la pobreza en Estados Unidos, intentando encontrar la forma de conseguir ayudas para sobrevivir mientras aceptaba trabajos mal pagados como limpiadora en un país implacable con los que menos tienen.
De esas vivencias salió el libro Criada donde narró esa lucha constante para sacar a su familia adelante y a posteriori esta miniserie escrita por Molly Smith Metzler con una Margaret Qualley extraordinaria. Una mirada cristalina suya vale más que mil palabras. Aquí, además, tiene la oportunidad de trabajar con su madre Andie MacDowell en el papel de su madre con problemas de salud mental.
Mi reno de peluche

La obsesión global en 2024 por Mi reno de peluche no fue un brote psicótico de alcance mundial sino un reconocimiento merecido para una obra autoral, desgarradora y profundamente incómoda por la complejidad con la que se aborda el acoso y la violación. Richard Gadd, a partir de dos vivencias reales, exploró la dicotomía entre disfrutar de la atención de una persona y ser víctima de una persona con problemas de salud mental, y las ganas de ganar contactos profesionales y ceder de forma progresiva hasta ser víctima de la violencia sexual.
Que no diera ninguna tregua al espectador en sus conclusiones, a medida que pasa el tiempo, todavía eleva más la serie, que cuenta con un Gadd visceral en el papel protagonista y una Jessica Gunning estridente, vulnerable, impecable como Martha, una mujer tan frágil como peligrosa.
Gambito de Dama

Este intento de Scott Frank de escribir y dirigir un crowd-pleaser es impecable. A partir de la novela de Walter Tevis cuenta la historia de Elizabeth Harmon, una niña huérfana con un don para el ajedrez. En su cabeza, las jugadas son claras, inevitables, perfectas. Y, mientras uno ve cómo madura ante las adversidades y un instinto obsesivo que podría ser destructivo, también contempla el nacimiento de Anya Taylor-Joy como estrella.
Los aciertos son numerosos. Aparte del magnetismo de la actriz, Frank encuentra la forma de representar cómo funcionan los razonamientos de ajedrez de Elizabeth de una manera visual. La estructura deportiva da un molde sólido y tensión al relato dramático. Y, al enmarcarse en unos años 50 y 60 de Guerra Fría, también se convierte en un inesperado ejercicio de historia alternativa con una protagonista que desafía el patriarcado.
Ripley

Steven Zaillian, que ganó el Oscar por el guion de La lista de Schindler, era el responsable de esta nueva adaptación de la novela El talento de Mr Ripley de Patricia Highsmith que Anthony Minghella ya llevó al cine con Matt Damon, Jude Law y Gwyneth Paltrow. ¿Tenía sentido otra adaptación tras el ejercicio de Minghella? Desde el blanco y el negro, Zaillian se centra más en la condición psicópata del protagonista, interpretado por Andrew Scott.
Quizá Johnny Flynn y Dakota Fanning tienen interpretaciones lánguidas como los expats estadounidenses en Italia, con Ripley deseándole a él, pero la búsqueda de la belleza de cada plano es extremadamente loable en una plataforma donde tantos autores renuncian a su esencia para adecuarse a la imagen estándar de Netflix.
Creedme

A Marie Adler, una joven que se ha pasado toda vida en el sistema, le conceden una vivienda social para jóvenes vulnerables. Una noche es violada en el apartamento que le debe servir para construirse una vida mejor y, cuando lo denuncia, los detectives la obligan a contar su versión de los hechos una y otra vez. Su anterior madre de acogida sospecha que quizá solo quiere llamar la atención, así que los hombres deciden que está mintiendo. Su vida es una pesadilla. Pero, en paralelo, dos detectives mujeres trabajan juntas para investigar una hipótesis: si anda suelto un violador en serie.
Atención: Creedme es dura. La trama de la joven, interpretada por una Kaitlyn Dever que nunca ha tenido un reto, es particularmente frustrante y dolorosa. Pero es una radiografía fantástica sobre la violencia sexual, el calvario múltiple que tienen que sufrir las mujeres que lo denuncian (el crimen, las secuelas y, desafortunadamente, el trato recibido) y encima tiene a Toni Collette y Merritt Wever ofreciendo autoridad y empatía como las detectives la mando de la investigación.
Godless

Aquí tenemos otra creación de Scott Frank anterior a Gambito de Dama y seguramente mejor. Godless es un western ambientado a finales del siglo XIX. Tenemos a Jack O’Connell escapando de la banda criminal de un inquietante Jeff Daniels. Tenemos a Michelle Dockery viviendo sola en un rancho con su suegra nativa y su hijo mestizo. Y, en el pueblo más cercano, un pueblo poblado íntegramente por mujeres tras el colapso de la mina que las dejó a todas viudas, con la excepción del sheriff y su ayudante.
En un Netflix donde parece haber ganado la batalla cultural Los Bridgerton, que pervierten el significado de época como un simple decorado, Godless es exactamente lo contrario: un inteligente ejercicio de justicia al poner en el centro de un western las figuras que antes hubieran tenido retratos secundarios o vergonzosos. Es impecable el tratamiento de las mujeres como algo más que damiselas en apuros y prostitutas, de las personas negras y nativas, o el personaje lésbico de Merritt Wever.
Adolescencia

Y, si en 2024 fue Richard Gadd quien dominó la conversación británica de Netflix, este 2025 fue el equipo de Adolescencia con Jack Thorne y Stephen Graham de creadores, Philip Barantini en la dirección y el jovencísimo Owen Cooper en el papel clave de la ficción. La familia Miller despierta con la policía derribando la puerta de casa para arrestar a Jamie, de tan solo 13 años, por el asesinato a cuchillazos de una compañera del instituto la noche anterior.
Así comienza un infierno que obliga a cuestionar hasta qué punto conocemos a nuestros hijos o cómo los inputs recibidos por las nuevas generaciones a través del móvil y el ordenador moldean realidades más tóxicas de las que podemos imaginar. Las claves de Adolescencia son dos: obligar al espectador a reflexionar sobre estas cuestiones, desde los interrogantes y la inteligencia, y unos planos secuencia que hacen estallar la cabeza por su naturalidad, escala y la forma en que cada uno de ellos tiene un propósito distinto.
Beef (Bronca)

Danny se plantea comprar un electrodoméstico para matarse. Está harto de no estar a la altura de sus propias expectativas profesionales, de no ganarse bien la vida, de decepcionarse con cada nuevo trabajo. Amy, en cambio, está en la cresta de la ola, a punto de firmar un contrato comercial que llevará su empresa al siguiente nivel. Pero la presión para ser una esposa, una madre y una empresaria de éxito la tiene al borde del colapso.
Así que, cuando Danny y Amy están a punto de chocar en el aparcamiento del centro comercial, ambos entran en un estado de furia imprevisible. Se persiguen. Y, tras perderse de vista, los dos deciden hundir la vida del otro. ¿Existe una serie que exprese mejor la presión de la vida adulta, de sentirse atropellado de las circunstancias, de la limitación de los días y el extraordinario peso de las obligaciones? No. Ali Wong y Steven Yeun, a las órdenes de Lee Sung Jin, están pletóricos en lo que se tiene que describir como una comedia tensa.
Siempre el mismo día
Una de las mejores comedias románticas recientes, ya sea en el cine o en televisión, es esta Siempre el mismo día, que adapta el best-seller de David Nicholls (y que ya se llevó a las pantallas de cine con Anne Hathaway en 2011). Leo Woodall es Dexter, a quien todo le rema a favor, hijo de una familia adinerada, alto y atractivo, y con carisma a raudales. Ambika Mod es Emma, de orígenes más humildes, centrada en los estudios para prosperar en la vida. Cuando ligan en la fiesta de graduación, no esperan estar iniciando en realidad una amistad que durará dos décadas.
El espectador, a través del 15 de julio de cada año, puede ver cómo evoluciona esa amistad y también sus trayectorias. Es impecable en el uso de este recurso temporal, en la química entre Woodall y Mod, en el retrato de los dos personajes, en la condición british o en su decisión de ser una comedia romántica y al mismo tiempo no serlo (porque el componente romántico no es tan central como puede parecer).
Intimidad

Al ver esta lista, hay un elemento recurrente: la fuerza de las historias centradas en mujeres y conflictos femeninos. Intimidad entra en esta categoría. La carrera política de Malen Zubiri (Itziar Ituño) en el Ayuntamiento de Bilbao se complica cuando filtran un vídeo sexual suyo con un hombre que no es su marido. Begoña Uribe (Patricia López Arnaiz) es una profesora de instituto que quiere descubrir la verdad sobre el suicidio de su hermana (Verónica Echegui), quien sufrió mobbing en el trabajo después de que sus compañeros empezaran a pasarse un vídeo sexual suyo.
La creación de Laura Sarmiento y Verónica Fernández se siente más necesaria que nunca al mismo tiempo que no se escuda en la guerra cultural y el feminismo para legitimarse: Intimidad es un drama adulto que profundiza en la mirada patriarcal a la que se somete a las mujeres. Atención a López Arnaiz, tan deslumbrante como el uso de ese Bilbao industrial y moderno como herramienta de diferenciación de Intimidad.
La maldición de Hill House

El verano de 1992 el matrimonio Crain y sus cinco hijos se instalaron en Hill House, una mansión donde ocurren elementos inexplicables. En el presente, los hijos sobrellevan a su manera ese capítulo de la infancia y las consecuencias de un trauma que el espectador va descubriendo poco a poco. A partir de la novela de Shirley Jackson, el maestro del terror Mike Flanagan deshoja personajes, construye una casa encantada memorable y pone el género al servicio de una historia dramática.
Es una de esas pocas obras de ficción a las que se puede colocar la etiqueta de “perfecta” por la comunión entre historia y estética, personajes y sustos, trascendencia y entretenimiento. Duele que continuaciones conceptuales como la más romántica La maldición de Bly Manor o la sardónica La caída de la Casa Usher no estuvieran a la altura de este recuerdo, aunque Misa de medianoche sí es recomendable, con su filosófica aproximación al mito del vampiro a partir de la fe.