Series

Los responsables de 'La casa de papel' meten a los más ricos en 'El refugio atómico'

Series

Álex Pina y Esther Martínez Lobato cuentan cuál fue su inspiración y su propósito al crear la nueva serie de Netflix

Montse Guallar, Natalia Verbeke, Carlos Santos y Pau Simon, una familia en un búnker.

Montse Guallar, Natalia Verbeke, Carlos Santos y Pau Simon, una familia en un búnker.

Tamara Arranz /NETFLIX

Durante la pandemia, Álex Pina y Esther Martínez Lobato se encontraron una noticia en el periódico. Se habían empezado a construir búnkeres para ricos, incluso uno de trece plantas con piscina y cine. “Nos llamó la atención porque era un escenario maravilloso para hacer una serie con mala leche, con ricos metidos como cobayas”. Dicho y hecho.

En El refugio atómico, Max (Pau Simón) sale de prisión por un error de juventud y sus padres (Carlos Santos y Natalia Verbeke) lo llevan a un refugio atómico. La actualidad política es apocalíptica, una guerra nuclear parece inminente, y la abuela (Montse Guallar) tiene dinero para que puedan alojarse en Kimera, un lujoso complejo bajo tierra dirigido por Minerva (Miren Ibarguren), su inquietante diseñadora.

“Es una muñeca rusa que cambia de género y de perspectiva, lúdica y efectista”

Allí dentro, por supuesto, se encadenan los giros. “Es una muñeca rusa que cambia de género y de perspectiva, lúdica y efectista”, adelantan los creadores de la serie que hoy estrena Netflix.

Pina y Lobato advierten que aquí la filosofía es distinta que en La casa de papel, que también escribieron. La banda del Profesor atracó la Fábrica de Moneda y Timbre en un momento de esperanza, en el que había una llamada a la revolución tras la Primavera Árabe y la caída de Lehman Brothers, pero El refugio atómico tiene otro presente. “Es un sálvese quien pueda. Estamos en un momento menos utópico y más desencantado: no hay revolución posible. Así que la serie es más negra, tiene más ironía, el entretenimiento está trabajado con una conciencia diferente”.

La intención es colocar a la élite económica en una posición de vulnerabilidad. “Tienen vidas ideales y hasta se pueden comprar un búnker para salvar sus vidas mientras el resto del planeta se destruye. Pero, cuando están dentro, el dinero que tenían ya no vale nada”. Así han construido un “alto culebrón” en el que se van “quitando las caretas” para hurgar en la humanidad.

Para esta premisa high-concept, los creadores reunieron a la banda con la que contribuyeron a cambiar la ficción española: el director Jesús Colmenar y el director de fotografía Migue Amoedo, que también es el diseñador visual. “Queríamos crear un entorno que visualmente en el primer fotograma ya sepas que es nuestra serie”, reconocen Pina y Lobato.

“Estamos en un momento menos utópico y más desencantado: no hay revolución posible. Así que la serie es más negra, tiene más ironía”

Si en Vis a vis se utilizaba el amarillo y en La casa de papel el rojo, ahora se ha elegido el azul y el naranja, que son los colores que distinguen a los clientes del búnker de los trabajadores: “Elegimos dos colores que dan confort en un entorno de bordes redondeados sin aristas, para transmitir al huésped que aquí no pasará nada, que estará seguro: esta ironía es constante”.

Como guionistas, la intención es vertebrar la peripecia de las tramas con el sustrato emocional de los personajes: “Tenemos un gran respeto por no aburrir al espectador, así que intentamos quitar y dejarlo todo en la mínima expresión, con la intención de que el público pase un buen rato pero, al mismo tiempo, metiendo unas píldoras en su conciencia”

Pere Solà Gimferrer

Pere Solà Gimferrer

Ver más artículos