'I Love LA', el disparatado retrato de una amistad absorbente
Crítica
Rachel Sennott es la creadora y protagonista de la nueva comedia de HBO Max

Imagen de 'I Love LA', creada por Rachel Sennott.

Una primera reacción que se puede tener al ver I Love LA es plantearse hasta qué punto es necesario que, cuando alguien intenta llamar la atención como una voz nueva en la industria audiovisual, sea desde la antipatía. Las protagonistas de esta nueva comedia de HBO Max, que llega el próximo lunes, parecen seguir el modelo de Lena Dunham con Girls: son egocéntricas, superficiales y narcisistas.
Pero, a medida que pasan los minutos, no cuesta discernir las virtudes. Los personajes no son tan irritantes cuando los vas conociendo. Rachel Sennott, que destacó como guionista en El club de las luchadoras, tiene algo que decir. Y, sobre todo, en una televisión llena de autores desesperados por tener una personalidad, ella no se olvida de escribir una serie divertida.

En I Love LA, que HBO Max estrena el próximo lunes, Sennott es Maia, una representante de influencers. Su vida está bajo control: quizá su jefa no se la toma en serio pero tiene una relación sentimental sana y sólida y dos amigos que siempre están allí. Cuando reaparece sin previo aviso Tallulah en su vida, una antigua amiga que se hizo famosa en redes sociales, toda esa estabilidad vuela por los aires mientras se le presenta una oportunidad: crecer en la empresa gracias a representar a ese cartucho de dinamita inestable que es su mejor amiga.
El casting es impecable por la capacidad que tienen todos los actores de representar de forma intencionada o inconsciente sus personajes: Josh Hutcherson (Los juegos del hambre) es el novio perfecto, True Whitaker funciona como nepobaby (que, teniendo en cuenta que es hija de Forest Whitaker, encima sirve como chiste meta) y Odessa A’zion transmite tanto el arrollador carisma de Tallulah como su calidad de salvaje.

Lo mejor es cómo Sennott disecciona esa clase de amistades absorbentes, capaces de alterar todo tu ecosistema e incluso tu propia personalidad, con un desparpajo que se contagia.