'The Morning Show' es una tómbola, tom, tom, tómbola
Crítica
No sabes nunca qué clase de episodio te vas a encontrar
Jennifer Aniston, poderío.
Una de las experiencias televisivas más interesantes de esta temporada es The Morning Show, que este miércoles concluirá su cuarta temporada en Apple TV. Cada semana me siento en el sofá delante del televisor con la misma duda: ¿qué seré me encontraré? Es casi como Black Mirror. Es imposible, por ejemplo, intuir de antemano qué actores serán los protagonistas del episodio. Los pósters dicen que Jennifer Aniston y Reese Witherspoon, claro, pero la ganadora del Oscar por En la cuerda floja a veces casi ni aparece, como si fuera normal cobrar dos millones por episodio y salir en tres minutos.
Así, cuando temes que Néstor Carbonell tiene contrato de figurante en esta temporada, su Yanko capta la atención de los focos, como si hubiéramos pasado los últimos años siguiendo su vida sentimental. Cuando empiezas a temer que alguien en la sala de guionistas odia a Nicole Beharie y le está haciendo mobbing, esa presentadora llamada Christine protagoniza una escena que te rompe el corazón. Y, cuando asumes que la fantástica Karen Pittman ha sido despedida del elenco, su Mia regresa con un extra de empoderamiento (y la actriz que se larga es otra).
Tampoco sabes qué trama extremadamente dramática se sacarán de la manga para redefinir a los personajes o solo destrozarte de forma imprevista. La conversación de Jennifer Aniston y Jeremy Irons, que interpreta a su padre, era ese Emmy clip que no esperábamos, con una dinámica familiar que ni Meredith Grey. No volveré a mencionar a Nicole Beharie y su escena, controlada con precisión por la actriz, dueña de sus silencios. Y qué decir de la sorprendente escena de eutanasia que llegó de la nada pero esto no impidió ejercer los lagrimales.
¿Y estamos ante un drama periodístico o solo un culebrón? Esta es otra de las dudas omnipresentes al ver The Morning Show. Por un lado, tenemos a Jennifer Aniston ayudando a una esgrimista del gobierno iraní, Reese Witherspoon con su propio Erin Brockovich y la cobertura en directo de un avión que podría caer. Por el otro, tienes escenas picantes de Greta Lee con Aaron Pierre (en un idilio salido de la nada), a Marion Cotillard como villana francesa, a Jennifer Aniston olvidándose de la esgrimista porque tiene “demasiado trabajo” (mientras nos cuesta entender exactamente cuál es su trabajo) y, bueno, abortos espontáneos, madres suicidas y rolletes con podcasteros reaccionarios.
Pero, incluso asumiendo que The Morning Show es una tómbola que no sabes nunca qué episodio te va a regalar, he de reconocer que las entregas me funcionan, quizá engañado por el poderío de Jennifer Aniston, por Reese Witherspoon saboreando el cheque o una producción escandalosa por lo barata que podría llegar a ser la serie. O quizá es culpa de la efectividad de algunas escenas dramáticas, que sabes que los guionistas no se han ganado, o esa sensación de libertad, que lleva a los guionistas a decir “por qué no metemos a Billy Crudup y Marion Cotillard y nos imaginamos cómo serían encocados”.
Y es que, en el fondo, quizá lo que me gusta es que The Morning Show tiene un precio elevadísimo pero es heredera directa de la televisión del siglo pasado: cuando cada episodio debía presentar una trama dramática más o menos autoconclusiva. Puede parecernos naíf, ya que esperamos más evolución y coherencia dramática, pero, oye, funciona.