Dionisio Ridruejo: la lucha por la democracia

50 años de la muerte del escritor

Hoy hace medio siglo que murió mi abuelo, con solo 62 años, tras dedicar su vida a combatir el franquismo

Dionisio Ridruejo dando una conferencia en Harvard a principios de la década de los setenta

Dionisio Ridruejo dando una conferencia en Harvard a principios de la década de los setenta

Familia Ridruejo

Hoy hace cincuenta años que murió mi abuelo, Dionisio Ridruejo. Falleció con solo 62 años, tras dedicar el grueso de su vida a combatir el franquismo, habiendo pasado por destierros, exilios y cárceles, además de penurias económicas al impedirle ganarse la vida como escritor y por las sucesivas multas por declaraciones o actividades consideradas conspiración o propaganda ilegal.

Sus mayores esfuerzos se dedicaron a conseguir un frente común entre las distintas corrientes de oposición al franquismo, tendiendo puentes entre personas que de otro modo no habrían llegado a conocerse y mediante la fundación, en momentos diferentes, de dos partidos que fueron más bien espacios de confluencia de distintas tendencias (primero el PSAD en 1957, y más tarde la USDE en 1974), así como mediante su participación activa en el Congreso del Movimiento Europeo en Múnich de 1962 (que en muchas enciclopedias, dicho sea de paso, sigue figurando lamentablemente con el nombre despectivo que le atribuyó el régimen franquista, “Contubernio de Múnich”, perpetuando la terminología del nacionalcatolicismo).

Una imagen en la casa familiar en Alella

Una imagen en la casa familiar en Alella

Colita

Después de pasar por la cárcel de Carabanchel cinco o seis veces entre 1956 y 1974, después del mencionado Congreso de Múnich, después de sus atrevidos artículos, cartas y libros publicados en varios países, en los que arremetía contra el franquismo (como su ensayo Escrito en España, el artículo “La guerra continuada”, publicado en Le Monde tras el fusilamiento de Julián Grimau en 1963, su defensa de José Bergamín o su intervención contra las penas de muerte en el Proceso de Burgos, etc.). Después de todo eso, digo, todavía en las algunas entrevistas que le hicieron en 1972 o incluso 1975, meses antes de que la muerte se lo llevara prematuramente, le seguían preguntando si era fascista. Bromeaba entonces diciendo que, al parecer, él había sido el único fascista en España, pues todos los demás negaban haberlo sido en su época, seguramente porque todavía lo eran. Él tenía, en cambio, la honestidad de no ocultar su pasado.

Dionisio Ridruejo, poeta de vocación, ingresó en la Falange en 1933, con 21 años. En 1936, tras la intentona golpista, fue nombrado jefe de Propaganda, cargo que ejerció durante toda la guerra. Con ocasión de la toma de Barcelona en 1939 mandó imprimir octavillas en catalán que no le permitieron distribuir. En 1940 fundó la revista Escorial con Laín, Rosales, Panero, Vivanco y Torrente Ballester, experimento que abría las puertas a intelectuales y poetas de ambos bandos y que, por consiguiente, estaba condenado a no durar. En 1941 se alistó en la División Azul. No me extiendo mucho sobre su etapa juvenil de falangista porque sobre esto hay abundante literatura, de hecho en muchos lugares su reseña biográfica termina aquí... es decir cuando él tenía 29 años.

A su regreso, en 1942, confirma lo que ya vislumbraba: los propios falangistas se han plegado a Franco

A su regreso, en 1942, confirma lo que ya vislumbraba: el régimen franquista no tiene ninguna intención de llevar a cabo la revolución nacional-sindicalista a la que aspiraba la Falange en los años treinta, y que los propios falangistas se han plegado a Franco. Dionisio dimite de sus cargos, renunciando a una carrera política asegurada y a todo un futuro de privilegios. El movimiento exactamente opuesto al del oportunista que cambia de chaqueta para beneficiarse personalmente de un cambio. Comunica sus motivos en carta a Franco: «No puedo exponerme a que V.E. me tenga por un incondicional. No lo soy. [...] No se trata de no morir, pero ¡por Dios! no morir confundido con lo que se detesta». Porque Dionisio fue en efecto falangista, pero jamás franquista.

Es desterrado, siendo confinado durante cinco años primero en Ronda y luego en Sant Andreu de Llavaneres y otros pueblos catalanes. Atraviesa así un largo periodo de reflexión interna, que le lleva hasta posturas socialdemócratas y que explicará más tarde en Escrito en España.

Tras algún intento de reforma desde dentro, Dionisio no tarda en comprender que la única vía es pasar a la oposición, entablar contacto con círculos que desconfían de él por su pasado falangista. Comienza con artículos haciendo equilibrios retóricos para sortear la censura, declaraciones más contundentes en charlas públicas, pero el punto de inflexión es su primer ingreso en prisión en 1956. Desde 1954 se implica con un grupo de jóvenes universitarios en la organización de actos, y en 1956 su campaña de recogida de firmas desencadena una violenta reacción de falangistas armados que asaltan la universidad, dando lugar a enfrentamientos callejeros: los conocidos sucesos universitarios de 1956. Ridruejo es arrestado junto con varios jóvenes estudiantes: Ramón Tamames, Enrique Mújica, Javier Pradera y otros. Al cabo de una semana en los sótanos de la Dirección General de Seguridad, es encarcelado en Carabanchel. Se considera entonces que el “traidor” Ridruejo es el corruptor de aquellos muchachos. «Al día siguiente, el gobierno hacía en la prensa mi presentación oficial como miembro de la oposición ante el país y fuera del país. Después de mes y medio de cárcel, los contactos difíciles un mes antes, eran ya coser y cantar».

La ficha policial fue publicada en el libro Casi unas memorias (1976).

La ficha policial fue publicada en el libro Casi unas memorias (1976).

Desde este momento, sus contactos e iniciativas con distintas tendencias de la oposición, tanto en el interior como en el exterior, son constantes hasta el final de sus días. En 1957 funda el Partido Social de Acción Democrática (PSAD) y vuelve a ingresar en prisión. En 1962 participa en la organización del Congreso de Múnich y, para asistir, sale del país cruzando clandestinamente los Pirineos. Ante la reacción del régimen, tras el congreso permanece exiliado en París hasta 1964, cuando decide que nadie tiene derecho a impedirle vivir en su país. Cruza a pie, por tanto, los Pirineos, esta vez en sentido contrario. La policía lo detiene cerca de Bilbao y le introduce en un coche a punta de pistola; al verse conducido hacia la montaña, cree que ha llegado su hora final, pero la policía se limita a expulsarlo del país, dejándolo en suelo francés. Siempre tenaz, a la noche siguiente vuelve a cruzar, esta vez con éxito. Al llegar a su casa de Madrid, notifica al director general de Seguridad por carta que se encuentra allí porque es su derecho, y de nuevo acaba en la cárcel de Carabanchel.

En los años siguientes sigue trabajando en su empeño de formar un bloque unitario entre todas las fuerzas políticas de oposición. Participa en distintas iniciativas por la democracia y contra el revanchismo, adhesiones públicas (en favor por ejemplo de la Asamblea Libre de Estudiantes de Tierno Galván y Aranguren, en defensa de José Bergamín cuando es atacado por Luca de Tena, contra las condenas a muerte en los Procesos de Burgos), publica la revista Mañana en París, así como varios libros y artículos en prensa de distintos países, que en ocasiones le valen nuevas condenas por propaganda ilegal (como la entrevista concedida en 1972 a la revista Índice, que fue secuestrada pero se publicó unos meses después en la revista Ibérica de Nueva York). En 1974 y con la salud francamente deteriorada, funda con Fernando Chueca la Unión Social Demócrata Española (USDE), que reúne a distintas tendencias socialdemócratas. Ese mismo año, es arrestado en una reunión con vistas a crear lo que más tarde se llamaría “Plataforma de Convergencia Democrática” junto con miembros de PSOE, UGT e Izquierda Democrática, así como otros compañeros de la USDE. Como decía Jorge Semprún, Dionisio era inasequible al desaliento.

En 1974 y con la salud francamente deteriorada, funda con Fernando Chueca la Unión Social Demócrata Española (USDE) 

Pero todas estas historias han caído en el olvido y, en muchísimos sitios, junto al nombre de mi abuelo solo aparece una foto de sus tiempos de falangista. Incluso aunque se mencione que tuvo una vida posterior. Toda una vida, en realidad, que siempre aparece —si aparece— como algo secundario. Cuando en 2016 el ayuntamiento de Manuela Carmena emprendió la retirada de nombres franquistas del callejero de Madrid, en la lista inicial de nombres a quitar, luego revisada, se encontraba el de mi abuelo. Pero no fue el régimen franquista, sino Tierno Galván quien dio su nombre a una calle y unos jardines en los años ochenta, en reconocimiento a su labor en la oposición. Afortunadamente pudimos aclarar la confusión, debida precisamente a una biografía cortada que solo recogía sus primeros años, como tantas biografías suyas que, tantos años después, siguen perpetuando la censura franquista.

Igual suerte —o peor aún— ha corrido su obra poética. El grueso de su producción adulta ha caído en el olvido, y solo se encuentran los sonetos garcilasistas que escribía a los veintitantos, mientras que de todo el resto de su obra, que con el paso del tiempo, como es natural, evolucionó tremendamente, no se encuentran más que un puñado de poemas. Sus últimos libros de poesía, jamás reeditados, contienen una poesía íntima, libre, desencorsetada, muy alejada de los rigores métricos de su etapa formalista juvenil.

Y es que el aparato de propaganda del régimen funcionó con Dionisio Ridruejo a las mil maravillas. En cuanto pasó al sótano de la oposición, se cerró la trampilla y la mayoría de la gente no supo nunca nada más de él. El régimen no podía consentir que se supiera que quien había ocupado un cargo de peso durante la guerra, luego se había pasado a la oposición. Y a pesar de los valiosos esfuerzos de recuperación de su memoria que hizo en los años 2000 un grupo de historiadores catalanes, con Jordi Gracia a la cabeza, lo cierto es que ahora que se cumplen cincuenta años de su muerte, los escasos artículos que lo recuerdan siguen destacando en primer término al falangista que fue a los 24 años, y solo a continuación se mencionan sus largos años de lucha por la democracia en nuestro país.

Dionisio Ridruejo fue un demócrata con una juventud falangista, no un falangista con una madurez demócrata. Superemos las narrativas franquistas, recuperemos la historia real.

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