El cambio de ubicación, una condena larga o la pérdida de un familiar también puede influir
BARCELONA, 13 (EUROPA PRESS)
El aislamiento de las personas privadas de libertad en el Departament Especial de Règim Tancat (DERT) o en el Departament de Sancionats supone “momentos en que el riesgo suicida se puede incrementar”.
Así lo ha explicado el coordinador médico del Programa de Salut Penitenciaria del Institut Català de la Salud (ICS), Enric Gil, en la mesa 'Privación de libertad y suicidio: abordaje a la complejidad' en el marco de la I Jornada de Salut Mental en el ámbito penitenciario' que organiza el Parc Sanitari Sant Joan de Déu en Sant Boi de Llobregat (Barcelona).
Entre los momentos en los que los profesionales deben estar especialmente alerta, el experto también ha citado el ingreso por primera vez de una persona en prisión, cuando ha recibido una condena larga o cuando su caso ha tenido eco en los medios de comunicación.
También, si han perdido los lazos con sus familiares, si su situación procesal se ha visto alterada, si han sufrido un traslado de celda, módulo o prisión, o si han experimentado cambios vitales como la ruptura de una pareja o la pérdida de un familiar.
En este sentido, ha manifestado que “el mayor número de tentativas se producen en las primeras semanas”, pero también pueden darse tras un ingreso en el DERT, donde los internos pueden estar hasta 23 horas totalmente aislados.
COLECTIVOS VULNERABLES
La enfermera de Salud Mental del Programa de Colaboración entre salud mental y adicciones y la Atención primaria (PCP) en el Centre Penitenciari Wad Ras (Barcelona) y Joves (Barcelona), Cèlia Cuadrado, ha dicho que los internos presentan tasas de suicidio entre un 8% y un 10% superiores a la población general y que ésta sigue siendo la primera causa de fallecimiento en las cárceles catalanas.
Lo ha atribuido a las condiciones estructurales de la reclusión, a la pérdida de libertad, la desconexión afectiva, la falta de proyectos vitales, el estigma y el aislamiento, factores todos ellos que afectan directamente a la salud mental y emocional de las personas.
A esto se suma el hecho de que muchas de las personas que ingresan en prisión, según la enfermera, ya vienen con una trayectoria vital marcada por la exclusión social, el consumo de sustancias y el abandono institucional, en sus palabras.
Entre los colectivos especialmente vulnerables, Cuadrado ha mencionado a los jóvenes, por encontrarse en una etapa vital de construcción identitaria y de menor madurez emocional y a los reos en régimen de aislamiento, por la falta de contacto significativo con otras personas, la sensación de vacío, de “desesperanza” y la percepción de que esta situación no tendrá un fin.
También afecta especialmente a las mujeres, por el impacto que su encarcelamiento tiene en su rol social y materno, la culpa y la angustia que experimentan y episodios previos de violencia y trauma, entre otros, y a las personas migrantes y racializadas, por la lejanía de sus familias, de sus países de origen, los traumas migratorios, los síntomas de desarraigo y la barrera idiomática.
Por último, también las personas del colectivo LGTBIQ+, sometidas a situaciones de estigmatización, de discriminación, de violencia y de aislamiento.
Cuadrado ha aclarado que identificar estos grupos no debe servir “ni para etiquetar ni para estigmatizar”, sino para poder adecuar todas las estrategias preventivas, garantizando una atención más equitativa, más humana y más ajustada a sus necesidades específicas.
PLAN DE CHOQUE
Gil ha recordado que el año pasado, tras 11 suicidios en las prisiones catalanas, el Govern impulsó un plan de choque para prevenir el suicidio que, entre otras medidas, implica una mejora de la coordinación dentro de los centros, la sensibilización y formación del personal y de los presos y medidas preventivas ante el estrés.
También ofrece herramientas para que los internos, como agentes activos, puedan informar de conductas preocupantes mediante buzones anónimos, se ha acordado la restricción de elementos letales y el fenómeno será abordado desde la perspectiva de género, entre otras medidas.
Con este plan de choque se pretende frenar este fenómeno, que en Catalunya registra en la actualidad una tasa de 16,8 muertes por cada 10.000 internos, frente a la española de 8,6 y la europea de 7,1.
TESTIMONIO
Por último, en esta mesa, que ha estado moderada por el psiquiatra y referente clínico del Programa de Colaboración entre salud mental y adicciones y de la Atención Primaria (CPC) en Quatre Camins, Joves y Wad Ras, Jaume Martínez, ha participado Sílvia Llopis, que ha ofrecido un testimonio en primera persona como superviviente de suicidio.
La mujer, que ha perdido el habla tras ingerir salfumán para intentar acabar con su vida, ha explicado mediante un audio creado informáticamente que se ha reproducido en la sala que tras 8 años de sufrimiento intentó suicidarse tomando este ácido en 2016.
“Estoy reconstruida por dentro con parte de mis tejidos y algunos órganos. No tengo estómago, ni cuerdas vocales, laringe, ni faringe. Llevo una prótesis en los pulmones y una traquetomía permanente para poder respirar que no me permite hablar”, se ha presentado.
Sin embargo, ha dicho que a pesar de que ahora es una mujer con una discapacidad, es “feliz” y que, tras un largo proceso de curación, ha decidido dedicar su tiempo a ayudar a los demás, a sus seres queridos y ella misma.
“Quiero dar el mensaje de que, tras un proceso de asimilación, perdón, aceptación y trabajar para superar y mejorar, o vivir con ello, con un trabajo personal de voluntad y ayuda de tu entorno y profesional, como en mi caso, es posible encontrarle un sentido a la vida”, ha asegurado.
Llopis ha lamentado que quienes tienen o han tenido momentos de vulnerabilidad pueden haberse sentido juzgados, incomprendidos o estigmatizados, por lo que ha hecho un llamamiento a trabajar en comunidad y hacer labor de prevención: “Tenemos que romper barreras para que nadie sienta vergüenza de su sufrimiento. Incluso en las noches más oscuras y tristes, en ellas existen las estrellas”.