Las otras víctimas de la aspirante a mosso relatan las torturas que sufrieron

Jurado popular

Puñetazos, golpes con martillos, cortes con cuchillos, amenazas... un hombre y una mujer describen las lesiones sufridas por la mujer a la que se juzga por asesinato

Las otras víctimas de la aspirante a mosso relatan las torturas que sufrieron
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Las otras víctimas de la aspirante a mosso relatan las torturas sufridas por la mujer

EFE

La sala segunda del jurado de la Audiencia de Barcelona acogió ayer la tercera sesión del juicio por asesinato contra Montserrat Nin, la mujer acusada de asesinar y maltratar a Aleix Álvarez Prieto, en la Semana Santa del 2023. Los testigos que desfilaron por el atril rememoraron con crudeza, dolor y hasta un miedo irreparable las torturas, amenazas, lesiones, humillaciones y malos tratos a los que fueron sometidos por parte de la acusada durante el tiempo que convivieron con ella. Antes, el mejor amigo de la víctima ayudó a desmontar el perfil del hombre vicioso, perturbado y autodestructivo que trató de dibujar Montserrat Nin durante su declaración. Al contrario, Javier Magdaleno Rodríguez recordó al que fue su amigo, “mi hermano” como un hombre feliz, divertido, meticuloso, cuidadoso, todo un padrazo, muy buen trabajador, inteligente, amigo de sus amigos y apasionado de la música que cometió el error de acercarse a una mujer que le destruyó. “Se lo advertí la primera vez que la vi. Tete, no me gusta nada esa mujer. No me fio. Yo le llamaba la loca”.

Las otras víctimas de la aspirante a mosso relatan las torturas sufridas por la mujer

Las otras víctimas de la aspirante a mosso relatan las torturas sufridas por la mujer

Javier recordó el día que Aleix llegó con Montserrat al restaurante en Cerdanyola en la que él trabajaba de camarero. Quería que su amigo conociera a la mujer que estaba conociendo. No le gustó de entrada las confianzas que se tomó en ese primer encuentro. Y no se volvieron a ver. Eso sí, ella contactó con el amigo a través de Facebook y empezó a escribirle asiduamente. Hasta que un día le advirtió. “Javi, ¿te puedo preguntar una cosa? Te drogas con Aleix, ¿verdad?” El testigo relató la sorpresa y cómo se enfadó con aquella mujer a la que contestó de malas maneras. Inmediatamente telefoneó a su amigo y también se enfadaron y se empezaron a alejar. “Dejó de atenderme al teléfono. Me daba largas. Y recibía mensajes que era evidente que no estaban escritos por mi amigo”. Un día, recordó, Aleix le llamó tembloroso, agobiado y rogando. “Me suplicaba que dijera que él y no nos drogábamos. Y yo le decía, pero qué me estás diciendo. ¿Por qué? ¿Qué pasa Aleix? ¿Dónde estás amigo?”, recordó con tristeza. Pero fue imposible

De hecho, en otro momento tuvo un presentimiento y le dijo a su mujer que se iba a casa de su amigo para verle en persona porque alguna cosa no iba bien. No le abrió la puerta. Logró contactar con la madre de Aleix y esta le explicó que su hijo estaba refugiado en su casa. Que se había escondido después de que Montserrat amenazara con matar a su hijo con un sicario.

Ya sin Montserrat cerca, los dos amigos retomaron la relación. Los cafés, las cervezas, las confidencias y las sonrisas. “No quería hacer leña del árbol caído pero le advertí que aquella mujer no tenía buena pinta”. En esos días de reencuentros, Aleix le aseguró que aquella llamada que le hizo sobre la droga la realizó con Montse pinchándole con un cuchillo en el cuello.

Todo iba bien hasta que un día me telefoneó para decirme que estaba volviendo a verse con Montserrat. “Le dije que no quería saber absolutamente nada de ella, y que no hablaría con él mientras aquella individua estuviera presente”. De hecho, un día le advirtió. “Como se te ocurra entrar con ella por la puerta de mi casa, tal como entréis, tu y ella salís por el balcón”. Aleix se enfadó y enfriaron la relación.

Pero llegó la fecha de bautizar a su hijo pequeño, y Javier volvió a llamar a su amigo. “Tete, quiero que estés en el bautizo de mi hijo. Te necesito”. Hablaron, pero el ambiente estaba tenso. Aquel día, Javier estuvo a punto de plantarse en casa de su amigo. “Le aseguro que si aquella noche voy, la que está hoy aquí sentado (en relación al banquillo de los acusados) soy yo y no esa mujer”, soltó con dolor y rabia.

Tras el relato del amigo, llegaron los testimonios de las otras víctimas de Montserrat. Hombres y mujeres identificados por los Mossos d'Esquadra durante la investigación a través de las grabaciones que encontraron en sus teléfonos móviles. Imágenes y sonidos en los que la acusada maltrata, veja y humilla a esas otras víctimas. Ninguna se atrevió a denunciar y en el juicio, con ella a pocos metros de distancia, cabizbaja, aseguraron que no lo hicieron por miedo.

Eva Galdeano era una peluquera que vivía en Barcelona y en cuyo piso se instaló Montserrat tras asegurarle que habían robado en el suyo y tenía miedo. No duraron muchos meses. No más de cuatro. Los suficientes para visitar en media docena de ocasiones los servicios de urgencias de diferentes hospitales con todo tipo de lesiones. Brazo y hombro rotos, rotura del oído con una infección que no terminaba de curarse por las agresiones reiteradas que le profería la acusada. La mujer perdió parte del habla, 20 kilos de peso y el pelo. Una situación emocional y física insostenible que la dejaron sin trabajo. Un día se desmayó en medio de la calle y terminó ingresada varios días en un hospital. Hasta el centro médico acudió la acusada, aunque Galdeano aún tuvo fuerzas para pedir por favor al personal de seguridad del centro que no la dejaran acercarse.

La abogada de la defensa, Obdulia de la Rocha, trató de hacer qué explicara por qué no se defendía, por qué no se fue de aquella casa o por qué permitió todos aquellos maltratos que nunca denunció. “Por miedo. Por puro miedo”. Y explicó que Montserrat entró en su vida justo después de la muerte de su madre y que estaba especialmente vulnerable.

Esa misma pregunta, el por qué soportó los malos tratos, se la hizo la abogada de la defensa a otra de las víctimas de Montserrat que el viernes declararon ante el tribunal. Iván París, casi más de metro noventa de hombre, terminó perdiendo el trabajo y durmiendo en la calle. Como la anterior, relató un auténtico infierno de golpes, humillaciones y palizas que ella grababa.

La última en declarar fue Laia quien antes de su conversión en mujer, era Israel, el primer marido de Montserrat. Vivieron nueve años, en los que las agresiones y torturas fueron de menos a más, según palabras de ella. La relación arrancó bien, luego pasó a ser una controladora y llegaron las primeras agresiones , golpes y moratones. “Llegué a pensar que todo era culpa de mi transexualidad. Pero visto lo que ocurrió con Aleix, ya veo que no”.

Otra testigo que fue vecina de rellano con Monserrat relató como llegó a amenazar a su hijo con matarle con un cuchillo si volvía a subir solo en el ascensor. Y describió como los hombres y las mujeres que llegaban a esa casa, empezaban bien y terminaban con los días a convertirse “en zombis”.

El juicio proseguirá la semana que viene. 

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