Claudia tenía solo siete años cuando su abuelo comenzó a abusar de ella, aprovechando cualquier oportunidad para satisfacer sus deseos. Los abusos se prolongaron durante años, marcando profundamente su infancia y adolescencia. “Prefería cargar con el dolor antes que herir a la gente que quiero”, confesó Claudia, quien no pudo hablar de lo sucedido hasta los 19 años, temiendo romper a su familia.
Una historia de valentía
Claudia sufrió secuelas graves, como la pérdida de un ovario y un trastorno de la conducta alimentaria
El impacto del abuso no solo se reflejó en su salud emocional, sino también en su cuerpo. Claudia perdió un ovario, sufrió problemas cardíacos y espasmos faciales, además de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria y depresión. “A los 19 años, escuché el testimonio de alguien con una historia similar, y mi cuerpo reaccionó de forma devastadora. Me desmayé por la ansiedad y ahí comenzaron los peores años de mi vida”, relató.

Claudia lidera la asociación 'Mar de Mariposas' y anima a otras víctimas a alzar la voz
Cuando decidió confesarle la verdad a su madre, descubrió que no estaba sola. Su madre, al igual que otras mujeres de la familia, también había sido víctima de abusos. “Entendí que mi madre también había sufrido. Abrí una caja de Pandora, pero a pesar del dolor, sentí que estaba rompiendo un ciclo de silencio”, explicó Claudia. Sin embargo, su valentía tuvo un precio: la familia se dividió, y algunos la culparon por desvelar los abusos.
Claudia no se dejó vencer por el rechazo ni las amenazas de algunos familiares. Hoy, lidera la asociación Mar de Mariposas, una iniciativa para prevenir y combatir el abuso sexual infantil, y utiliza sus redes sociales para inspirar a otras víctimas a romper el silencio. “Que la vergüenza cambie de lado. Hablar es muy importante, aunque dé miedo”, afirma, convencida de que cada testimonio puede marcar la diferencia.
A pesar de las secuelas físicas y emocionales, Claudia asegura que ha encontrado en su activismo una forma de transformar el dolor en esperanza. “El dolor se transforma. Con terapia y trabajo es posible salir adelante”, dice con convicción. Hoy, su testimonio es un ejemplo de cómo el trauma puede convertirse en un motor de cambio, inspirando a muchas personas a no callar y a luchar por un futuro libre de violencia.