El documental Vincent Lindon: coeur sanglant (arte.tv.fr), dirigido por Thierry Demaizière y Alban Teurlai, empieza con la presidencia de Lindon del jurado del Festival de Cannes (2022) y se completa con entrevistas, vídeos y mensajes que el actor graba a la manera de un dietario sobre sus tempestuosos estados de ánimo. Es el material más interesante de la película: el espectador tiene el privilegio de acceder a unos niveles de franqueza (no confundir con la sinceridad) en los que, por decirlo respetando el tópico, el actor se abre en canal. Descubrimos que no se soporta ni como actor ni como persona. Colérico, marcado por el divorcio de sus padres y las servidumbres sociales de un montón de tics, competitivo, vive poseído por una violencia interna que su oficio le ayuda a controlar. La mirada del documental es tan cercana que supera las barreras de lo conveniente. Es una intimidad que no maquilla la angustiante aceleración existencial del actor, que le lleva a confesar que interpretar tantos personajes le ayuda a hacer vacaciones de sí mismo. Muecas encadenadas que define como “tics afectivos” y que nacen de cuando, a los cinco años, sus padres se divorciaron. También es relevante como cuenta las razones por las cuales acepta o rechaza un personaje o un guion. Lejos de recurrir al blablablá de la identificación y las vidas múltiples, dice: “No elijo tanto un personaje porque quiera hacerlo sino porque no soporto que lo haga otro”. Son motivaciones que explican que sea un devoto de obras maestras del cine de acción (la recreación que hace de una escena de El ecualizador es memorable) o la anécdota de cuando cenó en la mesa de al lado de la de Michael Douglas y Catherine Zeta Jones, y Douglas le preguntó –sin reconocerlo– qué era la choucroute.
Lindon: “No escojo tanto un personaje porque quiera hacerlo sino porque no soporto que lo haga otro”
MUERTE. La serie A muerte (Apple TV+) cumple los requisitos de la comedia romántica con toques de acidez y humor negro. El director, Dani de la Orden, mantiene la facilidad de ceñirse a proyectos de ambición popular y corrige lo que en Loco por ella no acabó de controlar. El secreto es la factura, el ritmo y una pareja protagonista que aporta talento y el compromiso de saber torear las ínfulas. Ella, Verónica Echegui, supera con creces el listón que parecía haberla atascado. Él, Joan Amargós, parte de un perfil tipo Dani Rovira, pero enseguida lo enriquece con una interpretación espléndida, que recuerda al Ryan Gosling más divertido, vulnerable y desmadrado.