Jerry Lewis simplificaba el debate sobre qué es la comedia: “La comedia es un hombre en apuros. Sin eso, no hay humor”. Es una reflexión que se puede aplicar a la excelente primera temporada de la serie A muerte (Apple TV+), que tiene la generosidad de centrarse en un hombre y una mujer en apuros complementarios. Si, además, es una parodia de comedia romántica, el factor de la atracción sexual y de la estupefacción sentimental también actúa como motor de la historia. El hombre es Joan Amargós, la mujer es Verónica Echegui –ambos en estado de gracia– y les acompañan un grupo de actores secundarios que pertenecen a su autoafirmada generación (Clàudia Melo, Ignasi Taltavull, Paula Malia, Marta Bayarri, Xavi Daura, Esteban Navarro... y veteranos como Emma Vilarasau, Pep Munné, Roger Coma o David Bagés). Los guionistas son Natalia Durán y Oriol Capel, que se ponen al servicio de la eficacia engañosamente caótica de un director, Dani de la Orden, que ha sabido encontrar un equilibrio entre los diálogos, la interpretación, el tono y una comicidad que no renuncia ni al sarcasmo ni al humor negro. ¿Habrá segunda temporada?, solemos preguntar con una impaciencia ligeramente babosa. No lo sé, pero para que quede constancia de cómo hemos disfrutado la primera, no estaría mal premiarla con un Ondas.

Joan Amargós y Verónica Echegui, una pareja de amigos improbable.
¿Habrá segunda temporada?, solemos preguntar con una impaciencia ligeramente babosa
CARISMA. Los que hayan compartido plató con Helena Garcia Melero, que esta semana ha celebrado la edición 1.500 del programa Tot es mou (TV3), saben que se alimenta de una energía perfeccionista que nunca descansa. Otros profesionales construyen su prestigio sobre la credibilidad y un control despótico de los contenidos. La Melero –se ha ganado esta condición con la misma naturalidad meritocrática de las grandes damas del teatro–, en cambio, se adapta a los contenidos con una facilidad sorprendente porque, en realidad, lo que la define es la Presencia, así, en mayúsculas. Lo que más quedará de estas 1.500 ediciones del Tot es mou no será el trabajo ingente de los equipos, el acierto de los copresentadores o la selección de temas extraídos de la alocada y repetitiva batidora de la actualidad. Lo que quedará, por encima de cualquier otra cosa, es la presencia de la Melero y la convicción con la que sabe defender, en las circunstancias que sean, los ingredientes con los que tendrá que mantener nuestra atención.