Nunca recibió una llamada en aquellos días en que más lo necesitaba. Gloria Camila lo recuerda bien, porque fue entonces, tras el grave accidente de José Ortega Cano, cuando la distancia con Rocío Carrasco se hizo insalvable. Aunque acudía cada dos días al hospital, nunca hubo una llamada para ella.
Años después, aún pesa aquella sensación de vacío que terminó por marcar su relación. Para la hija de Rocío Jurado, aquel silencio no fue un simple olvido, sino el síntoma claro de algo que ya venía de antes.
No guarda rencor
De una infancia llena de cariño a un vínculo roto
Su relato, compartido en ¡De Viernes!, no empezó con reproches, sino con recuerdos que intentan explicar cómo se fue diluyendo todo. De sus palabras se desprende que, durante la infancia, la relación con su hermana era mucho más fuerte. Ella misma explicó que “de pequeña nunca me ha faltado el amor ni el cariño de mi hermana”.
También dejó claro que, dentro de su entorno familiar más próximo, nunca sintió ningún tipo de rechazo por ser adoptada, una idea que resumió al afirmar que “siempre me he sentido querida por todos, superaceptada“ y que ”nunca nadie de mi familia me ha hecho ningún comentario discriminatorio”.
Sin embargo, algo se rompió con el paso de los años. Gloria Camila describió cómo, tras aquellos primeros años de cercanía, el contacto se fue apagando sin una razón concreta. Recordó que “llegaba del colegio y la llamaba, hablaba con mis sobrinos” Al cabo del tiempo “notas como que baja el contacto” y que “tus sobrinos ya no están tanto, empiezas poco a poco hasta que un día ya se termina”. Esa desconexión, aún hoy, sigue sin encontrar una explicación lógica para ella. “Éramos niños y no hicimos nada”, garantizó
Gloria también reconoció que no guarda rencor, a pesar de todo. Así lo resumió al explicar que “ha habido épocas que no he hablado con el núcleo familiar y con la familia, pero soy como mi padre, no guardo rencor e intento no estar a malas con la familia”.
Esa voluntad de no generar conflictos se mantiene firme, incluso cuando admitió que, en ocasiones, ha sentido que no se le daba el lugar que merecía dentro de la familia. “Sí que siento, con los años, que no se me ha dado mi sitio por ser adoptada”, afirmó.
A pesar de todo, Gloria dejó claro que la decisión de su madre sobre la herencia nunca la hizo sentir menos. Con sus recuerdos sobre la infancia y los vínculos familiares que un día se desdibujaron, trazó la historia de una herida que sigue ahí, aunque la vida haya seguido adelante.