Faltan dos semanas para la final del festival de Eurovisión, que se celebrará el sábado 17 de mayo en Basilea (Suiza), precedida por sendas semifinales los días 13 y 15, y en la ciudad anfitriona los organizadores ultiman los preparativos y tratan de prevenir problemas. El St Jakobshalle de Basilea acogerá las tres competiciones, con un escenario inspirado en las cumbres alpinas en el que estos días ensayan figurantes, antes de la llegada de los representantes de cada país. La española Melody emprenderá el viaje tras la despedida que RTVE le dispensará el martes 6 en un teatro de Madrid.
Como el festival del 2024 en Malmö (Suecia) estuvo atravesado por tensiones en torno a la participación de Israel y a la descalificación del representante de los Países Bajos, la Unión Europea de Radiodifusión (UER), el organismo de las televisiones públicas europeas y asociadas del que depende el veterano concurso, ha introducido cambios en esta edición en un difícil ejercicio de equilibrios. Así, uno de ellos es la nueva política de banderas. La normativa revisada permite a los cantantes enarbolar en el escenario, en desfiles y al ser enfocados durante el reparto de puntos únicamente la bandera nacional de su país, mientras que al público se le permite ondear cualquier enseña acorde a la ley suiza.
En la práctica, esto significa que la audiencia podrá portar la bandera palestina –algo antes vetado– o la bandera LGTBIQ+, pero los artistas no podrán. Escenas como las vistas en el 2022, cuando algunos participantes mostraron la enseña ucraniana en solidaridad con el país atacado por Rusia, ya no se producirán. En el St Jakobshalle, los espectadores podrán exhibir cualquier bandera que no presente contenido racista o discriminatorio ni incite al odio o a la violencia, que no sea ofensiva ni difamatoria, y que no contenga símbolos de organizaciones terroristas prohibidas.
Los organizadores del festival hacen equilibrios para intentar atajar tensiones como las vividas en Malmö en torno a Israel
La participación de Israel, cuestionada el año pasado por algunos artistas debido a la mortífera ofensiva militar israelí en Gaza, hasta el punto de marcar con tensión el día a día del certamen en Malmö, no ha levantado este año de momento una polémica tan intensa. El 11 de abril, la corporación RTVE pidió por carta a la UER “la apertura de un debate en el seno de la organización” sobre la participación de la televisión pública israelí, KAN, pero el organismo zanjó el asunto ese mismo día respondiendo que “todos los miembros de la UER son elegibles para competir” en el concurso musical. Al tiempo, la UER practica el arte de las contrapartidas permitiendo que la audiencia pueda enarbolar la enseña palestina, no así los cantantes.
En esta 69.ª edición participan 37 países, de los cuales 31 deberán lograr su pase a la final. Como siempre por su cuota financiera, los Big Five (Alemania, España, Francia, Italia y el Reino Unido) van directos a la final, así como Suiza, al ser la anfitriona por el triunfo en el 2024 de Nemo. Suiza ha ganado Eurovisión tres veces, la primera el mismo año de la creación del festival, 1956 (Lys Assia con la canción Refrain ). Su segunda victoria llegó en 1988 con una entonces desconocida Céline Dion ( Ne partez pas sans mo i). Para subrayar esta trayectoria, la televisión pública suiza SRG SSR, coorganizadora del festival, hará de la presencia del país en Eurovisión el eje temático de la primera semifinal. En la segunda semifinal, el vector será de homenaje a la fidelidad de los eurofans.