Por primera vez en la historia del programa, una súper modelo internacional ha pisado el plató de La Revuelta. Y no ha sido cualquiera. Se trata de Rolf Schrader, nombre artístico de Marina Flor, la modelo catalana que ha roto moldes en la industria y que, con solo 24 años, ya ha desfilado tres temporadas consecutivas para Prada y ha abierto shows de Dior.
La conversación con David Broncano ha sido, como poco, impredecible. Desde anécdotas surrealistas hasta reflexiones sobre el mundo de la moda, pasando por regalos inesperados y una reivindicación clara: “Se puede ser modelo internacional sin perder los pies en la tierra... ni las bambas de montaña”, ha bromeado.
De Plaza Cataluña al mundo
Una modelo old school
Su historia es de otro tiempo, aunque ella sea pura generación Z. Nada de redes, nada de viralidad. Marina fue fichada de manera clásica: “Una agente me abordó en Plaza Cataluña cuando tenía 15 años. Me ofreció ser modelo y le dije que no. Luego, al año, la misma mujer volvió y me convenció. Pensé: bueno, está bien pagado”, recuerda.
Y vaya si acertó. Su primer desfile en vivo fue nada menos que para Dior, seguido de dos desfiles grabados para Prada durante la pandemia. Entró por la puerta grande y no ha parado desde entonces.
Pese al éxito, Schrader no idealiza la industria. “He tenido suerte, la mayoría de la gente que me rodea es majísima”, aclara. Pero no todo es perfecto: “Hay gilipollas como en todas partes. Pero es verdad que los hombres son más flipados que las mujeres”, afirma sin rodeos.
De hecho, ha contado la anécdota de un modelo —del que no quiso dar nombre— que se dedica a ligar compulsivamente con sus compañeras. “Va como un aspersor. Le tira la ficha a todas. Incluso a alguna le ha pedido matrimonio... pero no en broma, ¿eh? En serio”, cuenta, entre la risa y la incredulidad. “Espero que ninguna caiga”, sentencia.
El backstage sin filtros
Duchas rotas, tiritas y apartamentos low cost
Detrás de las fotos impecables y las luces, la realidad es otra. Lejos del glamour, la vida de una modelo durante las fashion weeks es más precaria de lo que muchos imaginan. “Nos pillamos siempre el apartamento más barato posible. Nos ha pasado de todo: duchas que se caen, lavabos que se atascan, duchas con el agua por los tobillos...”, detalla.
Y no es lo único: las tiritas en los pies son casi una competición. “Mira, yo tengo cinco... yo tres...”, bromea. Porque sí, las fashion weeks son duras. Y si toca desfile en Londres, Milán o París, toca buscarse la vida para dormir, compartir piso con amigas y ajustar el presupuesto.
La entrevista ha dado para todo. También para regalos surrealistas. Schrader ha llevado a Broncano unas zapatillas “de jubilado” con rejilla calada, las mismas que protagonizaron un gag reciente del programa con Leo Harlem. “Quería traerte una prenda de ropa, ya que soy modelo. No será de Prada, pero son cómodas”, ha bromeado.
Ambos han compartido también su amor por las zapatillas de montaña. “Yo fuera de las pasarelas, bambas de montaña siempre. Es la clave”, ha confesado Marina, que se ha declarado además “muy fan” de Carolina Iglesias, la otra invitada del programa.
El debate definitivo del siglo XXI
Mear sentado y otros debates inesperados
Por si fuera poco, la charla ha derivado en un debate inesperado sobre las ventajas de “mear sentado”. “Es el futuro, chavales. 2030 se acerca”, proclamaba Broncano. A lo que la modelo ha respondido entre risas: “Vivo con dos compañeros que me han sentado... y genial. Es mucho más cómodo”.
A lo largo de la entrevista, Rolf ha repasado algunas de sus portadas más icónicas. “La de Dust me gusta porque es divertida. Y la de Harper’s Bazaar Italia también me encanta”, reconoce.
Eso sí, lo que no ha llegado —de momento— es la oferta para protagonizar una portada de cuadernos de crucigramas, un sueño que Broncano le ha propuesto en broma.
Las preguntas clásicas: patrimonio y sexo
Rolf Schrader se ha comprado un piso en Barcelona y mantiene una relación a distancia con Granada
Fiel a la tradición del programa, Schrader no se ha librado de las preguntas clásicas. Sobre dinero, ha respondido sin rodeos: “Gracias a mi profesión me he podido comprar un piso en Barcelona”.
Y sobre sexo, ha sido igual de honesta: “Tengo una relación a distancia, entre Granada y Barcelona. Nos hemos visto una semana este mes y hemos tenido siete días de golpe... Así que 4,6”, ha contestado con naturalidad.
Porque sí, Rolf Schrader puede abrir desfiles de Dior y Prada, pero también sabe lo que es ducharse con el agua por los tobillos, sobrevivir a apartamentos que son una mezcla entre piso de estudiantes y escape room, y regalar unas buenas sandalias de yayo como quien te planta un bolso de Louis Vuitton. Modelo internacional, sí. Pero con los pies en la tierra, las bambas de montaña listas y un mensaje claro para el mundo: mear sentado es el futuro.

