Andreu Buenafuente (Reus, 1965) ha vuelto a La 1 de RTVE con la segunda temporada de Futuro imperfecto, donde cada jueves analiza la actualidad desde el humor. El programa se graba horas antes de su emisión en LaFACT-Factoría Cultural de Terrassa. Allí conversa con La Vanguardia justo después de bajar del escenario.
¿Son hoy los humoristas la voz del pueblo?
Es demasiada responsabilidad. Solo somos comediantes que ofrecemos nuestra visión del mundo. En un contexto complejo, con noticias malintencionadas y fake news, a veces la gente conecta con lo que decimos: “Es justo lo que pienso yo”. Pero también hay quienes no se identifican. Aun así, sí nos mueve una voluntad de ser ciudadanos con la gran suerte de poder hablar desde un escenario.
Esta temporada empezó con un monólogo serio sobre política y la situación social convulsa. “Lo que veo no me gusta nada, me ofende como ciudadano”.
Sí, y no era ninguna impostura. Cuando decidí volver, pensé que, por edad y por el momento que vivimos, no podía limitarme a contar anécdotas costumbristas. Había que hablar del mundo. Durante el verano noté un ambiente agresivo, con insultos, enfrentamiento y un tono chabacano. Pensé que había que contarlo, aunque fuera raro oír a un humorista diciendo que hay cosas que no hacen gracia. Pero lo tenía que decir. Cuando te paras, piensas demasiado...
“Todos veíamos el mundo del late night americano como un espejo y un referente, y ahora vemos que ese referente está teniendo problemas”
¿Qué pensó del caso de Jimmy Kimmel?
La era Trump ha sido un despropósito con consecuencias inesperadas. El late night americano siempre ha defendido la libertad de expresión. Yo veía sus programas y pensaba: “¡Madre mía, cómo se la juegan!”. Pero llega Trump, y todo cambia. Cuando suspenden a Kimmel, ves que la cosa se complica. Y no olvidemos el caso de Stephen Colbert, que también ha sido suspendido, con una “paradinha”: le dicen que en junio no vuelva. Es grave, por lo que simboliza. Todos veíamos el mundo del late night americano como un espejo y un referente, y ahora vemos que ese referente está teniendo problemas. Pero están luchando. Kimmel ha vuelto, seguramente por motivos económicos, pero que vuelva ya es, en cierta forma, un alivio.
¿Cree que algo así podría pasar en España?
Nadie puede decir que eso aquí no pueda pasar. Pero yo me agarro a lo positivo: noto una conciencia social que no lo traga todo. Se pueden imponer leyes o medidas muy feas, pero la gente… Mira, cuando veo gente saliendo a la calle por Palestina, pienso que juegan en otra liga. Yo me agarro a eso. Quizás un día me echen, pero ya me inventaré otra cosa. Querer ponerle puertas al campo nunca ha funcionado. Entiendo que da miedo pensar que los intolerantes pueden llegar a gobernar, pero… ¿los dejarán? Yo diría que no.
El programa se graba los jueves en Terrassa
A lo largo de su trayectoria, ¿se ha encontrado con alguien que te haya hecho saber que no le gustó lo que dijo sobre él o ella?
Yo no tengo un perfil muy hiriente, pero evidentemente, en 30 años, a veces se han malinterpretado cosas. No he tenido grandes episodios con consecuencias negativas, pero sí que personajes muy conocidos se han enfadado por cosas que ni me imaginaba. Por manías, tonterías, malentendidos. Lo que sí puedo contar, y con cierto orgullo, es que cada vez que hemos hablado de gente que no paga impuestos, que aparece en los papeles de Panamá y similares, se enfadan mucho. Y pienso: “El problema es vuestro, ¿no?”.
Ha dicho que tiene la sensación de que RTVE, al ficharle, no sabía del todo lo que estaba haciendo.
Era una broma para expresar la confianza que me dieron. Yo les dije: “Ahora quiero hacer lo que hice en TV3 para Fin de Año”. Aquel último programa fue una revelación: salí feliz, y pensé: “Esto es lo que quiero hacer”. Cuando hablé con RTVE, fui claro: “Yo hago esto. Si os interesa, adelante”. Como un cantante que dice: “Ahora canto así. ¿Os parece bien?”. Y dijeron que sí. Yo bromeé: “¿Pero lo habéis visto, esto que hago?”. Y me respondieron: “¡Sí, sí!”. Quizás no lo habían visto del todo… Pero su apuesta era clara: querían que hiciera lo que yo quería hacer, y así ha sido. Lo agradezco mucho. En una época llena de límites, censuras y desinformación, poder hacer el programa con libertad es muy valioso. Tampoco hay que mitificarlo. No voy con una flauta por el bosque. Yo tengo que saber lo que digo, y el control es mío y del equipo de guionistas. Esta libertad conlleva, eso sí, una gran responsabilidad.
Ahora hay quien critica a RTVE por estar demasiado alineada con el PSOE y con profesionales de izquierdas. ¿Qué opina?
Todas las opiniones son respetables, pero solo hay que revisar la historia para ver épocas contrarias. El problema es más profundo y estructural: RTVE debería estar totalmente desligada del control de los partidos políticos. Debería ser un espacio que orbitara alrededor de la sociedad, no del poder. Lo que me molesta como profesional es que nos encasillen con una etiqueta política sin mirar el contenido. Mira el programa. Estamos haciendo televisión. No todo gira en torno a la política.
¿Le veremos en La 2 Cat ahora o más adelante?
Ahora mismo no puedo, pero me gusta mucho la idea y les deseo toda la suerte del mundo. Ampliar el territorio audiovisual catalán es una gran noticia, y tenemos que seguir empujando. Soy muy nostálgico de una época en que la tele hecha en Catalunya era un referente, y tuve la suerte de vivirla. Me gustaría que eso volviera. No sé cómo se hace, pero quizás La 2 Cat es un primer paso. También está TV3. No podemos perder ese impulso. Y fíjate: siempre hablamos de televisiones públicas. Las criticamos, pero son el último refugio creativo. Las privadas no quieren hacer este tipo de televisión. El programa que hago ahora, en una privada no lo habría podido hacer. Por eso tenemos que estar orgullosos de poder hacerlo aquí.

