Convertida en rehén de los intereses políticos y económicos desde la Transición, la historia de RTVE es, como apunta José Manuel Martín Medem, la de una apropiación progresiva del medio por parte del poder político: de servicio público a instrumento del poder. Esta es la tesis central del libro Cincuenta años contra RTVE (1975/2025) , un análisis firmado por un periodista que conoce la casa desde dentro. El subtítulo -Del desastre del bipartidismo al decretazo del gobierno de coalición- deja claro que se trata de una denuncia contra todos los gobiernos que han gestionado la radiotelevisión pública.
El libro se construye como una crónica de medio siglo “de manipulación institucionalizada”, relatada desde la experiencia directa del autor como redactor, sindicalista y consejero de RTVE en dos etapas distintas: una entre 1994 y 1996, como representante de Izquierda Unida, y otra entre 2021 y 2024, por Unidas Podemos.
La tesis central es que RTVE nunca ha llegado a ser verdaderamente independiente. Desde el pacto fundacional entre UCD y PSOE en 1980 -por el que se estableció que quien gobernara controlaría el ente público- hasta el reciente “decretazo” del Gobierno de coalición que eliminó competencias del Consejo de Administración, “la historia de RTVE es la de una apropiación progresiva del medio por parte del poder político”, denuncia Martín Medem.
“El que está en la oposición lo denuncia y luego hace lo mismo cuando gobierna”, afirma el autor, quien no duda en señalar al bipartidismo como responsable inicial, pero también a las formaciones de la nueva izquierda por no haber roto con esa lógica.
David Broncano en 'La Revuelta'
Martín Medem retrata el deterioro de las estructuras internas de RTVE, especialmente a partir del uso sistemático de la producción externa y el debilitamiento de la plantilla: “Se está contratando a mucha gente de fuera para hacer tareas que perfectamente pueden hacer los profesionales de la casa. Eso es una forma de expulsión encubierta”.
Uno de los ejemplos más ilustrativos del actual modelo, según el autor, es el contrato millonario para fichar a David Broncano, un caso que vivió en primera persona desde el Consejo de Administración. “Fue una imposición directa desde Moncloa”, asegura Martín Medem, y añade que “hasta Zapatero intervino para presionar a la entonces presidenta interina, Elena Sánchez, que no quería aprobarlo tal y como venía”. Para él, ese contrato simboliza el viraje de RTVE hacia una televisión de escaparate, subordinada a intereses políticos y comerciales.
Uno de los conceptos más provocadores del libro es el de comunicación venérea. “Lo que más abunda en el mundo es el agua y la información. Y en los dos casos, la mayor parte está congelada o contaminada”, explica. Y añade: “Esa información contaminada es la que no permite a la ciudadanía tomar decisiones informadas. Así como el agua debe ser potable para la vida, la información debe ser veraz para una democracia sana. Pero ambas están siendo privatizadas y contaminadas.”
Esta crítica alcanza tanto al sector público como al privado, y se refuerza por la falta de una autoridad audiovisual independiente en España, algo que sí existe en la mayoría de países europeos. “RTVE depende del Ministerio de Hacienda a través de la SEPI. Es una anomalía dentro de la Unión Europea”, subraya.
Medem no ahorra críticas a los partidos a la izquierda del PSOE. Denuncia que ni Sumar, ni IU ni el PCE han elaborado una política coherente de comunicación en sus programas. “La izquierda no tiene política de comunicación. Ni siquiera la incluye en sus programas. Y hoy, la política es comunicación. Así estamos”, sentencia.
Esa carencia, afirma, ha generado un “analfabetismo funcional en la izquierda respecto a los medios”, y ha dejado el terreno libre para que el poder económico y político controle tanto los mensajes como los canales.
Pese al tono crítico, el libro no es derrotista. Medem plantea que una RTVE verdaderamente pública e independiente sigue siendo posible, pero exige cambios estructurales: cumplir con la legislación vigente, dotarla de financiación estable, instaurar una autoridad independiente y poner fin a la subordinación a los gobiernos. “RTVE no debería depender del Gobierno, sino del Parlamento. Pero eso nunca se ha cumplido en la práctica. Y lo peor es que ya nadie lo exige”, lamenta.

